¿Crees en Milagros?

Hace 14 años, en una calurosa tarde de verano en Texas, mi hijo de un año de edad estaba con fiebre muy alta. El diagnóstico del médico fue una gripe. El bebé estaba tan débil que no se podía mover y mucho menos sentarse.

Siendo la primera vez que se enfermaba de esa manera me mantuve a su lado en todo momento. Coloqué una frisa acolchada con algunas almohadas en el piso exactamente debajo del abanico de techo que había en la sala y me recosté con él a ver la televisión. Al quedarse dormido profundamente, decidí levantarme y ordenar la casa un poco.

Apenas a 3 o 4 segundos de haber salido de la sala y mientras iba por el pasillo, escuché un estruendo horrible de algo que había caído. Giré corriendo y vi que el abanico se había desprendido del techo y estaba hecho pedazos sobre la colcha. -¡Mi bebé!!! Grité desesperada.

Miré hacia el sofá y ahí se encontraba mi niño sentado, llorando suavemente. Quedé estupefacta, en “shock”. Debía de estar debajo del abanico que se acababa de convertir en chatarra, pero estaba sentado en el sofá. Cuando lo dejé él estaba completamente dormido, débil por la fiebre y sólo segundos después se encontraba sentado en el sofá.

No había forma de que se hubiera levantado y llegara al sofá en tan poco tiempo desde que yo lo dejé durmiendo. Estoy convencida de que cuando yo salí un ángel lo movió al lugar seguro.

Hoy, mi hijo tiene quince años, y mientras hay madres que se preocupan por sus niños, es un consuelo y fortaleza saber que hay ángeles que velan por ellos.

“Porque has puesto al Señor que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.” Salmo 91:9-11

Por Kristi Judd
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles 


 

 

La Lección de las Flores

Había una joven que tenía todo: un marido maravilloso, hijos modelos, un empleo donde le pagaban muy bien, una familia unida…

Lo extraño es que ella no conseguía conciliar todo eso; el trabajo y los quehaceres le ocupaban todo su tiempo y su vida cojeaba en algunas áreas. Si el trabajo le requería más tiempo, abandonaba a sus hijos, si surgía algún problema, dejaba de lado a su marido... Y así, las personas que amaba eran siempre dejadas para después.

Un día su padre, hombre muy sabio, le dio un regalo: una planta con flores muy hermosas, de la cual había pocos ejemplares en todo el mundo.Y le dijo: "Hija, esta planta te ayudará mucho más de lo que tú te imaginas. Únicamente necesitas regarla y podarla de vez en cuando, ocasionalmente conversar un poco con ella, y ella te dará a cambio ese perfume maravilloso y las más lindas flores.”

La joven la recibió emocionada pues las flores eran de una belleza sin igual. El tiempo fue pasando, problemas surgían, el trabajo consumía todo su tiempo y su vida, en desorden, no le permitía cuidar de la planta.

Ella llegaba a casa, miraba la planta y aún estaba ahí, siempre linda y perfumada, mas no le prestaba ninguna atención, hasta que un día, la planta murió. Estaba completamente muerta, sus raíces resecas, sus flores caídas y sus hojas amarillas. La Joven se echó a llorar. Llamó a su padre y le contó lo que había acontecido.

Su padre entonces respondió: "Imaginé que eso ocurriría y no puedo darte otra planta igual porque no existe otra como ella, era única, así como lo son tus hijos, tu marido, y toda tu familia.

Todos son bendiciones que el Señor te dio, por lo que debes aprender a regarlos, podarlos y darle atención, pues así como la planta, los sentimientos también mueren. Tú te acostumbraste a ver la planta viva, siempre florida, siempre perfumada, y te olvidaste de cuidarla. Tómalo como una lección y… ¡Cuida a las personas que amas!"

Por: Autor Desconocido


 

 

El Hombre de Dios

Nuestro mundo necesita hombres que honren a Dios voluntariamente con sus palabras y con sus hechos.

