MILAGRO DE NAVIDAD
En una navidad, años atrás, nuestra familia vivió una especie de milagro. Éramos muy pobres. Mi mamá se esforzaba pero, criando tres niños, se sentía que estaba peleando una batalla perdida. Ese año había sido muy duro, pues, no solamente no recibiríamos regalos, sino que tampoco teníamos para abrigos de invierno ni para comida.
Muy deprimida, mi mamá se fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos, y allí le dijo a todos cómo se sentía. Les dijo que para ella estaba siendo muy difícil permanecer fuerte y que ya se sentía agotada de tanto luchar. Todo lo que ella quería de ellos era sus oraciones y tener con quién desahogarse.
Cuando la reunión hubo terminado, un hombre se le acercó y le dio un abrazo. Le dijo que todo iba a estar bien y que lo más importante era que nunca dejara de orar y que nunca perdiera la fe. Él le tomó la mano y ella sintió unos papeles apretados entre sus manos. Creyendo ella que podía ser alguna pequeña ofrenda le dio las gracias.
Cuando él se fue, ella abrió su mano y encontró la cantidad de $300. Era lo suficiente para comprar comida, regalos y abrigos para la navidad. Miró a todos lados a ver si veía al hombre pero éste se había ido. Le preguntó a todos los que estaban en el lugar pero nadie había visto cuando el hombre la abrazó, y ni siquiera que lo hubieran visto en la reunión.
Jamás lo volvió a ver, pero éste, no sólo salvó nuestra navidad sino también la vida de mi mamá. Su bondad renovó sus esperanzas, fortaleció su fe, y tuvo un impacto en la vida de todos nosotros. Por eso… nunca pierdas la fe ni la esperanza; Dios siempre escucha la oración y, en su tiempo, también la contesta.
Por: Anónimo
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles
¿VERJA O PUENTE?
Dos hermanos que vivían en fincas colindantes entraron en conflicto… el primer distanciamiento serio en 40 años de laborar juntos, compartir maquinaria e intercambiar labores y víveres según necesitaban, sin reparo alguno. La colaboración de tanto tiempo se desmoronó. Comenzó con un malentendido, se tornó en una diferencia de grandes proporciones y finalmente estalló en un intercambio de palabras ofensivas seguido de semanas de silencio.
Una mañana
tocaron a la
puerta de la
casa de John, el
hermano mayor.
Al abrir, había
un hombre con
una caja de
herramientas de
carpintero.
-Estoy buscando
trabajo por unos
días, -le dijo
el hombre- A lo
mejor tiene
usted alguna
tarea que yo
pudiera
realizar.
¿Podría
ayudarle?
-Sí, dijo John-
Seguro que tengo
un trabajo para
usted. Mire el
riachuelo en esa
finca. Es de mi
vecino, de
hecho, es mi
hermano menor.
La semana pasada
había una
pradera entre
nosotros, mas
recientemente
usó su máquina
de excavar en el
dique del río y
ahora hay un
riachuelo entre
nosotros.
Seguramente lo
hizo para
fastidiarme
pero, yo le
tengo una mejor.
¿Ve usted ese
montón de madera
cerca del
granero? Quiero
que me levante
una verja de 8
pies de manera
que no vuelva a
ver más ni su
sitio ni su
cara.
El carpintero
dijo: -Creo que
comprendo la
situación.
Consígame los
clavos y el
martillo y le
haré un trabajo
que le agrade.
John tenía que
ir al pueblo a
algunas
diligencias por
lo que le ayudó
al carpintero a
organizar los
materiales y
salió hasta la
tarde. El
carpintero
trabajó duro
todo el
día—midiendo,
cortando y
clavando. Como a
la puesta del
sol cuando
regresó el
granjero, ya el
carpintero había
concluído su
tarea.
Los ojos de John
se abrieron
desmesuradamente
al ver que allí
no había ninguna
verja. ¡Lo que
había era un
puente… un
puente que
cruzaba de un
lado al otro del
riachuelo! Una
hermosa obra,
con pasamanos y
todo. Su vecino
y hermano menor,
venía hacia
ellos con su
mano extendida.
-Hermano, eres
tremendo sujeto,
¡construir este
puente después
de todo lo que
yo te he dicho y
hecho!
Los dos hermanos
se pararon en
cada extremo del
puente, y luego
se encontraron
en el medio,
tomándose las
manos
fuertemente. Se
voltearon y
vieron al
carpintero
echándose la
caja de
herramientas
sobre su hombro.
-¡No, espere!
Quédese algunos
días. Tengo
muchos otros
proyectos para
usted, -dijo el
hermano mayor.
-Me gustaría
quedarme, -dijo
el carpintero-
pero tengo
muchos más
puentes que
construir.
Autor
Desconocido
EL REGALO PERFECTO
Recuerdo
que de niño
acostumbraba, en
el día de
Navidad, bajar
corriendo la
escalera hasta
llegar donde
estaba el árbol
y mirar entre
los regalos para
ver cuál era el
más grande.
Siempre creí que
dentro de la
caja más grande
se hallaba el
regalo mejor y
más caro.
Pero según el
tiempo ha ido
trabajando en la
mente y alma de
un joven, he
aprendido que
cada uno de los
regalos es
especial, único
y de mucho
significado. De
hecho, los
regalos que más
yo recuerdo son
aquellos que han
salido del
corazón, como
uno de los
abrigos y
bufandas que ha
tejido con sus
manos mi madre.
Lo más
importante no es
el regalo en sí,
sino mas bien el
pensamiento que
está detrás y la
intención con
que se ofrece.
En esta Navidad
ya he sido más
que bendecido al
recibir el
regalo más
valioso del
mundo, mi novia
Angela. Sé que
el verdadero
significado de
la Navidad se
encuentra en la
palabra “dar.”
Me he prometido
a mí mismo
buscar y
encontrar el
regalo más
hermoso para la
chica más
hermosa.
Pasé muchos días
buscando en las
tiendas y en
numerosos
catálogos, pero
nada me
convencía. A
medida que la
Navidad se iba
aproximando me
cuestionaba si
al fin
encontraría ese
regalo
“perfecto.”
Decidí probar en
el centro
comercial de la
localidad una
vez más por si
había pasado por
alto alguna
tienda o
hubieran
colocado nueva
mercancía en los
estantes. Pero
según pasaba de
una tienda a
otra, nada
llamaba mi
atención.
Sintiéndome algo
frustrado, me
dirigí
lentamente hacia
la salida, pero,
antes de llegar
a la puerta, de
súbito encontré
lo que había
estado buscando.
No, este regalo
no lo encontré
en una tienda de
artículos
costosos y
llamativos, no
requiere una
envoltura de
hermoso papel
navideño
adornado con
cintas y lazos.
De hecho, este
regalo no tiene
un recibo de
compra ni tiene
que ser
devuelto.
Entonces, ¿dónde
encontré esta
maravilla, y más
impor-tante que
todo, qué cosa
es?
Lo encontré en
la mirada de una
pareja de
ancianos tomados
de la mano, lo
escuché en las
palabras
juguetonas entre
un abuelo y su
nieto, y lo vi
en la actitud de
una orgullosa
mamá primeriza.
Sí, el regalo
es AMOR. Por lo
tanto: “Angela,
en esta Navidad
yo te ofrezco mi
AMOR y espero lo
conserves por
siempre.” ¡Feliz
Navidad, TE AMO!
Por: Joseph M.
Rebecky
QUIERO ESE...
Escuché
cierta historia
sobre un
granjero que
tenía unos
cachorritos
para
la
venta.
Hizo un rótulo
para anunciarlos
y lo clavó en un
poste a la
orilla
de
su patio.
Mientras
insertaba el
clavo en el
rótulo sintió
que lo halaban
por
su pantalón. Vió
que era un
niñito con una
amplia sonrisa
en su ros-tro y
algo en su mano.
-“Señor,” -le
dijo- “deseo
comprar uno de
sus perritos.”
-“Bueno,” –dijo
el granjero-
“Estos cachorros
son de padres de
raza muy fina y
cuestan
bastante.
