¿Eres Dios?

Poco después de finalizar la segunda guerra mundial, Europa comenzó a recoger los escombros. Gran parte del viejo continente había sido devastado; estaba hecho ruinas. Tal vez lo más triste era observar a los niños huérfanos hambrientos por las calles de esas ciudades destrozadas por la guerra.

Temprano en una mañana sumamente fría, un soldado americano regresaba al campamento en Londres. Al doblar en una esquina en el jeep en que viajaba, vió a un niñito con su nariz pegada al cristal de una repostería. Adentro, el repostero estaba dándole forma a una gran cantidad de donas. El niñito hambriento miraba en silencio, observando cada movimiento. El soldado paró su jeep, se bajó y caminó hacia donde estaba parado el niño. A través del cristal pudo ver los dulces que hacían la boca agua según los sacaban del horno humeando. El niño salivó y dejó escapar un pequeño gemido mientras observaba al repostero colocarlos en la vitrina muy cuidadosamente.

El corazón del soldado se le quería salir del pecho al observar a su lado al huerfanito sufriendo por causa del hambre.

-“Hijo… ¿quisieras algunos de esos?”

El niño se sobresaltó.

-“¡Oh sí, me gustaría!”

El americano entró y compró una docena de donas, las puso en una bolsa y regresó donde estaba el niñito en medio de la neblina fría de esa mañana en Londres. Sonrió, sacó la bolsa, y simplemente le dijo: -“Aquí estás.”

Cuando se viró para irse, sintió un jalón en su abrigo. Miró hacia atrás y escuchó al niño preguntarle, “Señor, ¿tú eres Dios?”

Por: Charles Swindoll

Stories for the Heart

No era Dios el soldado, pero sí, el que estaba detrás del gesto compasivo. Así hace en tantas ocasiones, no solamente para saciar el hambre física, sino también la espiritual. ¿En cuántas ocasiones nos ha movido para acercarnos a alguien que, en ese momento, está sufriendo de hambre y sed de Dios? La sensibilidad dispuesta hace la diferencia…


 

Dónde reside la Dignidad

Un carpintero tenía un hermano que era un músico famoso. Un día su hermano fue a visitarlo a la compañía constructora donde trabajaba. Al verlo el capataz le dijo al empleado:

-Debes estar orgulloso de tener un hermano famoso que el mundo entero conoce por su música. Enseguida quiso rectificar sus palabras pues pensó que quizá había menospreciado a su empleado y agregó con torpeza:

-Por supuesto, no todos en la familia pueden tener el mismo talento.

-Usted tiene razón. Mi hermano no sabe nada acerca de construir una casa. Tiene que contratar a otros para que le construyan la suya.

El músico, atento a lo que se decía sobre él, agregó:

-Tanto mi hermano como yo trabajamos con las manos. Yo sostengo un instrumento musical en las mías y él un martillo en las suyas.

No todos tenemos el llamado a transitar por la vida por el mismo camino. Si así fuera, ¡no cabe duda que encontraríamos muy concurrido nuestro sendero!

Booker T.Washington escribió en su libro, Desde la Esclavitud: “Hay tanta dignidad en labrar el campo como en escribir un poema. La dignidad reside en el corazón y en la actitud del hombre, no en la clase de trabajo que realiza.

Todo llamado es grande e importante si se lleva a cabo debidamente.

“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros siendo muchos somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.” Romanos 12:4-5

Por: Autor Desconocido

 


 

Regalo de Amor

Años atrás, un amigo mío castigó a su pequeña hija de tres años por malgastar un rollo de papel para envolver regalos. El dinero escaseaba en ese tiempo, y se puso furioso al ver que la niña trataba de envolver una caja para colocarla debajo del árbol de navidad.

A pesar del contratiempo, la niñita tomó el regalo al otro día y se lo dio a su padre mientras le decía: “Esto es para ti, Papi.” Él se sintió avergonzado por su reacción del día anterior pero, su ira volvió a salir al abrir la caja y ver que estaba vacía.

