U NOS
ZAPATOS DORADOS PARA JESÚS
Faltaban
cuatro días para Navidad. El espíritu de
la época no se había puesto a la par
conmigo todavía, aún cuando el
estacionamiento de nuestra tienda de
descuentos local estaba lleno. Dentro de
la tienda, era peor. Los carros de
compras y los clientes de última hora
llenaban todas las áreas.
-¿Por
qué vendría a comprar hoy? Mis pies me
dolían tanto como mi cabeza. Pensar en
algo
para el que lo tiene todo, y con los
precios tan altos, consideraba la compra
de regalos cualquier cosa menos una
diversión. Rápidamente, llené mi carro
con artículos de última hora y me añadí
a la larga fila para pagar. Tomé la más
corta, pero aún así tuve que esperar bastante.
Frente a
mí habían dos niñitos, un niño como de 5
años y una niña un poco menor. Ambos
lucían andrajosos y desaliñados. El niño llevaba
algunos billetes arrugados en sus manos
sucias. La carita de la niña estaba
marcada por residuos de comida de la
noche anterior. En sus manos llevaba un
par de zapatillas doradas. Mientras la
música sonaba en la tienda, la niña tarareaba
algo desafinada, pero contenta. Cuando,
por fin, les llegó el turno para pagar,
puso las zapatillas en el mostrador con
mucho cuidado, como si fueran un tesoro.
La
cajera le dijo que eran $6.09. El niño
puso encima los arrugados billetes
mientras buscaba en sus bolsillos. Solo
tenía $3.12. –“Creo que tendremos que
devolverlas a su lugar”, dijo
valientemente. “Volveremos en algún otro
momento, a lo mejor mañana.” Al decir
eso, la niña comenzó a sollozar. –“Pero
a Jesús le hubieran gustado tanto”,
dijo. “Bueno, iremos a casa y
trabajaremos más. No llores.
Volveremos”, le aseguró el niño.
Enseguida le dí $3.00 a la cajera. Estos
niños habían esperado en la fila tanto
tiempo y, después de todo, era Navidad.
Inmediatamente sentí unos brazos a mi
alrededor y una vocecita que decía,
“Gracias, señora.” -“¿Que quisite decir
con que a Jesús le gustarían los
zapatos?“ Le pregunté. El niño
me contestó, “Mami está enferma y se va
para el cielo. Papi nos dijo que podría
irse antes de Navidad para estar con
Jesús.”
La niña
dijo, “Mi maestra de escuela dominical
dice que las calles en el cielo son de
oro brillante, como estos zapatos. ¿No
se vería mi mami hermosa caminando con
estos zapatos por esas calles? Mis
ojos se llenaron de lágrimas al ver su
carita marcada por el llanto. –“Sí, “ le
contesté, “Estoy segura que se verá muy
hermosa.”
Silenciosamente, le agradecí a Dios el
haber usado a estos niños para
recordarme el verdadero espíritu de dar.
De
alguna manera, no solo en Navidad, sino
durante todo el año
el gozo que tú das a otros, es el gozo
que regresa a tí.
Autora
del artículo: Helga Schmidt
TE PERDONO
"Creced en la
gracia"
2 Pedro 3:18
Gustavo
ya ni se acordaba de por qué se había enojado con su hijo
Rodolfo, pero continuaba molesto y no podía evitarlo. Se
sentía muy frustrado con el muchacho. Una y otra vez descargó
su ira hasta quedar exhausto, e inmediatamente se sintió
culpable por su conducta.
Mirando los ojos
llenos de lágrimas de Rodolfo, Gustavo le dijo: "Hijo, siento
mucho haber perdido la paciencia. Estuve mal por haberte
gritado y estuve mal por enojarme, a pesar de lo que hiciste.
Por favor, perdóname."
Sin dudarlo un
instante, Rodolfo le contestó: "No te preocupes, papá, ¡Jesús
te perdona y yo también!" Rodolfo se arrojó en los brazos de
su papá para abrazarlo. Se dieron un fuerte abrazo, mientras
el bálsamo sanador del perdón se derramaba sobre ambos. Los
unía un lazo muy fuerte, capaz de resistir las desavenencias
entre padre e hijo; era un vínculo que se hacía más fuerte por
la fe que compartían. Era como si el desarrollo de Rodolfo
estuviese forzando a Gustavo a enfrentar su propia conducta en su niñez
y hacer algunos cambios.
Gustavo estaba muy
consciente de que su hijo analizaba cada una de sus acciones,
y él quería ser un buen padre. Le pidió a Dios que lo ayudara
a ser un buen ejemplo. Todavía está luchando con su carácter e
impaciencia, pero se ha comprometido a cambiar su conducta.
Las palabras de su hijo lo alentaron y lo hicieron sentirse
más humilde.
" No
te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!"
Volvió a escuchar las palabras de perdón de su hijo.
ADORNO NAVIDEÑO
" Tu nombre, Señor, es eterno; tu
memoria, Señor, por todas las
generaciones."
Salmo 135:13
Se
llevaba a cabo la segunda semana de
diciembre de cada año. Mi madre abría su
armario de cedro y buscaba alegremente
entre sus más preciadas posesiones. Con
cuidado iba sacando una a una las cosas
que tenían mucho significado y valor
para ella. Luces, el preciado árbol de
Navidad, adornos y muchas cosas
brillantes y fragantes que adornaban
esta época del año.