El niño bajó la
cabeza por un
momento, y
volvió a mirar
al granjero y le
dijo, -“Tengo 39
centavos. ¿Será
suficiente para
ir a verlos?”
-“Claro,” –dijo
el granjero. En
eso silbó y
llamó: -“Dolly,
ven aquí,
Dolly.” De la
casita de los
perros salió
Dolly seguida
por cuatro
bolitas de lana.
Los ojitos del
niño brillaban
de alegría.
Un rato más
tarde salió otro
perrito de la
casita; éste
notablemente más
pequeño. Se
deslizó por la
rampa y comenzó
a cojear en un
intento inútil
de alcanzar al
resto. El
cachorro era
claramente la
mancha de las
crías.
El niñito pegó
su cara a la
verja y gritó,
-“Quiero ese,”
–señalando al
cojito.
El granjero se
arrodilló y le
dijo, -“Hijo, no
creo que quieras
ese cachorro. El
nunca podrá
correr ni jugar
contigo como a
ti te gustaría.”
El niño se dobló
y lentamente se
subió una pata
del pantalón. Al
hacerlo dejó al
descubierto una
abrazadera de
metal en ambos
lados de su
pierna agarrada
a un zapato
especial.
Mirando hacia
arriba al
granjero, le
dijo,
-“Ve, señor, yo
mismo no puedo
correr muy bien,
y él va a
necesitar de
alguien que lo
entienda.”
Por: Charles
Stanley
“De cierto os
digo, que si no
os volvéis y os
hacéis como
niños, no
entraréis en el
reino de los
cielos. Así que,
cualquiera que
se humille como
este niño, ése
es el mayor en
el reino de los
cielos.” Mateo
18:3-4
AMOR QUE SALVA
Recuerdo a un hombre de Nuevo Méjico a quien llamaban “el guerrero Thompson.” Cuando lo conocí me lo presentaron como el mejor hombre de Méjico.” Estuve hablando con él en cierta esquina y me contó su historia:
“Hace pocos años
yo era
propietario de
esta taberna –y
la señaló con el
dedo, en la
misma esquina.
En la parte
frontal había un
bar y en el
interior tenía
una sala de
juego; los
peores hombres
de la ciudad
ganaban y
perdían allí
miles de
dólares. En el
primer piso
había una casa
de mala nota y
yo era culpable
de ello.
En cierta
ocasión me fui
de vacaciones a
Chicago donde vi
a una hermosa
joven de la que
me enamoré
repentinamente.
Procuré tener su
amistad y ella
respondió a mi
amor. En treinta
días nos casamos
y la traje a
esta ciudad como
mi esposa. Tengo
una hermosa casa
decente en las
afueras. La
traje allí y le
conté de qué
modo hacía yo mi
fortuna; pero
ella no dejó de
amarme.
Muchas noches
volvía de mi
infame negocio
completamente
borracho y
lastimaba su
corazón; pero
ella nunca
perdió su buen
ánimo y
paciencia. Noche
tras noche me
atendía como a
un niño borracho
hasta que volvía
a estar sobrio
por la mañana.
Esa actitud de
ella me
quebrantaba.
Una mañana salí
de casa
decidido; vendí
mi negocio y por
primera vez en
muchos meses
volví a la casa
sobrio. Busqué a
mi esposa para
darle la
noticia, en la
sala de estar,
en el dormitorio
y en la cocina.
Finalmente la
hallé en el
cuarto de baño
arrodillada y,
al entrar sin
hacer ruido,
pude oir su
oración. Luego
me dijo que por
tres años pasaba
una hora cada
día en ese lugar
orando por mí.
Caí a su lado de
rodillas y di mi
corazón a
Jesucristo.
Desde entonces
he vivido por
Dios y su reino.
El amor de mi
esposa me atrajo
al amor de
Jesucristo, y
ese divino amor
redimió mi
alma.”
Autor
Desconocido
REGALO DE AMOR
A ños atrás, un amigo mío
castigó a su pequeña hija de tres años
por malgastar un rollo de papel para
envolver regalos. El dinero escaseaba en
ese tiempo, y se puso furioso al ver que
la niña trataba de envolver una caja
para colocarla debajo del árbol de
navidad.
A pesar del contratiempo, la niñita tomó el regalo al otro día y se lo dio a su padre mientras le decía: “Esto es para ti, Papi.” Él se sintió avergonzado por su reacción del día anterior pero, su ira volvió a salir al abrir la caja y ver que estaba vacía.
Le amonestó, “¿Tú no sabes que cuando se le da un regalo a alguien debe haber algo adentro?” La niñita, llorosa, lo miró y le dijo: “Papi, no está vacía, soplé besos en la caja y la llené de mi amor; todo para ti.”
El padre se desmoronó. Abrazó a su hijita y le imploró que lo perdonara. Me dijo mi amigo que mantuvo esa caja dorada al lado de su cama por años. Cada vez que se sentía frustrado, él sacaba un beso imaginario de la caja y recordaba el amor de la niña que lo puso allí.
En cierto sentido, a cada de uno de nosotros como padres, se nos ha dado un envase dorado lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos. No hay posesión más hermosa que cualquiera pudiera atesorar.
Por: James Dobson
From Home with a Heart
¿ERES DIOS?
Poco después de finalizar la segunda guerra mundial, Europa comenzó a recoger los escombros. Gran parte del viejo continente había sido devastado; estaba hecho ruinas. Tal vez lo más triste era observar a los niños huérfanos hambrientos por las calles de esas ciudades destrozadas por la guerra.
Temprano en una mañana sumamente fría, un soldado americano regresaba al campamento en Londres. Al doblar en una esquina en el jeep en que viajaba, vió a un niñito con su nariz pegada al cristal de una repostería. Adentro, el repostero estaba dándole forma a una gran cantidad de donas. El niñito hambriento miraba en silencio, observando cada movimiento. El soldado paró su jeep, se bajó y caminó hacia donde estaba parado el niño. A través del cristal pudo ver los dulces que hacían la boca agua según los sacaban del horno humeando. El niño salivó y dejó escapar un pequeño gemido mientras observaba al repostero colocarlos en la vitrina muy cuidadosamente.
El corazón del soldado se le quería salir del pecho al observar a su lado al huerfanito sufriendo por causa del hambre.
-“Hijo… ¿quisieras algunos de esos?”
El niño se sobresaltó.
-“¡Oh sí, me gustaría!”
El americano entró y compró una docena de donas, las puso en una bolsa y regresó donde estaba el niñito en medio de la neblina fría de esa mañana en Londres. Sonrió, sacó la bolsa, y simplemente le dijo: -“Aquí estás.”
Cuando se viró para irse, sintió un jalón en su abrigo. Miró hacia atrás y escuchó al niño preguntarle, “Señor, ¿tú eres Dios?”
Por: Charles Swindoll
Stories for the Heart
EL LEGADO DE PAPÁ
Tengo una cajita de madera con una asa en bronce, sencilla, sin adorno alguno ni terminación lustrosa, ni está forrada en su interior. Las esquinas no cuadran y las bisagras de la tapa están empezando a chirriar. Pero es, una caja especial.
De vez en cuando la abro. Al levantar la tapa, quedan al descubierto recuerdos que me llevan a otra época y a otro lugar. Hay chucherías y una carta que, para el mundo no tienen valor alguno, pero para mí, son teso-ros invalorables. Esta caja me la regaló mi papá.
Una navidad, Papá hizo tres cajas para sus tres hijos. Él no era carpintero; algunas partes no están bien cortadas y las juntas no encajan a la perfección, pero para mí, un experimentado carpintero no lo hubiera hecho mejor. La perfección no está en su forma sino en la intención.
Mi caja fue hecha por manos callosas que conocían el trabajo duro, una mente que sabía lo que era la responsabilidad y un corazón que me amaba. En su interior, mi padre colocó una carta dirigida a mí. Ésta nunca será publicada o nominada para premio literario alguno. Es una sim-ple carta que expresa la ternura que a mi papá se le hacía difícil enunciar verbalmente. En ella manifiesta su orgullo y amor por mí. De la ma-nera que sabía hacerlo, me decía que era feliz de tenerme como hijo.
