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Venid,
oíd todos los que teméis a Dios,
y contaré lo que ha hecho a mi alma.
A Él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua.
Si
en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad,
el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente
me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica.
Bendito
sea Dios,
que no echó de sí mi oración, ni de mí su
misericordia.
SALMO
66:16-20
Bendito
sea el Señor, que oyó la voz de mis ruegos.
El Señor es mi fortaleza y mi escudo;
en El confió mi corazón, y fui ayudado,
por lo que se gozó mi corazón, y con mi cántico
le alabaré.
SALMO
28:6-7
Apartaos
de mí, todos los hacedores de iniquidad;
porque el Señor ha oido la voz de mi ruego;
ha recibido el Señor mi oración.
Se
avergonzarán y se turbarán mucho todos mis
enemigos; se volverán y serán avergonzados de
repente.
SALMO
6:8-10
¡Qué
feliz y cuán agradecido se siente aquel cuya petición Dios ha
contestado! Nuestra fe se crece, nuestra relación con el Señor
se hace más íntima y nuestra vida de oración se torna más
poderosa y ferviente. Se cumple la palabra de Dios que dice:
"... Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea
cumplido" (Juan 16:24) Todo cuanto pidamos al Padre en el
nombre de Jesús será hecho. No desmayes, no te desanimes; pide
y espera, que el que persevera confiando en Dios obtendrá la
victoria. Y no olvides compartir con otros lo que el Señor ha
hecho contigo. |
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más personas serán edificadas.
Gracias. ¡Dios te bendiga!
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