Presté a mi Hijo en Navidad

¿Habrá un lugar donde podamos tomar prestado a un niñito de 3 a 4 años de edad por el tiempo de la Navidad? Tenemos una casa hermosa y lo cuidaremos muy bien, y lo devolveremos sano y salvo. Nosotros teníamos un niñito, pero no pudo quedarse y ¡o echamos tanto de menos cuando llega la Navidad. -N. Muller

Mientras leía en el periódico local el reclamo que aparece arriba, algo me sucedió. Por primera vez desde el fallecimiento de mi esposo, pensé en la tristeza como parte de la vida de otra persona .

Unos meses atrás, recibí noticia de Washington comunicándome que mi esposo había muerto en servicio. Llena de tristeza y amargura, tomé a mi hijito y me regresé al pueblo donde nací. Me fui a trabajar para sostener a mi hijo y el tiempo me había ayudado a borrar algunas heridas en mi corazón. Pero había ocasiones especiales en que el dolor volvía a tocarme y la soledad me envolvía.

En esa Navidad en particular, la tristeza empezaba a asomarse cuando mis ojos se posaron en la columna del periódico donde aparecía el anuncio. “Nosotros teníamos un niñito, pero no pudo quedarse, y lo echamos tanto de menos…”

Yo también sabía lo que era extrañar a alguien, pero, por lo menos,  yo tenía a mi hijito conmigo Yo sabía cuán opaco se torna el resplandor de la Navidad a menos que vea el brillo que produce el gozo en los ojos de un niño.

Contesté el anuncio comunicándome con la persona. El que lo escribió y envió al periódico era un hombre viudo quien vivía con su mamá. Había perdido a su querida esposa y a su hijito durante el mismo año.

Esa Navidad, mi hijo y yo compartimos con ellos y disfrutamos de un día hermoso y lleno de gozo. Aún sin conocernos, nos unimos en una causa, y encontramos una felicidad que dudamos que fuera a repetirse jamás.

Pero la mejor parte es que este gozo llegó para quedarse a través de los años y por todas las navidades desde entonces. Pues, sabrán, que el hombre que escribió aquella carta, unos meses después, se convirtió en mi esposo.

Por: Mrs. N. H. Muller

            Quiero ese...

Escuché cierta historia sobre un granjero que tenía unos cachorritos para la venta. Hizo un rótulo para anunciarlos y lo clavó en un poste a la orilla de su patio. Mientras insertaba el clavo en el rótulo sintió que lo halaban por su pantalón. Vió que era un niñito con una amplia sonrisa en su ros-tro y algo en su mano.

-“Señor,” -le dijo- “deseo comprar uno de sus perritos.”

-“Bueno,” –dijo el granjero- “Estos cachorros son de padres de raza muy fina y cuestan bastante.

El niño bajó la cabeza por un momento, y volvió a mirar al granjero y le dijo, -“Tengo 39 centavos. ¿Será suficiente para ir a verlos?”

-“Claro,” –dijo el granjero. En eso silbó y llamó: -“Dolly, ven aquí, Dolly.” De la casita de los perros salió Dolly seguida por cuatro bolitas de lana. Los ojitos del niño brillaban de alegría.

Un rato más tarde salió otro perrito de la casita; éste notablemente más pequeño. Se deslizó por la rampa y comenzó a cojear en un intento inútil de alcanzar al resto. El cachorro era claramente la mancha de las crías.

El niñito pegó su cara a la verja y gritó, -“Quiero ese,” –señalando al cojito.

El granjero se arrodilló y le dijo, -“Hijo, no creo que quieras ese cachorro. El nunca podrá correr ni jugar contigo como a ti te gustaría.”

El niño se dobló y lentamente se subió una pata del pantalón. Al hacerlo dejó al descubierto una abrazadera de metal en ambos lados de su pierna agarrada a un zapato especial. Mirando hacia arriba al granjero, le dijo,

-“Ve, señor, yo mismo no puedo correr muy bien, y él va a necesitar de alguien que lo entienda.”

Por: Charles Stanley

“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.” Mateo 18:3-4

            ¿Verja o Puente?