Si buscas ser un líder, debes comenzar por ser un digno ejemplo para tu familia,  amistades, conocidos y toda la comunidad. Las palabras que usas para instruir a otros no sonarán verdaderas a menos que tú mismo te dispongas a ponerlas en práctica.

¿Eres tú la clase de líder a quien tú estarías dispuesto a seguir? Si contestas en la afirmativa, te felicito. Pero si la contestación a esa pregunta es no, es tiempo entonces de que mejores tus destrezas de liderato, empezando por las palabras que hablas y el ejemplo que estás dando.

La Integridad cuenta

Dice Charles Swindoll, “Nada habla más alto y más poderosamente que una vida íntegra.” Los hombres y las mujeres de Dios así lo consideran.

La integridad se va formando a través de toda la vida. Es la suma de toda decisión correcta y toda palabra honesta. Se forja en el fundamento del trabajo honorable y es pulida por la honestidad y la justicia. Es algo hermoso, difícil de construirse pero muy fácil de quebrarse.

Vivimos en un mundo que se presenta con innumerables tentaciones para alejarnos de Dios. Cuando se confrontan tentaciones de la naturaleza que sea, hay instrucciones muy claras y precisas: “Camina, o mejor… corre, en la dirección opuesta.”

Se ha dicho que carácter es lo que somos cuando nadie nos está mirando. ¡Cuán cierto! Cuando se hacen cosas que uno/a sabe que no son correctas, se trata de ocultarlas de los demás. Pero, aunque se justifiquen delante del mundo, jamás se podrán justificar delante de Dios.

Dios no nos llamó a la ingenuidad sino a la integridad. El concepto bíblico de integridad enfatiza una madurez de inocencia, no una pueril ignorancia. “El que camina en integridad anda confiado.” Proverbios 10:9

Artículo del Libro: Integrity


 

 

La única actitud: El Agradecimiento

Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado.

Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.”

Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”.

Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital.

Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo.

Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido.

Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.”  Mi lema desde entonces ha sido:

 “La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO".

“Y  todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23

Por: Davy Jones


 

 

La Honestidad me ayuda a alcanzar mis Metas

Hay principios y valores por los cuales la gente vive, y los que ayudan a enfrentar los asuntos que se presentan de día en día, ya sea para mantener la fe en todo tiempo o sólo para respetar a los demás de la manera que quieran que se les respete a ellos. La ley por la cual yo me rijo y es mi fundamento de vida, se basa en … la Honestidad.

Fui enseñado que la mentira sólo sirve para meterme en más problemas de los que ya pudiera tener. Siempre he tratado al máximo de no recurrir a ella. El ser honesto es una cualidad que todos necesitamos tener para llegar a donde nos hayamos propuesto.

Desde mi niñez, mis padres me enseñaron la importancia de la honestidad, porque es lo correcto y lo que todos debemos hacer. Ahora, como adulto, he realizado algo muy importante que puede cambiar la forma en que la gente me ve. Una sola vez que deje de ser honesto recurriendo a la mentira, cambiaría dramáticamente la opinión que otros tengan de mí y su forma de tratarme. Cuando se dice una mentira, se pierde para siempre la confianza que tenían en uno por lo cual tendría que pasar toda la vida tratando de recobrarla.  De ahí en adelante, las cosas que hable serán tomadas livianamente y con recelo por lo que el trato hacia mi persona sería completamente diferente.

Para mí, el perder la confianza de alguien, sería algo horrible que no quisiera tener que enfrentar. La relación con los demás cambiaría por completo ya que considero eso un ingrediente esencial en cualquier relación. Mi opinión cambiaría radicalmente hacia cualquiera que deje de ser honesto. La honestidad es tan importante para mí como lo es mi familia. Confío que también en mis hijos tenga el mismo valor para que puedan apreciarlo.

“Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte y a tus moradas.”Salmo 43:3

 

Por: Autor Desconocido

 


 

 

La lección del Anillo

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"Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa y de tan poco valor que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?"

El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, debo resolver primero mi propio problema, quizás después. Y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti.

Encantado, maestro, titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.

Bien, asintió el maestro mientras se quitaba un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pedía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, uno ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a todo el que veía en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación. Maestro, dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste.Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie con respecto al valor real del anillo.