Papá murió unos días después de aquella navidad. No dejó mucho dinero ni una casa grande; me dejó esa caja sencilla con un simple mensaje, pero, con ella… me dejó su amor.
A medida que pasan los años, esa caja ha ido adquiriendo más valor pa-ra mí. He llegado a percatarme de lo que en realidad simboliza. Es un recordatorio de que sólo los regalos del corazón tienen valor duradero.
Los lados lijados y barnizados representan el duro trabajo y la perseverancia con que debo luchar. La dureza de la madera simboliza la fortaleza necesaria para vencer las dificultades. Los defectos me demuestran que la perfección no está en la apariencia externa. Y, como la carta que guarda en su interior, la caja revela que la calidez y el amor, salen de adentro… del corazón.
Yo también tengo algunos bordes ásperos y juntas no muy bien encuadradas, pero, así como la amorosa carta llena el interior de la caja, sé que el perfecto amor de Dios me llena, haciendo de mí una pieza única.
Tomado de: Historias de Aliento para el corazón de la Familia
EL QUE TIENE A DIOS, LO TIENE TODO
Esta era una familia que no era ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña, pero acogedora, casa de campo. Una noche, mientras se sentaban juntos para cenar, alguien tocó a la puerta. El padre se levantó para ver de quién se trataba.
Ahí estaba un hombre viejo con ropa destartalada, pantalones gastados y sin botones; cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Para que se fuera rápido, ellos aceptaron.
Las visitas del hombre se repitieron y con el pasar del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron muy amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Se enteraron que él era ciego, pero era tan amigable, que esperaban ansiosamente su llegada para dialogar y disfrutar de su compañía.
Un día, mientras entregaba las verduras, les dijo:
- ¡Ayer recibí la más grande bendición! Encontré una canasta llena de ropa que alguien me dejó frente a la puerta de mi casa. La familia, viendo la condición de su ropa y la necesidad que tenía de ella, dijo:
-¡Qué maravilloso! ¡Cuánto nos alegramos!
El hombre viejo y ciego, pero con un rostro que brillaba de alegría, dijo:
-La parte más maravillosa de todo esto es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa. La necesitaba más que yo…
Recuerda, la felicidad no depende de lo que tienes. Más importante que eso es tener corazón humilde y generoso. El que tiene a Dios, lo tiene todo, por lo que es feliz haciendo felices a otros.
Por: Autor Desconocido
Un corazón dadivoso no espera recompensa ni elogios; tampoco supone un sacrificio su acción de caridad, porque al dar, lo hace con alegría.
“El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” Proverbios 11:25
NO
TE RINDAS NUNCA
"No nos cansemos, pues, de hacer bien;
porque a su tiempo segaremos, si no
desmayamos."
Gálatas 6:9
Una
vez más, la joven maestra leyó la nota
adjunta a la hermosa planta de hiedra. " Gracias
a las semillas que usted plantó, algún
día seremos como esta hermosa planta. Le
agradecemos todo lo que ha hecho por
nosotras. Gracias por invertir tiempo en
nuestras vidas."
Una amplia sonrisa iluminó el rostro de
la maestra mientras por sus mejillas
corrían lágrimas de agradecimiento. Como
el único leproso que manifestó gratitud
hacia Jesús cuando fue sanado, las
chicas a quienes les había dado clase en
la escuela dominical, se acordaban de
agradecer a su maestra. La planta de
hiedra representaba un regalo de amor.
Durante meses la maestra regó fielmente
la planta en crecimiento. Cada vez que
la miraba, recordaba a esas jóvenes
especiales y eso la animaba a seguir
enseñando.
Pero al cabo de un año, algo sucedió.
Las hojas comenzaron a ponerse amarillas
y a caerse; todas, menos una. Pensó en
deshacerse de la hiedra, pero decidió
seguir regándola y fertilizándola. Un
día, al pasar por la cocina, la maestra
vio que la planta tenía un brote nuevo.
Unos días después, apareció otra hoja, y
luego otra más. En pocos meses, la
hiedra estaba otra vez convirtiéndose en
una hermosa planta.
Henry Drummond dice: "No pienses que no
pasa nada, simplemente, porque no ves el
crecimiento, o no escuchas el zumbido de
los motores. Las grandes cosas crecen
silenciosamente."
Hay pocas alegrías más grandes que la
bendición de invertir fielmente amor y
tiempo en las vidas de otras personas.
Nunca, nunca te des por vencido!
EL NÁUFRAGO
El único sobreviviente de un naufragio llegó a una pequeña e inahabitada isla. Comenzó a orar fervientemente, pidiéndole a Dios que enviara a alguien que lo rescatara. Todos los días miraba al horizonte para ver si aparecía alguna ayuda, pero ésta nunca llegaba.
Cansado de esperar y resignado a su suerte, comenzó a construir una pequeña cabaña con los materiales que pudo conseguir en los alrededores para protegerse y asegurar las pocas posesiones que tenía. Un día, salió temprano a buscar comida, y cuando regresó encontró su pequeña choza envuelta en llamas; el humo era tanto que subía al cielo. Lo peor de todo fue que había perdido todas sus pertenencias. No podía explicarse qué pudo haber ocasionado el fuego.
Al encontrarse en semejante situación, la confusión se apoderó de él y muy enojado con Dios, le decía llorando: “Oh, Dios, ¿Cómo pudiste hacerme esto?” Agobiado por el llanto se quedó dormido sobre la arena.
Temprano en la mañana del día siguiente, escuchó asombrado un sonido y al mirar, vio un barco que se iba acercando a la isla. Llegaron a rescatarlo y éste, extrañado, le preguntó a sus tripulantes, “¿Cómo sabían ustedes que yo estaba aquí?” Sus rescatadores le contestaron: “Vimos las señales de humo que nos enviaste.”
¡Qué fácil es enojarse cuando las cosas nos van mal! Pero nunca debemos perder la fe, pues Dios está trabajando en nuestras vidas en medio de toda circunstancia. Recuerda… la próxima vez que tu choza se queme, puede ser simplemente una señal de humo salida de la Gracia de Dios para bendecirte.
Por todas las cosas que nos parecen negativas, debemos de creer que: “En ellas está Dios con una respuesta positiva.”
Por: Autor Desconocido
“Bendeciré al Señor en todo tiempo;
su alabanza estará de contínuo en mi boca.” Salmo 34:1
C AMINANDO
EN EL HUERTO
"Y oyeron al Señor Dios que se paseaba
en el huerto."
Génesis 3:8
Para
Cecilia no era común dormir hasta tarde,
ni siquiera durante las vacaciones ya
que se había criado en una granja. Pero
muy de vez en cuando, su madre dejaba a
sus hijos dormir hasta tarde. En una de
esas raras ocasiones, a Cecilia la
despertó el agradable olor y el ruido
que hacía su madre al preparar el
delicioso desayuno familiar. el aroma de
la tocineta, llenaba toda la casa, y se
oia el ruido que se hace al cocinar. El
aroma del pan recién horneado también
ayudaba a que los niños despertaran.
Una mañana de verano, la casa estaba en
silencio, los hermanos de Cecilia
estaban durmiendo y de la cocina no
venía ningún ruido ni había ningún olor
que indicara que se estaba preparando el
desayuno. Cecilia vio que la puerta de
atrás estaba abierta, y sin hacer ruido,
salió al jardín, donde estaba su madre
con mucho ánimo, quitando la maleza del
huerto. La escena se desarrollaba ante
sus ojos como si estuviera envuelta en
un mullido manto mientras veía a su
madre caminar por el huerto.
Adán y Eva vivieron en el único huerto
perfecto. Ellos disfrutaban de
condiciones perfectas en la naturaleza.