Dos hermanos que vivían en fincas colindantes entraron en conflicto… el primer distanciamiento serio en 40 años de laborar juntos, compartir maquinaria e intercambiar labores y víveres según necesitaban, sin reparo alguno. La colaboración de tanto tiempo se desmoronó. Comenzó con un malentendido, se tornó en una diferencia de grandes proporciones y finalmente estalló en un intercambio de palabras ofensivas seguido de semanas de silencio.

Una mañana tocaron a la puerta de la casa de John, el hermano mayor. Al abrir, había un hombre con una caja de herramientas de carpintero.

-Estoy buscando trabajo por unos días, -le dijo el hombre- A lo mejor tiene usted alguna tarea que yo pudiera realizar. ¿Podría ayudarle?

-Sí, dijo John- Seguro que tengo un trabajo para usted. Mire el riachuelo en esa finca. Es de mi vecino, de hecho, es mi hermano menor. La semana pasada había una pradera entre nosotros, mas recientemente usó su máquina de excavar en el dique del río y ahora hay un riachuelo entre nosotros. Seguramente lo hizo para fastidiarme pero, yo le tengo una mejor. ¿Ve usted ese montón de madera cerca del granero? Quiero que me levante una verja de 8 pies de manera que no vuelva a ver más ni su sitio ni su cara.

El carpintero dijo: -Creo que comprendo la situación. Consígame los clavos y el martillo y le haré un trabajo que le agrade.

John tenía que ir al pueblo a algunas diligencias por lo que le ayudó al carpintero a organizar los materiales y salió hasta la tarde. El carpintero trabajó duro todo el día—midiendo, cortando y clavando. Como a la puesta del sol cuando regresó el granjero, ya el carpintero había concluído su tarea.

Los ojos de John se abrieron desmesuradamente al ver que allí no había ninguna verja. ¡Lo que había era un puente… un puente que cruzaba de un lado al otro del riachuelo! Una hermosa obra, con pasamanos y todo. Su vecino y hermano menor, venía hacia ellos con su mano extendida.

-Hermano, eres tremendo sujeto, ¡construir este puente después de todo lo que yo te he dicho y hecho!

Los dos hermanos se pararon en cada extremo del puente, y luego se encontraron en el medio, tomándose las manos fuertemente. Se voltearon y vieron al carpintero echándose la caja de herramientas sobre su hombro.

-¡No, espere! Quédese algunos días. Tengo muchos otros proyectos para usted, -dijo el hermano mayor.

-Me gustaría quedarme, -dijo el carpintero- pero tengo muchos más  puentes que construir.                                                                          

 Autor Desconocido

AGRADECIMIENTO

Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado.

Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.”

Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”.

Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital.

Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo.

Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido.

Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.”  Mi lema desde entonces ha sido:

 “La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO".

“Y  todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23

Por: Davy Jones

El Regalo Perfecto

Recuerdo que de niño acostumbraba, en el día de Navidad, bajar corriendo la escalera hasta llegar donde estaba el árbol y mirar entre los regalos para ver cuál era el más grande. Siempre creí que dentro de la caja más grande se hallaba el regalo mejor y más caro.

Pero según el tiempo ha ido trabajando en la mente y alma de un joven, he aprendido que cada uno de los regalos es especial, único y de mucho significado. De hecho, los regalos que más yo recuerdo son aquellos que han salido del corazón, como uno de los abrigos y bufandas que ha tejido con sus manos mi madre. Lo más importante no es el regalo en sí, sino mas bien el pensamiento que está detrás y la intención con que se ofrece.

En esta Navidad ya he sido más que bendecido al recibir el regalo más valioso del mundo, mi novia Angela. Sé que el verdadero significado de la Navidad se encuentra en la palabra “dar.” Me he prometido a mí mismo buscar y encontrar el regalo más hermoso para la chica más hermosa.

Pasé muchos días buscando en las tiendas y en numerosos catálogos, pero nada me convencía. A medida que la Navidad se iba aproximando me cuestionaba si al fin encontraría ese regalo “perfecto.” Decidí probar en el centro comercial de la localidad una vez más por si había pasado por alto alguna tienda o hubieran colocado nueva mercancía en los estantes. Pero según pasaba de una tienda a otra, nada llamaba mi atención. Sintiéndome algo frustrado, me dirigí lentamente hacia la salida, pero, antes de llegar a la puerta, de súbito encontré lo que había estado buscando.

