Instruye al Niño

"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6). Alguien dijo en una ocasión que los recursos que se gastan en la educación de un niño evitará tener que utilizar mayores recursos en su rehabilitación. Hay mucha verdad en ésto.

¿Hay felicidad y gozo verdadero en la Navidad para nuestros niños? Es de gran importancia y relevancia que demos una contestación a esta pregunta. Los niños, en su gran mayoría, relacionan esta época, con juguetes, regalos, fiestas, diversión y como un receso de sus tareas escolares. Es eso lo que el mundo les ha enseñado.

Es tiempo de enseñarle la verdad, y qué es lo que significa la Navidad: Buenas nuevas de Dios para el hombre; que trae salvación, paz, temor a Dios para alcanzar sabiduría, respeto y amor al prójimo, obediencia y el deber de honrar a los padres y de que, sobre toda cosa tienen que guardar la pureza del corazón, porque de él mana la vida. Instruirle para que sepan que esta época, como se está viviendo, es pasajera, y que Dios está interesado en su eternidad, por lo que su vida debe ser edificada en los valores y fundamentos establecidos por el Gran Carpintero, Jesucristo el Señor.

Recuerdo cuando, en esta época, recibíamos uno o dos regalitos, pero nos duraban todo el año. En la actualidad hay niños que reciben tantos regalos que, algunos o la mayoría de ellos, son echados a un lado y ya no se acuerdan de ellos en buen tiempo o nunca más. No es que los regalos sean malos, pues son una manifestación de amor, pero si no regalamos tiempo para instruir y enseñar lo verdadero, nuestra futuras navidades seguirán perdiendo su verdadero significado.

El gozo y anhelo mío y del Carpintero Mayor, es ver a unos padres sacar y disponer, no ya de dinero, sino de tiempo y espacio para enseñar a sus hijos la verdadera Navidad; que hay un Todopoderoso Dios sobre todas las cosas, y aunque Su trono está en los cielos, se encarnó, tuvo una vida, muerte y resurrección, todo ello por amor al mundo.

Si hacemos esto podemos decir con mucha alegría y gozo como dijeron las huestes celestiales en la noche de la primera Navidad: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!

 

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