Había algo especial que ponía sobre la
repisa de la chimenea y transformaba
toda la casa. Era un adorno navideño
hecho con un pedazo del tronco de un
árbol y cubierto con hisopo y cerezas
artificiales. En el medio se le colocaba
una vela. Tenía una brillante cinta de
seda roja, adherida con un ganchito, la
cual realzaba su belleza.
Todos los años, cumplíamos con la
tradición familiar de recordar el
significado de cada uno de los elementos
del arreglo navideño. El tronco
significaba la celebración, el
nacimiento de Cristo. El hisopo, una
hierba fragante, antiguamente la usaban
los hebreos para los sacrificios. La
primorosa cinta roja de seda simbolizaba
la sangre de Cristo derramada por
nuestros pecados. Las cerezas
representaban el crecimiento, la
provisión generosa. Y la vela ardía como
un recordatorio de que Cristo es la luz
del mundo.
A veces, en las tradiciones, o en
nuestras celebraciones, o en las cosas
comunes y corrientes de la vida, podemos
encontrar el fundamento de nuestra fe.
En ese caso, este sencillo adorno
navideño con algunas hojas descoloridas,
unas viejas cerezas y una cinta algo
deshilachada nos habla de la eterna
historia del infinito amor de Dios.
UN
SENDERO DE LUZ
"Lámpara es a mis pies tu Palabra y
lumbrera a mi camino"
Salmo 119:105
Muchos
jardines están iluminados con pequeños
faroles, los cuales alumbran lo
suficiente como para que la gente no
tropiece en el camino. En una
oportunidad visité un jardín en San
Agustín, FL, E.U., en el cual pequeñas
lucecitas blancas iluminaban una
glorieta. La romántica atmósfera se
completaba con grandes y frondosos
árboles iluminados con guirnaldas de
luces que resplandecían como diamantes.
Hasta la luz más pequeña colocada en el
lugar estratégico puede iluminar un gran
sector. Esto es lo que sucede en el
museo de Israel, en la sala en honor a
los niños que fueron asesinados en el
holocausto. Hay solamente seis velas que
alumbran la sala. ¿Cómo es posible?
Porque están estratégicamente colocadas
delante de varios espejos en ángulo, que
multiplican la luz de las llamas e
iluminan toda la sala.
Alrededor del año 1800, un monje llamado
Walter Denham, de Bélgica, colocó una
vela encima de sus gastados zapatos de
cuero. Luego, con las velas encendidas,
podía atravesar la fría y oscura abadía
de piedra dando un paso a la vez.
Tal vez te encuentres en medio de
oscuras circunstancias, ya sea que no
puedes controlar, o debido a un hábito
que no puedes dejar. Quizás te sientas
solo y vacío. De la misma manera en que
Walter usó las velas para alumbrar su
camino, tú también puedes encontrar tu
camino espiritual.
¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu
camino? Confíar en la ayuda de Dios es
como tomar una lámpara en la oscuridad.
Como la luz del amanecer disipa la
oscuridad de la noche, la Palabra de
Dios muestra la oscuridad de nuestro
corazón e ilumina la verdad de que
tenemos un Padre celestial que nos ama y
nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del
mundo.
La oscuridad es la ausencia de luz; y
como Dios es luz, en Él no hay tinieblas
algunas.
CESTA DE AMOR
"Aún en la vejez darán fruto; estarán
vigorosos y verdes ..."
Salmo 92:14
María,
una señora jubilada, iba todos los
jueves a visitar a algunas personas que
tenía en su lista. Algunas vivían en
residencias de ancianos, otras estaban
solas en su casa. Agradecida de que
todavía podía conducir su automóvil,
María llenaba una cesta con guineos
maduros, flores y algunas veces colocaba
un cassette con la grabación del
servicio del domingo de su iglesia. Más
que nada, ella se sentaba al lado de la
cama de alguna frágil señora. Aunque la
señora no le respondiera, María la
trataba con ternura, como si escuchara y
entendiera cada palabra. Le comentaba
los acontecimientos del momento, le leía
las Escrituras y oraba, y luego le daba
un beso de despedida y antes de
retirarse, le decía: "Te veré la semana
que viene."
A medida que las amigas de María iban
muriendo, ella se sentía triste porque
las extrañaba, pero nunca dejaba de
servir al Señor. Encontraba nuevas
amigas y seguía compartiendo el amor de
Dios hasta que Él la llamara a su hogar
celestial.
Como una firme cesta utilizada para una
gran variedad de necesidades prácticas,
María llenaba su corazón y su vida de
amor hacia los demás. Con el tiempo y
mucho uso, las cestas pueden quedar en
desuso, pero Dios sigue utilizando a sus
hijos para ayudar a otros, siempre y
cuando estemos dispuestos. Ya sea
que ministremos por medio de la oración,
supliendo sus necesidades físicas,
enviándoles tarjetas, o simplemente
haciendo una llamada telefónica, todavía
podemos servir a Dios.
María, no solo creía en Dios; ella vivía
la fe compartiendo su cesta de amor de
Dios con todos los que le rodeaban.
Los Artículos
que no tienen el
nombre del autor al final del los mismos
fueron tomados del Libro: En el
Jardín con Dios
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