No, este regalo no lo encontré en una tienda de artículos costosos y llamativos, no requiere una envoltura de hermoso papel navideño adornado con cintas y lazos. De hecho, este regalo no tiene un recibo de compra ni tiene que ser devuelto. Entonces, ¿dónde encontré esta maravilla, y más impor-tante que todo, qué cosa es?

Lo encontré en la mirada de una pareja de ancianos tomados de la mano, lo escuché en las palabras juguetonas entre un abuelo y su nieto, y lo vi en la actitud de una orgullosa mamá primeriza.

Sí, el regalo es AMOR. Por lo tanto: “Angela, en esta Navidad yo te ofrezco mi AMOR y espero lo conserves por siempre.” ¡Feliz Navidad, TE AMO!

Por: Joseph M. Rebecky

El Pequeño y el Grande

David era un pastorcito que se enfrentó a Goliat, el gigante filisteo. Su enorme oponente estaba armado y bien preparado para el combate. Goliat había participado en muchas batallas. Era guerrero y por lo general, confiaba en su altura y ferocidad para ganar las batallas antes que se sacaran las armas. Era el símbolo filisteo de la fuerza física.

Risas burlonas se oyeron por el campo de batalla cuando ese poderoso y enorme guerrero se enfrentó al jovencito. ¿Cómo era posible? Seguramente que Goliat lo vencería. Era el más fuerte y el mejor entre los filisteos.

¿Qué traía David a la batalla? Era un muchacho sin preparación para la guerra y no sabía usar armas. No contaba con posibilidad alguna. Era demasiado joven por lo que su gente esperaba otro desastre.

Mientras Goliat se burlaba de Dios, David adoraba al Señor. Goliat festejaba su segura victoria; David le pedía a Dios un milagro. Goliat confiaba en su tamaño y en su fuerza; David, aunque pequeño, confiaba en Alguien mucho más grande y poderoso. Una piedrecita acabó con el gigante. Aquel que se creía grande, fuerte e invencible fue humillado por un chico joven, débil, sin experiencia en la guerra y desarmado. Así obra Dios y así respalda a los que en Él confían.

Por miles de años, las pequeñas semillas plantadas en la oscura y fría tierra han dado fruto, han hecho crecer altos árboles y han dado variedad de flores. La fe siembra una semilla y espera la cosecha. David arrojó una piedrecita y alcanzó la victoria por la fe y confianza depositada en Aquél que nunca le había fallado, el Todopoderoso Dios.

"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de Aquél que nos amó."   Romanos 8:37

 

            Amor que salva

Recuerdo a un hombre de Nuevo Méjico a quien llamaban “el guerrero Thompson.” Cuando lo conocí me lo presentaron como el mejor hombre de Méjico.” Estuve hablando con él en cierta esquina y me contó su historia:

“Hace pocos años yo era propietario de esta taberna –y la señaló con el dedo, en la misma esquina. En la parte frontal había un bar y en el interior tenía una sala de juego; los peores hombres de la ciudad ganaban y perdían allí miles de dólares. En el primer piso había una casa de mala nota y yo era culpable de ello.

En cierta ocasión me fui de vacaciones a Chicago donde vi a una hermosa joven de la que me enamoré repentinamente. Procuré tener su amistad y ella respondió a mi amor. En treinta días nos casamos y la traje a esta ciudad como mi esposa. Tengo una hermosa casa decente en las afueras. La traje allí y le conté de qué modo hacía yo mi fortuna; pero ella no dejó de amarme.

Muchas noches volvía de mi infame negocio completamente borracho y lastimaba su corazón; pero ella nunca perdió su buen ánimo y paciencia. Noche tras noche me atendía como a un niño borracho hasta que volvía a estar sobrio por la mañana. Esa actitud de ella me quebrantaba.

Una mañana salí de casa decidido; vendí mi negocio y por primera vez en muchos meses volví a la casa sobrio. Busqué a mi esposa para darle la noticia, en la sala de estar, en el dormitorio y en la cocina. Finalmente la hallé en el cuarto de baño arrodillada y, al entrar sin hacer ruido, pude oir su oración. Luego me dijo que por tres años pasaba una hora cada día en ese lugar orando por mí.