A diario, caminaban por el huerto y
hablaban con el Señor cara a cara. Adán
y Eva escuchaban el ruido que hacía Dios
al caminar en el huerto cuando se
acercaba a ellos. En su espíritu, la
mamá de Cecilia debe haber conocido la
dulzura de la presencia de Dios al
caminar en su huerto temprano en la
mañana. Antes que las demandas del día
ocuparan sus manos y su mente,
sabiamente ella elegía las horas
tempranas de la mañana para caminar con
Dios en el huerto.
CUANDO SE CONOCE LA VERDAD
El tren comenzó a moverse. Iba lleno de gente de todas las edades, la mayoría obreros y jóvenes universitarios. Cerca de la ventana se sentaba un anciano con su hijo de 30 años, quien iba sobrecogido de gozo, encantado por el paisaje de afuera.
-"Mira, papá, el paisaje de los árboles verdes es hermoso".
La conducta del muchacho hizo que los demás pasajeros se molestaran. Todos comenzaron a murmurar acerca del joven por su extraño comportamiento.
-"Este tipo parece estar loco", un hombre le susurró a su esposa.
De repente comenzó a llover. Las gotas de lluvia caían sobre los pasajeros a través de la ventana abierta donde estaban sentados el anciano con su hijo. El muchacho, lleno de gozo decía: "Mira, papá, cuán hermosa es la lluvia..."
La esposa del hombre se molestó por las gotas de agua que mojaban su vestido nuevo. Ésta le dijo a su esposo: “¿No ves que está lloviendo? Usted, anciano, si su hijo no se siente bien, llévelo pronto a un asilo mental y no moleste a los demás".
El anciano titubeó primero pero, entonces, en tono muy bajo, contestó: -“Regresamos a casa del hospital. Mi hijo fue dado de alta esta mañana. Hace sólo una semana que recobró la vista, pues, nació ciego. La naturaleza es nueva a sus ojos. Por favor, perdonen la inconveniencia.”
Comentario: ¡Cuántas veces pasamos juicio sobre la conducta de otras personas sin conocer la verdad! ¡De cuántas maneras ofendemos por apresurarnos a hablar lo que no es! ¡En cuántas ocasiones llegamos a conclusiones erróneas por dejarnos llevar por las apariencias! La empatía necesaria brilla por su ausencia en muchos corazones. ¡Cuánta injusticia se comete con el prójimo, no sólo en los tribunales, sino en toda la sociedad!
“Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1Corintios 2:9
Por: Autor Desconocido
UNA BUENA LECCIÓN
Un joven universitario salió a dar un paseo con uno de sus profesores a quien los alumnos consideraban su amigo, por la bondad que le distinguía para con los estudiantes que seguían sus consejos. En el camino vieron un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo del lado y que a esa hora estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor:
-Hagámosle una broma, escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
-Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca debemos divertirnos a expensas de los demás. En lugar de eso tú puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
El joven hizo como le sugirió el profesor, y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre trabajador, al terminar sus tareas del día, llegó a buscar sus zapatos y su abrigo. Mientras se ponía el abrigo deslizó un pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Asombrado, se preguntó qué pudo haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados pero no vio a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Los sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, mencionando a su esposa enferma y a sus hijos que no tenían pan y debido a una mano generosa desconocida podrían comer esa tarde.
El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Ahora –dijo el profesor-, ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? El joven respondió:
-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: Es mejor dar que recibir.
Tomado de: Historias de aliento para la familia
Autor Desconocido
JESÚS GUARDÓ SILENCIO
Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o fue un sueño. Sólo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...
Me encontré en aquel inmenso salón con una pared llena de tarjeteros, como en las grandes bibliotecas. Al acercarme, me llamó la atención uno título: "Muchachas que me han gustado". Lo abrí y empecé a pasar las fichas.Tuve que detenerme; recordaba el nombre de cada una de ellas: ¡eran de las muchachas que me habían gustado!
Ese inmenso salón, con sus ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, hasta detalles que había olvidado. Un sentimiento de expectación, curiosidad e intriga empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido. Algunos me trajeron alegría y otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que me volví para ver si alguien me observaba.
El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban".
Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", Peleas con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando me reprendían de niño", "Videos que he visto"...
Estaba atónito del volumen de información que había acumulado en esos ficheros. ¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.
Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aún así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba que había perdido.
Cuando llegué al archivo: "Pensamientos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo abrí el cajón unos centímetros.. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese momento" escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más...
Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe ver estas tarjetas jamás. ¡Tengo que destruirlas! En un frenesí arranqué un cajón, tenía que vacíar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola tarjeta del cajón. Me desesperé y traté de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero. Vencido e indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo de mis miserias, empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación: "Personas a las que les he compartido del amor de Jesús". La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un pensamiento cruzaba mi mente: Nadie debe entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.
Mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡Él no!, ¡cualquiera menos Jesús! Impotente, vi cómo Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.
Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza; me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo. Él se acercó, puso sus manos en mis hombros y no dijo una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio. Jesús guardó silencio y lloró conmigo.
Volvió a los archivos y empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. ¡No! le grité corriendo hacia Él.
Lo único que atiné a decir fue sólo ¡no!, ¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por qué estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.
No entiendo cómo lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado.Me miró con ternura a los ojos y me dijo: Consumado es, terminado… yo he cargado con tu vergüenza y tu culpa.
En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto.... Porque todavía faltán más tarjetas por escribir...
Aún no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que sí estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de qué alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas
Autor Desconocido
ADORNO NAVIDEÑO
" Tu nombre, Señor, es eterno; tu
memoria, Señor, por todas las
generaciones."
Salmo 135:13
Se
llevaba a cabo la segunda semana de
diciembre de cada año. Mi madre abría su
armario de cedro y buscaba alegremente
entre sus más preciadas posesiones. Con
cuidado iba sacando una a una las cosas
que tenían mucho significado y valor
para ella. Luces, el preciado árbol de
Navidad, adornos y muchas cosas
brillantes y fragantes que adornaban
esta época del año.
Había algo especial que ponía sobre la
repisa de la chimenea y transformaba
toda la casa. Era un adorno navideño
hecho con un pedazo del tronco de un
árbol y cubierto con hisopo y cerezas
artificiales. En el medio se le colocaba
una vela. Tenía una brillante cinta de
seda roja, adherida con un ganchito, la
cual realzaba su belleza.
Todos los años, cumplíamos con la
tradición familiar de recordar el
significado de cada uno de los elementos
del arreglo navideño. El tronco
significaba la celebración, el
nacimiento de Cristo. El hisopo, una
hierba fragante, antiguamente la usaban
los hebreos para los sacrificios. La
primorosa cinta roja de seda simbolizaba
la sangre de Cristo derramada por
nuestros pecados. Las cerezas
representaban el crecimiento, la
provisión generosa. Y la vela ardía como
un recordatorio de que Cristo es la luz
del mundo.
A veces, en las tradiciones, o en
nuestras celebraciones, o en las cosas
comunes y corrientes de la vida, podemos
encontrar el fundamento de nuestra fe.
En ese caso, este sencillo adorno
navideño con algunas hojas descoloridas,
unas viejas cerezas y una cinta algo
deshilachada nos habla de la eterna
historia del infinito amor de Dios.
El que tiene al Hijo lo tiene Todo
Hubo
un hombre muy
rico quien,
juntamente con
su amado hijo,
compartía gran
pasión por el
arte. Viajaban
alrededor del
mundo para
añadir a su
colección de
pinturas los más
finos tesoros.
Obras
valiosísimas de
Picasso, Van
Gogh, Monet y
otros tantos
adornaban las
paredes de su
residencia.
El hombre viudo,
sentía gran
satisfacción al
ver que su único
hijo se
convertía en un
coleccionista de
arte con vasta
experiencia. El
ojo bien
entrenado del
hijo y su
perspicacia para
los negocios
llenaban al
padre de mucho
orgullo cuando
negociaban con
coleccionistas
alrededor del
mundo.
Un año, cerca
del invierno, la
guerra acaparó a
la nación, y el
joven tuvo que
salir a servirle
a su país.
