¿Sabías
tú que cada palabra que sale de tu boca tiene tal poder que con ella puedes traer bendición o maldición,
puedes edificar o destruir? ¿Sabías también que cada una
refleja claramente lo que hay dentro de tu corazón? ¿Cómo le
hablas tú a tus hijos, a tu esposo(a), a tu madre y padre, a
tus hermanos, a tus vecinos, a tus amigos, o a tus enemigos?
¿Te preocupas por hablar a cada uno con gracia y sabiduría
para edificación de sus vidas, o te dejas llevar por la
pasión, hiriendo y matando a todo el que se cruza en tu
camino cuando las circunstancias te sacan de tiempo? No
solo los que escuchan son afectados positiva o negativamente,
también el que abre la boca recibe sus consecuencias.
"Porque por tus palabras serás justificado, y por tus
palabras serás condenado." (Mateo 12:37) Son descuidados
en el hablar aquellos que no han conocido a Dios, pero sus
hijos, debemos de ser siempre prudentes. Pidámosle al
Señor que purifique nuestros corazones de tal manera y a tal
grado que vivamos para sanar, libertar, edificar y traer gozo y
no tristeza, con cada una de nuestras palabras y a la misma vez
ser nosotros mismos saciados de bien por el fruto de nuestras
labios. |