Le amonestó, “¿Tú no sabes que cuando se le da un regalo a alguien debe haber algo adentro?” La niñita, llorosa, lo miró y le dijo: “Papi, no está vacía, soplé besos en la caja y la llené de mi amor; todo para ti.”

El padre se desmoronó. Abrazó a su hijita y le imploró que lo perdonara. Me dijo mi amigo que mantuvo esa caja dorada al lado de su cama por años. Cada vez que se sentía frustrado, él sacaba un beso imaginario de la caja y recordaba el amor de la niña que lo puso allí.

En cierto sentido, a cada de uno de nosotros como padres, se nos ha dado un envase dorado lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos. No hay posesión más hermosa que cualquiera pudiera atesorar.

Por: James Dobson
From Home with a Heart


 

Mi Tesoro

En cierta ocasión vi una taza de té en una tienda de antiguedades con un diseño exquisito. En el momento me deslumbró y la compré. De ahí en adelante me dediqué a buscar, en diferentes lugares, las piezas restantes  para completar el juego, pero sin éxito. No encontré ni una sola pieza.

Justo cuando comenzaba a pensar que pudiera ser una pieza única, ¡se me sirvió té en una taza idéntica en casa de una amiga! Abrí los ojos asombrada y mi amiga me dijo: “¿No es bella? Compré el juego en una venta especial. Desafortunadamente, le falta una pieza.”

Guiñé mis ojos pues sabía que mi tesoro pronto tendría un nuevo hogar.

Por: Paul Kortepeter


 

Milagro de Navidad

En una navidad, años atrás, nuestra familia vivió una especie de milagro. Éramos muy pobres. Mi mamá se esforzaba pero, criando tres niños, se sentía que estaba peleando una batalla perdida. Ese año había sido muy duro, pues, no solamente no recibiríamos regalos, sino que tampoco teníamos para abrigos de invierno ni para comida.

Muy deprimida, mi mamá se fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos, y allí le dijo a todos cómo se sentía. Les dijo que para ella estaba siendo muy difícil permanecer fuerte y que ya se sentía agotada de tanto luchar. Todo lo que ella quería de ellos era sus oraciones y tener con quién desahogarse.

Cuando la reunión hubo terminado, un hombre se le acercó y le dio un abrazo. Le dijo que todo iba a estar bien y que lo más importante era que nunca dejara de orar y que nunca perdiera la fe. Él le tomó la mano y ella sintió unos papeles apretados entre sus manos. Creyendo ella que podía ser alguna pequeña ofrenda le dio las gracias.

Cuando él se fue, ella abrió su mano y encontró la cantidad de $300. Era lo suficiente para comprar comida, regalos y abrigos para la navidad. Miró a todos lados a ver si veía al hombre pero éste se había ido. Le preguntó a todos los que estaban en el lugar pero nadie había visto cuando el hombre la abrazó, y ni siquiera que lo hubieran visto en la reunión.

Jamás lo volvió a ver, pero éste, no sólo salvó nuestra navidad sino también la vida de mi mamá. Su bondad renovó sus esperanzas, fortaleció su fe, y tuvo un impacto en la vida de todos nosotros. Por eso… nunca pierdas la fe ni la esperanza; Dios siempre escucha la oración y, en su tiempo, también la contesta.

Por: Anónimo
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles

 

“Entonces me invocaréis y vendréis a Mi, y Yo los oiré.”
 Jeremías 9:12


 

El Legado de Papá

Tengo una cajita de madera con una asa en bronce, sencilla, sin adorno alguno ni terminación lustrosa, ni está forrada en su interior. Las esquinas no cuadran y las bisagras de la tapa están empezando a chirriar. Pero es, una caja especial.

De vez en cuando la abro. Al levantar la tapa, quedan al descubierto recuerdos que me llevan a otra época y a otro lugar. Hay chucherías y una carta que, para el mundo no tienen valor alguno, pero para mí, son tesoros invalorables. Esta caja me la regaló mi papá.