Al cabo de unas
semanas,
el hombre
recibió un
telegrama. Su
amado hijo había
sido reportado
perdido en
acción. El
coleccionista
aguardaba
ansiosamente más
noticias, con
temor de no
volver a ver a
su hijo. Después
de algunos días
su temor fue
confirmado. Su
joven hijo había
muerto mientras
arrastraba a uno
de sus
compañeros a un
médico.
Afligido y
solitario, el
anciano se
enfrentó a los
días festivos de
la Navidad lleno
de angustia y
tristeza. El
gozo de la
temporada que
tanto esperaban
él y su hijo
jamás volvería a
visitar su
hogar.
Un toque en la
puerta despertó
al hombre en la
mañana de
Navidad.
Mientras se
dirigía a
abrirla, las
pinturas en las
paredes le
recordaron que
su hijo no
volvería al
hogar. Al abrir
recibió el
saludo de un
soldado con un
paquete en sus
manos. Se
introdujo al
anciano
diciendo, -“Yo
fui amigo de su
hijo, a quien él
trató de salvar
cuando murió.
¿Puedo entrar
por un momento?
Tengo algo que
quiero
mostrarle.”
Según
dialogaban, el
soldado le contó
cómo su hijo le
hablaba a todos
sobre el amor
que él y su
padre sentían
hacia las obras
finas de arte.
–“No soy un
artista,” –le
dijo el soldado,
-“pero deseo
regalarle esto.”
Mientras el
anciano
desenvolvía el
paquete, ya
podía ver una
pintura de su
hijo. Aunque el
mundo nunca lo
consideraría
como la obra de
un genio, la
pintura
reflejaba el
rostro del joven
con detalles
impresionantes.
Sobrecogido de
emoción, el
anciano le dio
las gracias al
soldado,
prometiéndole
que lo colocaría
encima de la
chimenea. Horas
después de
despedir al
soldado comenzó
la tarea de
instalar la
pintura sacando
de su lugar
obras de valor
incalculable. Se
sentó en su
silla y pasó el
día de Navidad
mirando el
regalo que le
habían
obsequiado.
Durante las
semanas que
siguieron, el
hombre realizó
que, aunque su
hijo ya no
estaba con él,
seguiría
viviendo en los
corazones de
aquellos que él
había tocado. Se
enteró que su
hijo había
rescatado
docenas de
soldados heridos
antes de que una
bala traspasara
su bondadoso
corazón.
A medida que
recibía
historias de la
gallardía de su
hijo, el orgullo
paternal y la
satisfacción
comenzaron a
aliviar su pena.
La pintura de su
hijo se
con-virtió en su
más valiosa
posesión,
eclipsando por
mucho, todo
interés por
piezas que
museos alrededor
del mundo
aclamaban. Le
dijo a sus
vecinos que ese
era el mayor y
más
significativo
regalo que jamás
había recibido.
En la primavera
siguiente el
anciano enfermó
gravemente y
murió. El mundo
del arte ya
estaba
anticipando que
al morir el
hombre y su
único hijo, sus
pinturas serían
subastadas. De
acuerdo al
testamento del
anciano, todas
sus obras de
arte serían
subastadas el
día de Navidad,
el día en que
recibió su más
valioso regalo.
El día esperado
por todos llegó
y coleccionistas
de todas partes
del mundo se
reunieron para
participar del
evento. La
subasta comenzó
con una pintura
que no estaba en
la lista de
museo alguno. El
subastador
preguntó por la
primera oferta,
pero todo era
silencio en el
salón. –“¿Quién
abre la subasta
con $100?”
–preguntó. Los
minutos pasaron
y nadie decía
yo. De la parte
trasera del
salón se escuchó
una voz, -¿A
quién le
interesa esa
pintura? Es sólo
una pintura de
su hijo.
Olvidemos eso y
sigamos con lo
que realmente
vale.” Más voces
hicieron eco en
acuerdo a tal
propuesta.
-“No, hay que
vender esta
primero,”
contestó el
subastador.
–“Ahora, ¿quién
quiere El Hijo?”
Finalmente, un
vecino del
anciano habló.
–“¿Tomaría $10
por la pintura?
Es todo lo que
tengo. Yo conocí
al chico y me
gustaría
tenerlo.”
-“Aquí hay $10.
¿Alguien ofrece
más?” preguntó
el subastador.
Después de un
largo silencio,
dijo, -“$10 a la
una, $10 a las
dos, vendido.”
Se oyó caer el
mallete. Una
ovación llenó el
salón y alguien
exclamó, -“Ahora
podemos
continuar
ofreciendo por
los verdaderos
tesoros.”
El subastador
miró a la
audiencia y
anunció que la
subasta había
terminado. Un
asombro de
incredulidad
silenció el
salón. Alguien
preguntó, -“¿Qué
quiere usted
decir con que
terminó? No
hemos venido
aquí para un
cuadro del hijo
de un anciano.
¿Qué de todas
estas pinturas?
Hay arte por
valor de
millones de
dólares aquí. Le
demando que nos
explique qué hay
detrás de este
asunto.”
El subastador
tranquilamente
contestó, -“Es
muy simple. De
acuerdo al
testamento del
padre,
quienquiera que
tome El Hijo… lo
recibe todo.”
El mensaje que
recibieron los
coleccionistas
el día de
Navidad, es el
mismo mensaje
hoy: El amor de
un padre cuyo
mayor gozo
procede de su
Hijo que se fue
y dio su vida
para salvar a
otros, y por ese
amor,
quienquiera que
reciba a su Hijo
lo recibe todo
en la vida.
Autor
Desconocido
AGRADECIMIENTO
Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado.
Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.”
Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”.
Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital.
Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo.
Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido.
Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.” Mi lema desde entonces ha sido:
“La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO".
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23
Por: Davy Jones
Una Historia de Acción de Gracias
“Sobrelleven
unos las cargas
de los otros, y
cumplan así la
ley de Cristo.”
Gálatas 6:2
Era
la víspera del
Día de Acción de
Gracias, el
primero que mis
tres hijos y yo
pasaríamos sin
su padre, quien
se había ido
varios meses
atrás. Los dos
niños mayores
estaban enfermos
con gripe, y al
menor le habían
recomendado
descanso en cama
por una semana.
Era un día frío
y nublado y
estaba
lloviznando. Mi
cansancio iba en
aumento mientras
me movía de un
sitio a otro
tratando de
atender a cada
uno de mis
hijos:
termómetros,
jugo, pañales,
etc. Los
líquidos que
debía darle se
me estaban
agotando
rápidamente y
cuando busqué en
mi bolso,
solamente
encontré $2.50…
y se suponía que
esa cantidad me
durara hasta el
final del mes.
En eso oí sonar
el teléfono.
Era la
secretaria de la
iglesia donde
antes
asistíamos. Me
dijo que habían
estado pensando
en nosotros y
que tenía algo
para darnos de
parte de la
congregación. Le
dije que iba a
salir a comprar
más jugo y sopas
para los niños y
que pasaría por
allá de camino
al mercado.
Llegué a la
iglesia justo
antes de la hora
de almuerzo. La
secretaria me
recibió en la
puerta y me
entregó un sobre
especial de
regalo.
“Pensamos en ti
y en los chicos
a menudo,” me
dijo; “los
tenemos en
nuestros
corazones y
oraciones. Les
amamos.” Cuando
abrí el sobre,
contenía dos
certificados de
alimentos por el
valor de $20
cada uno. Me
sentí tan
conmovida que
comencé a
llorar. “Muchas
gracias,” le
dije, mientras
nos abrazábamos.
“Por favor,
llévale nuestro
amor y
agradecimiento a
la iglesia.”
Luego me dirigí
a una tienda
cerca de nuestra
casa y compré
algunos
artículos que
necesitaba con
urgencia para
los niños. La
cantidad a pagar
era un poco más
de $14, por lo
que le entregué
uno de los
certificados de
regalo a la
cajera. Ella lo
tomó y se viró
de espalda por
un tiempo que
con-sideré algo
prolongado.