Caí a su lado de rodillas y di mi corazón a Jesucristo. Desde entonces he vivido por Dios y su reino. El amor de mi esposa me atrajo al amor de Jesucristo, y ese divino amor redimió mi alma.”

Autor Desconocido

             REGALO DE AMOR

Años atrás, un amigo mío castigó a su pequeña hija de tres años por malgastar un rollo de papel para envolver regalos. El dinero escaseaba en ese tiempo, y se puso furioso al ver que la niña trataba de envolver una caja para colocarla debajo del árbol de navidad.

A pesar del contratiempo, la niñita tomó el regalo al otro día y se lo dio a su padre mientras le decía: “Esto es para ti, Papi.” Él se sintió avergonzado por su reacción del día anterior pero, su ira volvió a salir al abrir la caja y ver que estaba vacía.

Le amonestó, “¿Tú no sabes que cuando se le da un regalo a alguien debe haber algo adentro?” La niñita, llorosa, lo miró y le dijo: “Papi, no está vacía, soplé besos en la caja y la llené de mi amor; todo para ti.”

El padre se desmoronó. Abrazó a su hijita y le imploró que lo perdonara. Me dijo mi amigo que mantuvo esa caja dorada al lado de su cama por años. Cada vez que se sentía frustrado, él sacaba un beso imaginario de la caja y recordaba el amor de la niña que lo puso allí.

En cierto sentido, a cada de uno de nosotros como padres, se nos ha dado un envase dorado lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos. No hay posesión más hermosa que cualquiera pudiera atesorar.

Por: James Dobson
From Home with a Heart

             MILAGRO DE NAVIDAD

En una navidad, años atrás, nuestra familia vivió una especie de milagro. Éramos muy pobres. Mi mamá se esforzaba pero, criando tres niños, se sentía que estaba peleando una batalla perdida. Ese año había sido muy duro, pues, no solamente no recibiríamos regalos, sino que tampoco teníamos para abrigos de invierno ni para comida.

Muy deprimida, mi mamá se fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos, y allí le dijo a todos cómo se sentía. Les dijo que para ella estaba siendo muy difícil permanecer fuerte y que ya se sentía agotada de tanto luchar. Todo lo que ella quería de ellos era sus oraciones y tener con quién desahogarse.

Cuando la reunión hubo terminado, un hombre se le acercó y le dio un abrazo. Le dijo que todo iba a estar bien y que lo más importante era que nunca dejara de orar y que nunca perdiera la fe. Él le tomó la mano y ella sintió unos papeles apretados entre sus manos. Creyendo ella que podía ser alguna pequeña ofrenda le dio las gracias.

Cuando él se fue, ella abrió su mano y encontró la cantidad de $300. Era lo suficiente para comprar comida, regalos y abrigos para la navidad. Miró a todos lados a ver si veía al hombre pero éste se había ido. Le preguntó a todos los que estaban en el lugar pero nadie había visto cuando el hombre la abrazó, y ni siquiera que lo hubieran visto en la reunión.

Jamás lo volvió a ver, pero éste, no sólo salvó nuestra navidad sino también la vida de mi mamá. Su bondad renovó sus esperanzas, fortaleció su fe, y tuvo un impacto en la vida de todos nosotros. Por eso… nunca pierdas la fe ni la esperanza; Dios siempre escucha la oración y, en su tiempo, también la contesta.

Por: Anónimo
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles

            ¿ERES DIOS?

Poco después de finalizar la segunda guerra mundial, Europa comenzó a recoger los escombros. Gran parte del viejo continente había sido devastado; estaba hecho ruinas. Tal vez lo más triste era observar a los niños huérfanos hambrientos por las calles de esas ciudades destrozadas por la guerra.

Temprano en una mañana sumamente fría, un soldado americano regresaba al campamento en Londres. Al doblar en una esquina en el jeep en que viajaba, vió a un niñito con su nariz pegada al cristal de una repostería. Adentro, el repostero estaba dándole forma a una gran cantidad de donas. El niñito hambriento miraba en silencio, observando cada movimiento. El soldado paró su jeep, se bajó y caminó hacia donde estaba parado el niño. A través del cristal pudo ver los dulces que hacían la boca agua según los sacaban del horno humeando. El niño salivó y dejó escapar un pequeño gemido mientras observaba al repostero colocarlos en la vitrina muy cuidadosamente.

