David sabía
que Dios tenía un plan para su vida y que a través de cada vivencia, cada
experiencia, cada circunstancia, El estaba como el alfarero, dándole forma,
tanto a David como al plan que tenía para con él. Y le pedía: "No desampares
la obra de tus manos" como queriéndole decir: Lo que comenzaste en mí ...
por favor, Señor, termínalo; no dejes tu obra inconclusa; continúa dando
forma a la obra de tus manos y cumple en mi vida tu
propósito.
En medio de TODA circunstancia
sea de la naturaleza que sea, tenemos que creer que: "El Señor cumplirá su propósito
en mí" y que el ambiente y las circunstancias que nos rodean, aunque no nos gusten,
son las propicias, las esenciales, las precisas; el terreno fértil y abonado para
que "ese propósito se cumpla en mí."
¿Realmente
anhelo que eso sea así? ¿Estoy dispuesta (o) a reconocer la presencia del
Señor en todos mis asuntos y a darle gracias en todo, aunque me cueste y aunque no lo
entienda? ¿Realmente he entendido que para que el Señor cumpla su propósito en mí
TENGO QUE PAGAR UN PRECIO; y que ese precio no es más alto que el
que EL PAGO POR MI, que si El se dió por mí yo me tengo que dar por El?
"Los que viven ya no
viven para sí, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos." (2Corintios 5:15)
Tu actitud ante las
experiencias diarias ¿es una manifestación de que entiendes que Dios está
formándote y preparándote para un propósito especial? ¿Deseas
que Dios cumpla Su propósito en tí? Digamos como el profeta Isaías en
su momento: "Heme
aquí, Señor, envíame a mí"
¡Mi
corazón, oh Dios, está dispuesto!

Si aún no has conocido al Señor, hoy es el día de salvación para ti.



|