-Qué importante lo que acabas de decir, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas.  Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por él.

58 MONEDAS !!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.

Si -replicó el joyero- yo sé que con más tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé ... si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. -Tú, al igual que este anillo, eres una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? 

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

Autor Desconocido


 

El Verdadero Tesoro

La niñita de casi cinco años esperaba con su mamá en la fila para pagar cuando alcanzó a ver un collar de perlas en una cajita rosada.

-“Por favor, mami, ¿puedo tenerlo? Por favor mami, por favor.”

La mamá miró la cajita por detrás y volvió a mirar los ojitos suplicantes de Jenny. “$1.95, casi $2.00. Si realmente lo quieres, pensaré en tareas extras que puedas hacer y en poco tiempo podrás tener lo suficiente para que lo compres tú misma. En una semana será tu cumpleaños y tal vez recibas $1.00 de Abuela.”

Tan pronto Jenny llegó a la casa vació su alcancía. Tenía 17 centavos. Después de cenar hizo más de las tareas asignadas y le preguntó a su vecina si podía recogerle unas flores por 10 centavos. En su cumpleaños, su abuela le dio otro dólar y pudo reunir lo suficiente para comprarse el collar que tanto anhelaba tener.

Jenny amaba sus perlas. La hacían sentirse grande y bien vestida. Se las ponía hasta para dormir. Sólo se las quitaba para bañarse, pues si se mojaban se le ponía el cuello verde; eso le dijo su mamá.

El papá de Jenny la amaba mucho. Cada noche iba a su habitación a leerle un cuento. Una noche al terminar de leer le preguntó a Jenny: -“¿Tú me amas?”

-“Oh, sí, Papi. Tú sabes que te amo.”
- Entonces, dame tus perlas.”

-“Papi, no, mis perlas no. Pero te puedo dar a Princesa, el caballo blanco con la cola rosada que tú me regalaste. Es mi favorita.

-“Está bien mi amor, te amo. Buenas noches.” Se despidió dándole un beso en la mejilla.

Una semana más tarde, después de leerle la historia, el papá de Jenny volvió a preguntarle: -“¿Me amas?”

-“Papi, tú sabes que te amo.”
-“Entonces, dame tus perlas.”

-“Oh, Papi, mis perlas no. Pero te puedo dar mi pijama. La que me regalaron en mi cumpleaños. Es tan bella, y también te puedo dar la sábana amarilla que combina con las chinelas.”

- “Está bien. Que duermas mucho. Dios te bendiga, chiquita. Papi te ama.”  Y como siempre se despidió dándole un beso en la mejilla.

Varias noches después cuando el papá entró a la habitación, encontró a Jenny sentada en su cama como se sientan los indios. A medida que se acercaba, él notaba que la barbilla de Jenny le temblaba y una lágrima silenciosa rodaba por su mejilla.

 -“¿Qué te pasa, Jenny? ¿Cuál es el problema?”

Jenny no dijo nada pero levantó la manita a su papá. Cuando la abrió, ahí tenía su collar de perlas. Algo temblorosa, finalmente dijo: “Toma Papi, es para ti.”

Con lágrimas en sus ojos, el bondadoso papá de Jenny tomó con una mano el collar de fantasía y con la otra buscaba en su bolsillo. Sacó una cajita de terciopelo azul que contenía un collar de perlas genuinas y se lo dio a su amada niña. Las había tenido todo el tiempo, sólo esperaba que Jenny se despojara del collar comprado en una tienda de a peso, para darle su tesoro genuino y de valor real.

 Así también obra nuestro Padre Celestial.

¿A qué cosa estás tú agarrado/a y que por nada quieres soltar?

Autora de la historia: Alice Gray


 

 

Té para Dos

Mi nieta Christine y yo tenemos espíritus afines. Nos vinculamos intensamente desde que era pequeñita. Nuestra relación ha sido siempre especial, y las reuniones para tomar el té han sido parte de ello.