El corazón del soldado se le quería salir del pecho al observar a su lado al huerfanito sufriendo por causa del hambre.

-“Hijo… ¿quisieras algunos de esos?”

El niño se sobresaltó.

-“¡Oh sí, me gustaría!”

El americano entró y compró una docena de donas, las puso en una bolsa y regresó donde estaba el niñito en medio de la neblina fría de esa mañana en Londres. Sonrió, sacó la bolsa, y simplemente le dijo: -“Aquí estás.”

Cuando se viró para irse, sintió un jalón en su abrigo. Miró hacia atrás y escuchó al niño preguntarle, “Señor, ¿tú eres Dios?”

Por: Charles Swindoll
Stories for the Heart

UN SENDERO DE LUZ

"Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino"
Salmo 119:105

Muchos jardines están iluminados con pequeños faroles, los cuales alumbran lo suficiente como para que la gente no tropiece en el camino. En una oportunidad visité un jardín en San Agustín, FL, E.U., en el cual pequeñas lucecitas blancas iluminaban una glorieta. La romántica atmósfera se completaba con grandes y frondosos árboles iluminados con guirnaldas de luces que resplandecían como diamantes.

Hasta la luz más pequeña colocada en el lugar estratégico puede iluminar un gran sector. Esto es lo que sucede en el museo de Israel, en la sala en honor a los niños que fueron asesinados en el holocausto. Hay solamente seis velas que alumbran la sala. ¿Cómo es posible? Porque están estratégicamente colocadas delante de varios espejos en ángulo, que multiplican la luz de las llamas e iluminan toda la sala.

Alrededor del año 1800, un monje llamado Walter Denham, de Bélgica, colocó una vela encima de sus gastados zapatos de cuero. Luego, con las velas encendidas, podía atravesar la fría y oscura abadía de piedra dando un paso a la vez.

Tal vez te encuentres en medio de oscuras circunstancias, ya sea que no puedes controlar, o debido a un hábito que no puedes dejar. Quizás te sientas solo y vacío. De la misma manera en que Walter usó las velas para alumbrar su camino, tú también puedes encontrar tu camino espiritual.

¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu camino? Confíar en la ayuda de Dios es como tomar una lámpara en la oscuridad. Como la luz del amanecer disipa la oscuridad de la noche, la Palabra de Dios muestra la oscuridad de nuestro corazón e ilumina la verdad de que tenemos un Padre celestial que nos ama y nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del mundo.

La oscuridad es la ausencia de luz; y como Dios es luz, en Él no hay tinieblas algunas.

EL QUE TIENE A DIOS, LO TIENE TODO

Esta era una familia que no era ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña, pero acogedora, casa de campo. Una noche, mientras se sentaban juntos para cenar, alguien tocó a la puerta. El padre se levantó para ver de quién se trataba.

Ahí estaba un hombre viejo con ropa destartalada, pantalones gastados y sin botones; cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Para que se fuera rápido, ellos aceptaron.

Las visitas del hombre se repitieron y con el pasar del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron muy amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Se enteraron que él era ciego, pero era tan amigable, que esperaban ansiosamente su llegada para dialogar y disfrutar de su compañía.

Un día, mientras entregaba las verduras, les dijo:

- ¡Ayer recibí la más grande bendición! Encontré una canasta llena de ropa que alguien me dejó frente a la puerta de mi casa. La familia, viendo la condición de su ropa y la necesidad que tenía de ella, dijo:

-¡Qué maravilloso! ¡Cuánto nos alegramos!

El hombre viejo y ciego, pero con un rostro que brillaba de alegría, dijo:

-La parte más maravillosa de todo esto es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa. La necesitaba más que yo…

Recuerda, la felicidad no depende de lo que tienes. Más importante que eso es tener corazón humilde y generoso. El que tiene a Dios, lo tiene todo, por lo que es feliz haciendo felices a otros.

Por: Autor Desconocido

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"He aqui os doy nuevas de gran gozo:
Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es CRISTO el Señor."
Lucas 2:10-11

 

 


 

 

Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz


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