“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de ustedes, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para darles el fin que esperan.” Jeremías 29:1

Antes de que el tiempo comenzara, Dios había expuesto su plan y propósito para nuestras vidas: bendición y prosperidad para sus hijos, no angustias ni sufrimientos. Este plan divino nos garantiza un presente y futuro positivo junto a una esperanza gloriosa de un día descansar y estar con Él eternamente.

Aunque algunas personas se consideran a sí mismas insignificantes, cada ser humano es importante y ocupa un lugar especial en el corazón y los pensamientos de Dios, y en eso está la vida de cada uno. El hombre fue creado para que se sometiera voluntariamente a Dios, y con eso en mente, Dios diseñó y ejecutó un plan que es perfecto para que, cada uno, en su momento, reciba de Él su oportunidad. Dios mismo vino y se hizo humano en la persona de Jesús, el Carpintero, y con ello completó su plan y propósito.

Solamente, en el sometimiento del hombre a Dios a través de Jesús, y solicitando su dirección, le serán dados a conocer sus planes para con la vida de cada cual, no importando para nada su intelecto, preparación académica, religión, o posición social. Como establece la porción bíblica en el principio de este artículo: “Los pensamientos de Dios para contigo y para conmigo no son para mal sino para nuestra  paz.”

Creámosle a Dios y rindámonos a Él, voluntariamente, porque en ese sometetimiento es que podemos entender su plan y su propósito.

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No estoy interesado en el pasado. Estoy interesado en hacer, hoy, la voluntad de Aquél que me creó y me salvó, y en mirar hacia el futuro prometedor que le aguarda a todo hijo de Dios, porque … es ahí en que espero invertir el resto de mi vida. “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Fil. 3:13-14

(Pensamiento)

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