Una navidad, Papá hizo tres cajas para sus tres hijos. Él no era carpintero; algunas partes no están bien cortadas y las juntas no encajan a la perfección, pero para mí, un experimentado carpintero no lo hubiera hecho mejor. La perfección no está en su forma sino en la intención.

Mi caja fue hecha por manos callosas que conocían el trabajo duro, una mente que sabía lo que era la responsabilidad y un corazón que me amaba. En su interior, mi padre colocó una carta dirigida a mí. Ésta nunca será publicada o nominada para premio literario alguno. Es una simple carta que expresa la ternura que a mi papá se le hacía difícil enunciar verbalmente. En ella manifiesta su orgullo y amor por mí. De la  manera que sabía hacerlo, me decía que era feliz de tenerme como hijo.

Papá murió unos días después de aquella navidad. No dejó mucho dinero ni una casa grande; me dejó esa caja sencilla con un simple mensaje, pero, con ella… me dejó su amor. A medida que pasan los años, esa caja ha ido adquiriendo más valor para mí. He llegado a percatarme de lo que en realidad simboliza. Es un recordatorio de que sólo los regalos del corazón tienen valor duradero.

Los lados lijados y barnizados representan el duro trabajo y la perseverancia con que debo luchar. La dureza de la madera simboliza la fortaleza necesaria para vencer las dificultades. Los defectos me demuestran que la perfección no está en la apariencia externa. Y, como la carta que guarda en su interior, la caja revela que la calidez y el amor, salen de adentro… del corazón.

Yo también tengo algunos bordes ásperos y juntas no muy bien encuadradas, pero, así como la amorosa carta llena el interior de la caja, sé que el perfecto amor de Dios me llena, haciendo de mí una pieza única.

Tomado de: Historias de Aliento para el corazón de la Familia


 

¿Para qué simular?

Un emperador convocó a todos los solteros del reino pues era tiempo de buscar esposo a su hija.  Todos los jóvenes asistieron, y el rey les dijo: “Les voy a dar una semilla diferente a cada uno. Al cabo de seis meses deberán traerme en un tiesto la planta que haya crecido, y la más bella ganará la mano de mi hija y por ende, el reino.”Entre ellos había un joven que plantó su semilla y ésta nunca llegó a germinar. Mientras tanto, los demás participantes del singular torneo no paraban de hablar y  mostrar las hermosas plantas y flores que iban apareciendo en sus tiestos.

Llegaron los 6 meses y todos los jóvenes comenzaron a desfilar hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas. Nuestro héroe estaba muy triste pues su semilla nunca llegó a dar señales de vida, por lo que ni siquiera quería presentarse en el palacio. Sin embargo sus amigos y familiares lo animaron e insistieron tanto, que tomando valor, decidió culminar la competencia mostrando con sinceridad el fruto de su semilla.

Todos hablaban de sus plantas, y al ver a nuestro amigo con el tiesto vacío empezaron a burlarse. En ese momento el alboroto fue interrumpido por la entrada del rey. Todos hicieron sus respectivas reverencias mientras el soberano se paseaba entre ellos admirando los resultados.

Finalizada la inspección, se acercó a su hija y llamó, de entre todos, al joven cuyo tiesto estaba vacío. Atónitos y confundidos, todos esperaban la explicación de aquella acción, para ellos, incomprensible. El rey dijo entonces: “Este es el nuevo heredero al trono que se casará con mi hija, pues a todos ustedes se les dió una semilla estéril y todos trataron de engañarme plantando otras semillas, pero este joven trajo la más hermosa de todas las plantas… la virtud de la honestidad. Tuvo el valor de presentarse y mostrar su tiesto vacío, siendo sincero, genuino, real y valiente, cualidades que deben distinguir al esposo y futuro rey que mi hija se merece.”

Cuando nos acerquemos al Señor mostrémonos tal y como somos. A Él no lo podemos engañar, Él ya nos conoce. ¿Para qué simular?

“Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado,
ni secreto que no haya de descubrirse.” Marcos 4:22

Por: Autor Desconocido

Más Vivencias... ►►

 

 

Free Hit Counters


Copyright ©  Maran-ata.Net - Derechos Reservados

 Online Users