Pensé que había
algo mal y le
dije, “Ese
certificado de
regalo ha sido
una gran
bendición. La
iglesia donde
asistíamos nos
lo regaló
sabiendo que soy
una madre
soltera tratando
de subsistir.”
La cajera se dio
vuelta con
lágrimas en sus
ojos llenos de
ternura y
contestó,
“¡Querida, qué
bueno, eso es
tremendo!
¿Tienes un
pavo?”
“No, está bien,
pues mis hijos
están enfermos
de todas
maneras.” le
contesté.
Entonces me
preguntó,
“¿Tienes algo
más para la cena
de Acción de
Gracias?”
Nuevamente le
contesté, “No.”
Después de darme
lo que sobró del
certificado, me
miró y me dijo,
“Querida, no
puedo decirte el
porqué ahora
mismo, pero
quiero que
regreses al
interior de la
tienda y tomes
un pavo, pastel
de calabaza y
cualquier otra
cosa que
necesites para
la cena de
Acción de
Gracias.”
Me quedé
estupefacta y
las lágrimas
comenzaron a
fluir. “¿Estás
segura?” Le
pregunté. “Sí.
Toma todo lo que
necesites y coge
también más jugo
para los
chicos.”
Me sentí
incómoda al
regresar a tomar
más alimentos,
pero seleccioné
un pavo fresco,
batatas y papas
y algunos jugos
para los niños.
Luego regresé
donde estaba la
misma cajera.
Mientras
colocaba los
alimentos en el
mostrador, ella
me miró con
lágrimas en sus
ojos y comenzó a
hablar.
“Ahora te puedo
decir. Esta
mañana oraba
para que pudiera
ayudar a alguien
en el día de
hoy, y llegaste
tú.” Buscó su
bolso que estaba
debajo del
mostrador y sacó
un billete de
$20. Pagó por
mis alimentos y
luego me entregó
el cambio. De
nuevo me puse a
llorar.
La dulce joven
me dijo, “Soy
cristiana. Este
es mi número de
teléfono por si
alguna vez
necesitas algo”
Luego tomó mi
cabeza en sus
manos, me dio un
beso en la
mejilla, y me
dijo, “Dios te
bendiga,
querida.”
Mientras
caminaba hacia
mi automóvil me
sentí
profundamente
conmovida por el
amor de una
persona extraña
y por realizar
cuánto Dios ama
a mi familia
manifestando su
amor a través de
gente bondadosa.
Ese año se
suponía que los
niños pasaran el
Día de Acción de
Gracias con su
padre, pero
debido a la
gripe tuvieron
que quedarse
conmigo y
pasamos un Día
de Acción de
Gracias
verdaderamente
especial. Se
sintieron mejor
y todos pudimos
comer de lo
sabroso de la
generosidad del
Señor, y
nuestros
corazones se
desbordaron en
agradecimiento…
Por: Andrea N.
Mejía
“El que siembra
escasamente,
también segará
escasamente; y
el que siembra
generosamente,
generosamente
también segará.
Y poderoso es
Dios para hacer
que abunde en
ustedes toda
gracia, a fin de
que teniendo
todo lo
suficiente,
abunden para
toda buena obra.
Como está
escrito:
Repartió, dio a
los pobres; su
justicia
permanece para
siempre.” 2
Cor.9:6,8-9
LA
LECCIÓN DEL ANILLO
Vengo,
maestro, porque
me siento tan
poca cosa y de
tan poco valor
que no tengo
fuerzas para
hacer nada. Me
dicen que no
sirvo, que no
hago nada bien,
que soy torpe y
bastante tonto.
¿Cómo puedo
mejorar? ¿Qué
puedo hacer para
que me valoren
más?"
El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, debo resolver primero mi propio problema, quizás después. Y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti.
Encantado, maestro, titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro mientras se quitaba un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pedía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, uno ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a todo el que veía en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación. Maestro, dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste.Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie con respecto al valor real del anillo.
-Qué importante lo que acabas de decir, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por él.
58 MONEDAS !!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.
Si -replicó el joyero- yo sé que con más tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé ... si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. -Tú, al igual que este anillo, eres una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Autor
Desconocido
LA
TENSIÓN Y LA SERENIDAD
"Despedida la multitud, subió al monte a
orar aparte; y cuando
llegó la noche, estaba allí solo." Mateo
14:23
"Linda,"
le dijo la menuda empleada del supermercado a una señora, "todas
las personas que conozco dicen que están agotadas". Respiró
profundamente, se sacó de la cara un mechón de cabello castaño
que le tapaba los ojos azules, y siguió cobrando la mercancía.
La tensión se ha convertido en algo muy
común, sobre todo en la última década.
En algún momento de la vida, a todos nos
abruman las muchas cosas que tenemos que
hacer y las tendencias perfeccionistas.
En el artículo "Confesiones de un adicto
al trabajo" el psiquiatra Paul Meier
escribió:
"Habiendo crecido con una sobredosis de
ética laboral evangélica, fui un alumno
sobresaliente que, de alguna manera, me
extralimitaba...Era un adicto al trabajo
de primera clase y estaba orgulloso de
mí mismo. Creía que eso era lo que Dios
quería de mí."
Pero después, con la ayuda de algunos
amigos, la convicción del Espíritu Santo
y la enseñanza bíblica, el Dr. Meier
estableció nuevas prioridades. En su
lista figuraba primero:
"Conocer a Dios personalmente."
Hizo la siguiente observación: "Aprendí
a aceptar que vivo en un mundo
imperfecto. No tengo que tratar de
suplir todas las necesidades de mis
semejantes. Aprendí a confiar en Dios en
vez de salir a auxiliar al mundo. De
todas maneras, Él va a hacer el trabajo
mucho mejor."
También Jesús debe de haberse sentido
exhausto por las exigencias que recaían
sobre su persona. Cuando se fue a orar a
solas, nos dio un significativo ejemplo
que debemos seguir todos los días.
"Querido Padre celestial, ayúdame a que
la serenidad sea una prioridad en mi
vida, sin importar la hora del día. En
todo momento, puedo venir solo al huerto
y escuchar tu voz."
¿CÓMO SE VIVE EN TU PUEBLO?
Este era un anciano muy sabio. Cada día se sentaba frente a una estación de gasolina y saludaba a cuanto motorista pasaba por el pueblito. Un día, su nietecita quiso acompañarlo y sentándose al pie de su silla, así pasó con él todo el tiempo.
Mientras observaban a la gente entrar y salir, un hombre muy alto, que de seguro era un turista pues ellos conocían a todos en el pueblo, miraba alrededor examinando el área como buscando un sitio donde establecerse. El extranjero se le acercó al anciano y le preguntó: “¿Qué clase de pueblo es el que estamos?” El anciano se viró hacia él y le contestó: “Bueno, ¿de qué clase de pueblo es usted?” Le dijo el turista: “En mi pueblo todos se critican unos a otros. Los vecinos se la pasan murmurando de los demás, y es un sitio bien negativo para vivir. Yo me alegro de haber salido de allí. No es un sitio agradable.” El anciano miró al extranjero y le dijo: “¿Sabe usted algo? Asimismo es aquí en este pueblo.”
Como una hora más tarde, una familia que también pasaba por allí, se detuvo a comprar gasolina. El automóvil entró a la estación lentamente y paró frente a donde se encontraban sentados el anciano con su nieta. La mamá salió del auto con sus dos niños y le preguntó al anciano por los baños. El anciano señaló hacia el lugar donde éstos se encontraban. Luego se bajó el padre y también preguntó al anciano: “¿Es este pueblo un sitio bueno para vivir?” Le contestó el anciano: “¿Cómo es el pueblo de donde es usted?” El hombre lo miró y le dijo: ”Bueno, en mi pueblo todo el mundo es bien unido y siempre deseosos de ayudar al vecino. Dondequiera que uno va siempre lo reciben con Hola y Gracias. Realmente detesto tener que dejarlo. Me siento como si dejara a mi familia.” El anciano miró al hombre y dándole una sonrisa le dice: “¿Sabe? Hay un gran parecido con este pueblito.” La familia entró al auto, le dieron las gracias, se despidieron saludando con la mano y siguieron su camino.