Un sábado en la tarde, mientras íbamos camino al buzón, Christine, de 10 años me dijo:- Abuela, hagamos unas tortas y tomemos el té juntas. Tan pronto llegamos a casa fuimos a la cocina y preparamos la mezcla para hacer nuestra receta básica de tortas. En pocos minutos las metimos en el horno y pusimos la mesa para tomar el té; sólo Christine y yo.

Cuando las tortas estuvieron listas, nos sentamos a la mesa. Ella sirvió el té con habilidad. ¡Lo habíamos hecho tantas veces antes! Saboreamos las ricas tortas con nuestra mermelada preferida.

Lo que convirtió aquella tarde en algo especial fue lo que sucedió después. Una vez que el té estuvo servido, comenzamos a hablar acerca de las amistades, los padres, sus dos hermanos y lo que ella esperaba como preadolescente. Me sorprendí de su conocimiento y madurez. Terminamos hablando de cosas espirituales, acerca de Dios y del sentido de la vida.

Después de eso, mientras yo lavaba con esmero la vajilla y la guardaba en el armario, entendí lo que había sucedido aquella tarde: Mi nieta, Christine, me había invitado a tomar té con ella, pero, lo que en realidad estaba detrás de la reunión era tener un tiempo para estar conmigo. La invitación de té fue su modo de decir: “Necesito hablar contigo.”

De: If Tea Cups could Talk – Emilie Barnes

 


 

 

¿Cómo se vive en tu pueblo?

Este era un anciano muy sabio. Cada día se sentaba frente a una estación de gasolina y saludaba a cuanto motorista pasaba por el pueblito. Un día, su nietecita quiso acompañarlo y sentándose al pie de su silla, así pasó con él todo el tiempo.

Mientras observaban a la gente entrar y salir, un hombre muy alto, que de seguro era un turista pues ellos conocían a todos en el pueblo, miraba alrededor examinando el área como buscando un sitio donde establecerse. El extranjero se le acercó al anciano y le preguntó: “¿Qué clase de pueblo es el que estamos?” El anciano se viró hacia  él y le contestó: “Bueno, ¿de qué clase de pueblo es usted?” Le dijo el turista: “En mi pueblo todos se critican unos a otros. Los vecinos se la pasan murmurando de los demás, y es un sitio bien negativo para vivir. Yo me alegro de haber salido de allí. No es un sitio agradable.” El anciano miró al extranjero y le dijo: “¿Sabe usted algo? Asimismo es aquí en este pueblo.”

Como una hora más tarde, una familia que también pasaba por allí, se detuvo a comprar gasolina. El automóvil entró a la estación lentamente y paró frente a donde se encontraban sentados el anciano con su nieta. La mamá salió del auto con sus dos niños y le preguntó al anciano por los baños. El anciano señaló hacia el lugar donde éstos se encontraban. Luego se bajó el padre y también preguntó al anciano: “¿Es este pueblo un sitio bueno para vivir?”  Le contestó el anciano: “¿Cómo es el pueblo de donde es usted?” El hombre lo miró y le dijo: ”Bueno, en mi pueblo todo el mundo es bien unido y siempre deseosos de ayudar al vecino. Dondequiera que uno va siempre lo reciben con Hola y Gracias. Realmente detesto tener que dejarlo. Me siento como si dejara a mi familia.” El anciano miró al hombre y dándole una sonrisa le dice: “¿Sabe? Hay un gran parecido con este pueblito.” La familia entró al auto, le dieron las gracias, se despidieron saludando con la mano y siguieron su camino.

Cuando la familia ya iba lejos, la nietecita miró a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, ¿cómo es que al primer hombre tú le dijiste que este pueblo era un sitio horrible para vivir y a la familia que también paró le diste a entender que era un lugar maravilloso.” Con mucho cariño, el abuelo miró los ojitos intrigados de su nietecita y le dijo: “No importa a donde te vayas, contigo se irán tus actitudes y toda tu manera de ser y eso es lo que hace que el lugar donde vivas sea terrible o sea maravilloso.”

De: Stories for the Heart. Compiladas por: Alice Gray

 

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