Cuando la familia ya iba lejos, la nietecita miró a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, ¿cómo es que al primer hombre tú le dijiste que este pueblo era un sitio horrible para vivir y a la familia que también paró le diste a entender que era un lugar maravilloso.” Con mucho cariño, el abuelo miró los ojitos intrigados de su nietecita y le dijo: “No importa a donde te vayas, contigo se irán tus actitudes y toda tu manera de ser y eso es lo que hace que el lugar donde vivas sea terrible o sea maravilloso.”
De: Stories for the Heart. Compiladas por: Alice Gray
J ARDINES
SECRETOS
"Esta tierra que era asolada ha venido a
ser como huerto del Edén."
Ezequiel 36:35
La
obra "El jardín secreto", escrita por Frances Hodgson Burnett,
ilustra de manera hermosa el poder de la bondad y la fe. Collin,
el hijo adolescente de un padre rico, que sufre por no poder
reponerse de la muerte de su esposa, es un joven inválido,
exigente y egoísta. Al principio, Collin rechaza la amistad de
Mary, su prima. Cuando la joven Mary descubre la llave de un
jardín secreto en la casa de su tío, también ella abre una
puerta secreta que alegra su propio corazón. Inmediatamente se
pone a trabajar para restablecer la belleza y el encanto perdido
en el jardín.
Poco a poco, Mary persuade a Collin a
que, paso a paso, deje su egoísmo y
trate de sanarse. Finalmente, prevalece
su tenaz insistencia y Collin pasa
tiempo afuera, restaurando el jardín que
con tanta dedicación había plantado y
cuidado su madre. El jovencito volvió a
cobrar ánimo y se le fue la tristeza y
la amargura del corazón. El trabajo en
el jardín lo ayudó a sanar, no solo en
el cuerpo y espíritu, sino en la
relación distante con su padre.
Los jardines que no se cuidan durante
años, producen espinas que ahogan la
vida y ocultan la belleza. Pero, al
quitar los escombros del pasado y abrir
camino en esos jardines descuidados,
descubrimos algo notable: Hay una vida
dulce y hermosa esperando ser llena de
la divina fragancia del cielo. Alrededor
nuestro hay "jardines" que esperan ser
descubiertos, y están en nuestra casa,
en el vecindario, en la escuela, en el
trabajo. Se nos ha dado la llave, y no
es un secreto cuáles son los jardines
que podemos ayudar a hermosear al
compartir el amor de Dios con los demás.
LA LEY DEL CAMIÓN DE BASURA
Me subí a un taxi rumbo a la Estación del tren y llendo por el carril de la derecha por poco nos estrellamos con un carro que así de repente salió como un meteoro de donde estaba estacionado. El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar todo lo que pudo, casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros. Después de ésto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventana, comenzó a gritarnos una cantidad de insultos horribles.
Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto como si nada hubiera pasado. Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al taxista que por qué se sonreía y saludaba al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta envi-arnos al hospital. Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo "La Ley del Camión de Basura".
Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? -Sí, le contesté -¿y eso qué tiene que ver? -Pues, así como esos camiones de basura, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura: frustración, rabia, y decepción. La basura se les va acumulando y necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja, seguramente vaciarían toda la basura en usted. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.
A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle. Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película "El Sexto Sentido" decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.
Las personas responsables saben que tienen que estar listos para llegar a su trabajo en el mejor estado de ánimo, y a sus hogares llenos de paz para recibir a sus hijos con besos y abrazos. Deben estar física y mentalmente saludables para aquellos que realmente son importantes. En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura le trastornen su día y los saque de carrera.
Autor Desconocido
El Pequeño y el Grande
David
era un pastorcito que se enfrentó a Goliat, el gigante filisteo.
Su enorme oponente estaba armado y bien preparado para el
combate. Goliat había participado en muchas batallas. Era
guerrero y por lo general, confiaba en su altura y ferocidad
para ganar las batallas antes que se sacaran las armas. Era el
símbolo filisteo de la fuerza física.
Risas burlonas
se oyeron por el campo de batalla cuando ese poderoso y enorme
guerrero se enfrentó al jovencito. ¿Cómo era posible?
Seguramente que Goliat lo vencería. Era el más fuerte y el
mejor entre los filisteos.
¿Qué traía
David a la batalla? Era un muchacho sin preparación para la
guerra y no sabía usar armas. No contaba con posibilidad
alguna. Era demasiado joven por lo que su gente esperaba otro
desastre.
Mientras Goliat
se burlaba de Dios, David adoraba al Señor. Goliat festejaba
su segura victoria; David le pedía a Dios un milagro. Goliat
confiaba en su tamaño y en su fuerza; David, aunque pequeño,
confiaba en Alguien mucho más grande y poderoso. Una
piedrecita acabó con el gigante. Aquel que se creía grande,
fuerte e invencible fue humillado por un chico joven, débil,
sin experiencia en la guerra y desarmado. Así obra Dios y así
respalda a los que en Él confían.
Por miles de
años, las pequeñas semillas plantadas en la oscura y fría
tierra han dado fruto, han hecho crecer altos árboles y han
dado variedad de flores. La fe siembra una semilla y espera la
cosecha. David arrojó una piedrecita y alcanzó la victoria por
la fe y confianza depositada en Aquél que nunca le había
fallado, el Todopoderoso Dios.
"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de Aquél que nos amó." Romanos 8:37
Pie Deforme
P hillip
Carey, un huérfano y el principal personaje en la novela de
Of Human Bondage,
nació con un pie deforme. Debido a su deformidad, cuando era
niño, sus compañeros de clase se burlaban de él y lo excluian de
sus juegos.
En una escena
conmovedora, el joven Phillip se convence de que si ora
intensamente, Dios le sanará el pie. Sueña despierto durante
horas con la reacción de sus compañeros cuando lo vean llegar
a la escuela con el pie sano. Se ve a sí mismo corriendo más
rápido que el más veloz de sus compañeros, y se siente feliz
imaginando la cara de asombro de sus atormentadores. Al final,
se va a dormir esperando ver, cuando despierte a la mañana
siguiente, su pie completamente sanado. Pero el día siguiente
se presenta sin cambio alguno. Su pie seguía deforme.
Aunque esta fue
una de las tantas desilusiones en la vida del joven Phillip,
fue un punto de cambio importante en su aprendizaje para
afrontar las duras realidades de la vida. Fundamentado en una
fortaleza interior que desconocía tener, se dio cuenta de que
la deformidad de su pie no iba a determinar su destino, pero
la forma en que respondiera a ella haría toda la diferencia en
su vida. Si la veía como una deformidad que lo imposibilitaba,
su vida estaría limitada. En cambio, empezó a ver su
incapacidad como un obstáculo para vencer, y no se dejó
abatir.
La vida está llena
de grandes oportunidades que aparecen disfrazadas como
frustraciones muy devastadoras. Para Phillip Carey, era su pie
deforme. Para el apóstol Pablo era un aguijón en la carne. Sea
lo que sea en tu vida que pretenda retarte para impedir que
alcances victorias, no te desesperes, no te desalientes, no
desmayes. Con la ayuda de Dios, tú también puedes cambiar tus
cicatrices en estrellas, y tus impedimentos, en fortalezas.
"Me fue
dado un aguijón en mi carne ..." 2 Corintios 12:7
U NOS
ZAPATOS DORADOS PARA JESÚS
Faltaban
cuatro días para
Navidad. El
espíritu de la
época no se
había puesto a
la par conmigo
todavía, aún
cuando el
estacionamiento
de nuestra
tienda de
descuentos local
estaba lleno.
Dentro de la
tienda, era
peor. Los carros
de compras y los
clientes de
última hora
llenaban todas
las áreas.
-¿Por
qué vendría a comprar hoy? Mis pies me
dolían tanto como mi cabeza. Pensar en
algo para el que lo tiene todo, y con
los precios tan altos, consideraba la
compra de regalos cualquier cosa menos
una diversión. Rápidamente, llené mi
carro con artículos de última hora y me
añadí a la larga fila para pagar. Tomé
la más corta, pero aún así tuve que
esperar bastante.
Frente a
mí habían dos niñitos, un niño como de 5
años y una niña un poco menor. Ambos
lucían andrajosos y desaliñados. El niño
llevaba algunos billetes arrugados en
sus manos sucias. La carita de la niña
estaba marcada por residuos de comida de
la noche anterior. En sus manos llevaba
un par de zapatillas doradas. Mientras
la música sonaba en la tienda, la niña
tarareaba algo desafinada, pero
contenta. Cuando, por fin, les llegó el
turno para pagar, puso las zapatillas en
el mostrador con mucho cuidado, como si
fueran un tesoro.
La
cajera le dijo que eran $6.09. El niño
puso encima los arrugados billetes
mientras buscaba en sus bolsillos. Solo
tenía $3.12. –“Creo que tendremos que
devolverlas a su lugar”, dijo
valientemente. “Volveremos en algún otro
momento, a lo mejor mañana.” Al decir
eso, la niña comenzó a sollozar.
–“Pero a Jesús le hubieran gustado
tanto”, dijo. “Bueno, iremos a casa y
trabajaremos más. No llores.
Volveremos”, le aseguró el niño.
Enseguida le dí $3.00 a la cajera. Estos
niños habían esperado en la fila tanto
tiempo y, después de todo, era Navidad.
Inmediatamente sentí unos brazos a mi
alrededor y una vocecita que decía,
“Gracias, señora.” -“¿Que quisite decir
con que a Jesús le gustarían los
zapatos?“ Le pregunté. El niño me
contestó, “Mami está enferma y se va
para el cielo. Papi nos dijo que podría
irse antes de Navidad para estar con
Jesús.”
La niña
dijo, “Mi maestra de escuela dominical
dice que las calles en el cielo son de
oro brillante, como estos zapatos. ¿No
se vería mi mami hermosa caminando con
estos zapatos por esas calles? Mis
ojos se llenaron de lágrimas al ver su
carita marcada por el llanto. –“Sí, “ le
contesté, “Estoy segura que se verá muy
hermosa.”
Silenciosamente, le agradecí a Dios el
haber usado a estos niños para
recordarme el verdadero espíritu de dar.
De alguna manera, no solo en Navidad,
sino durante todo el año
el gozo que tú das a otros, es el gozo
que regresa a tí.
Autora del artículo: Helga Schmidt
TE PERDONO
"Creced en la gracia"
2 Pedro 3:18
Gustavo
ya ni se acordaba de por qué se había enojado con su hijo
Rodolfo, pero continuaba molesto y no podía evitarlo. Se sentía
muy frustrado con el muchacho. Una y otra vez descargó su ira
hasta quedar exhausto, e inmediatamente se sintió culpable por
su conducta.
Mirando los ojos
llenos de lágrimas de Rodolfo, Gustavo le dijo: "Hijo, siento
mucho haber perdido la paciencia. Estuve mal por haberte
gritado y estuve mal por enojarme, a pesar de lo que hiciste.
Por favor, perdóname."
Sin dudarlo un
instante, Rodolfo le contestó: "No te preocupes, papá, ¡Jesús
te perdona y yo también!" Rodolfo se arrojó en los brazos de
su papá para abrazarlo. Se dieron un fuerte abrazo, mientras
el bálsamo sanador del perdón se derramaba sobre ambos. Los
unía un lazo muy fuerte, capaz de resistir las desavenencias
entre padre e hijo; era un vínculo que se hacía más fuerte por
la fe que compartían. Era como si el desarrollo de Rodolfo
estuviese forzando a Gustavo a enfrentar su propia conducta en
su niñez y hacer algunos cambios.
Gustavo estaba muy
consciente de que su hijo analizaba cada una de sus acciones,
y él quería ser un buen padre. Le pidió a Dios que lo ayudara
a ser un buen ejemplo. Todavía está luchando con su carácter e
impaciencia, pero se ha comprometido a cambiar su conducta.
Las palabras de su hijo lo alentaron y lo hicieron sentirse
más humilde.
" No
te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!"
Volvió a escuchar las palabras de perdón de su hijo.
UN
SENDERO DE LUZ
"Lámpara es a mis pies tu Palabra y
lumbrera a mi camino"
Salmo 119:105
Muchos
jardines están iluminados con pequeños faroles, los cuales
alumbran lo suficiente como para que la gente no tropiece en el
camino. En una oportunidad visité un jardín en San Agustín, FL,
E.U., en el cual pequeñas lucecitas blancas iluminaban una
glorieta. La romántica atmósfera se completaba con grandes y
frondosos árboles iluminados con guirnaldas de luces que
resplandecían como diamantes.
Hasta la luz más pequeña colocada en el
lugar estratégico puede iluminar un gran
sector. Esto es lo que sucede en el
museo de Israel, en la sala en honor a
los niños que fueron asesinados en el
holocausto. Hay solamente seis velas que
alumbran la sala. ¿Cómo es posible?
Porque están estratégicamente colocadas
delante de varios espejos en ángulo, que
multiplican la luz de las llamas e
iluminan toda la sala.
Alrededor del año 1800, un monje llamado
Walter Denham, de Bélgica, colocó una
vela encima de sus gastados zapatos de
cuero. Luego, con las velas encendidas,
podía atravesar la fría y oscura abadía
de piedra dando un paso a la vez.
Tal vez te encuentres en medio de
oscuras circunstancias, ya sea que no
puedes controlar, o debido a un hábito
que no puedes dejar. Quizás te sientas
solo y vacío. De la misma manera en que
Walter usó las velas para alumbrar su
camino, tú también puedes encontrar tu
camino espiritual.
¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu
camino? Confíar en la ayuda de Dios es
como tomar una lámpara en la oscuridad.
Como la luz del amanecer disipa la
oscuridad de la noche, la Palabra de
Dios muestra la oscuridad de nuestro
corazón e ilumina la verdad de que
tenemos un Padre celestial que nos ama y
nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del
mundo.
La oscuridad es la ausencia de luz; y
como Dios es luz, en Él no hay tinieblas
algunas.
CESTA DE AMOR
"Aún en la vejez darán fruto; estarán
vigorosos y verdes ..."
Salmo 92:14
María,
una señora jubilada, iba todos los jueves a visitar a algunas
personas que tenía en su lista. Algunas vivían en residencias de
ancianos, otras estaban solas en su casa. Agradecida de que
todavía podía conducir su automóvil, María llenaba una cesta con
guineos maduros, flores y algunas veces colocaba un cassette con
la grabación del servicio del domingo de su iglesia. Más que
nada, ella se sentaba al lado de la cama de alguna frágil
señora. Aunque la señora no le respondiera, María la trataba con
ternura, como si escuchara y entendiera cada palabra. Le
comentaba los acontecimientos del momento, le leía las
Escrituras y oraba, y luego le daba un beso de despedida y antes
de retirarse, le decía: "Te veré la semana que viene."
A medida que las amigas de María iban
muriendo, ella se sentía triste porque
las extrañaba, pero nunca dejaba de
servir al Señor. Encontraba nuevas
amigas y seguía compartiendo el amor de
Dios hasta que Él la llamara a su hogar
celestial.
Como una firme cesta utilizada para una
gran variedad de necesidades prácticas,
María llenaba su corazón y su vida de
amor hacia los demás. Con el tiempo y
mucho uso, las cestas pueden quedar en
desuso, pero Dios sigue utilizando a sus
hijos para ayudar a otros, siempre y
cuando estemos dispuestos. Ya sea
que ministremos por medio de la oración,
supliendo sus necesidades físicas,
enviándoles tarjetas, o simplemente
haciendo una llamada telefónica, todavía
podemos servir a Dios.
María, no solo creía en Dios; ella vivía
la fe compartiendo su cesta de amor de
Dios con todos los que le rodeaban.
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"No temáis; porque
he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el
pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es CRISTO el Señor." Lucas 2:10-11 |
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