| 
														 
														  
                                                        
                                                          
                                                        
														 
														 
														
                                                          
														
															
																| 
                                         
                                        
                                        
                                        El que tiene al Hijo lo tiene Todo 
                                                                                      
                                                                
                                                                
                
																 Hubo 
                                                                un hombre muy 
                                                                rico quien, 
                                                                juntamente con 
                                                                su amado hijo, 
                                                                compartía gran 
                                                                pasión por el 
                                                                arte. Viajaban 
                                                                alrededor del 
                                                                mundo para 
                                                                añadir a su 
                                                                colección de 
                                                                pinturas los más 
                                                                finos tesoros. 
                                                                Obras 
                                                                valiosísimas de 
                                                                Picasso, Van 
                                                                Gogh, Monet y 
                                                                otros tantos 
                                                                adornaban las 
                                                                paredes de su 
                                                                residencia. 
                                                                
                                                                
                                                                El hombre viudo, 
                                                                sentía gran 
                                                                satisfacción al 
                                                                ver que su único 
                                                                hijo se 
                                                                convertía en un 
                                                                coleccionista de 
                                                                arte con vasta 
                                                                experiencia. El 
                                                                ojo bien 
                                                                entrenado del 
                                                                hijo y su 
                                                                perspicacia para 
                                                                los negocios 
                                                                llenaban al 
                                                                padre de mucho 
                                                                orgullo cuando 
                                                                negociaban con 
                                                                coleccionistas 
                                                                alrededor del 
                                                                mundo. 
                                                                
                                                                
                                                                Un año, cerca 
                                                                del invierno, la 
                                                                guerra acaparó a 
                                                                la nación, y el 
                                                                joven tuvo que 
                                                                salir a servirle 
                                                                a su país.  
                                                                Al cabo de unas 
                                                                semanas, 
                                                                
                                                                
                                                                el hombre 
                                                                recibió un 
                                                                telegrama. Su 
                                                                amado hijo había 
                                                                sido reportado 
                                                                perdido en 
                                                                acción. El 
                                                                coleccionista 
                                                                aguardaba 
                                                                ansiosamente más 
                                                                noticias, con 
                                                                temor de no 
                                                                volver a ver a 
                                                                su hijo. Después 
                                                                de algunos días 
                                                                su temor fue 
                                                                confirmado. Su 
                                                                joven hijo había 
                                                                muerto mientras 
                                                                arrastraba a uno 
                                                                de sus 
                                                                compañeros a un 
                                                                médico. 
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                Afligido y 
                                                                solitario, el 
                                                                anciano se 
                                                                enfrentó a los 
                                                                días festivos de 
                                                                la Navidad lleno 
                                                                de angustia y 
                                                                tristeza. El 
                                                                gozo de la 
                                                                temporada que 
                                                                tanto esperaban 
                                                                él y su hijo 
                                                                jamás volvería a 
                                                                visitar su 
                                                                hogar. 
                                                                
                                                                
                                                                Un toque en la 
                                                                puerta despertó 
                                                                al hombre en la 
                                                                mañana de 
                                                                Navidad. 
                                                                Mientras se 
                                                                dirigía a 
                                                                abrirla, las 
                                                                pinturas en las 
                                                                paredes le 
                                                                recordaron que 
                                                                su hijo no 
                                                                volvería al 
                                                                hogar. Al abrir 
                                                                recibió el 
                                                                saludo de un 
                                                                soldado con un 
                                                                paquete en sus 
                                                                manos. Se 
                                                                introdujo al 
                                                                anciano 
                                                                diciendo, -“Yo 
                                                                fui amigo de su 
                                                                hijo, a quien él 
                                                                trató de salvar 
                                                                cuando murió. 
                                                                ¿Puedo entrar 
                                                                por un momento? 
                                                                Tengo algo que 
                                                                quiero 
                                                                mostrarle.” 
                                                                
                                                                
                                                                Según 
                                                                dialogaban, el 
                                                                soldado le contó 
                                                                cómo su hijo le 
                                                                hablaba a todos 
                                                                sobre el amor 
                                                                que él y su 
                                                                padre sentían 
                                                                hacia las obras 
                                                                finas de arte. 
                                                                –“No soy un 
                                                                artista,” –le 
                                                                dijo el soldado, 
                                                                -“pero deseo 
                                                                regalarle esto.” 
                                                                
                                                                
                                                                Mientras el 
                                                                anciano 
                                                                desenvolvía el 
                                                                paquete, ya 
                                                                podía ver una 
                                                                pintura de su 
                                                                hijo. Aunque el 
                                                                mundo nunca lo 
                                                                consideraría 
                                                                como la obra de 
                                                                un genio, la 
                                                                pintura 
                                                                reflejaba el 
                                                                rostro del joven 
                                                                con detalles 
                                                                impresionantes. 
                                                                
                                                                
                                                                Sobrecogido de 
                                                                emoción, el 
                                                                anciano le dio 
                                                                las gracias al 
                                                                soldado, 
                                                                prometiéndole 
                                                                que lo colocaría 
                                                                encima de la 
                                                                chimenea. Horas 
                                                                después de 
                                                                despedir al 
                                                                soldado comenzó 
                                                                la tarea de 
                                                                instalar la 
                                                                pintura sacando 
                                                                de su lugar 
                                                                obras de valor 
                                                                incalculable. Se 
                                                                sentó en su 
                                                                silla y pasó el 
                                                                día de Navidad 
                                                                mirando el 
                                                                regalo que le 
                                                                habían 
                                                                obsequiado. 
                                                                
                                                                
                                                                Durante las 
                                                                semanas que 
                                                                siguieron, el 
                                                                hombre realizó 
                                                                que, aunque su 
                                                                hijo ya no 
                                                                estaba con él, 
                                                                seguiría 
                                                                viviendo en los 
                                                                corazones de 
                                                                aquellos que él 
                                                                había tocado. Se 
                                                                enteró que su 
                                                                hijo había 
                                                                rescatado 
                                                                docenas de 
                                                                soldados heridos 
                                                                antes de que una 
                                                                bala traspasara 
                                                                su bondadoso 
                                                                corazón. 
                                                                
                                                                
                                                                A medida que 
                                                                recibía 
                                                                historias de la 
                                                                gallardía de su 
                                                                hijo, el orgullo 
                                                                paternal y la 
                                                                satisfacción 
                                                                comenzaron a 
                                                                aliviar su pena. 
                                                                La pintura de su 
                                                                hijo se 
                                                                con-virtió en su 
                                                                más valiosa 
                                                                posesión, 
                                                                eclipsando por 
                                                                mucho, todo 
                                                                interés por 
                                                                piezas que 
                                                                museos alrededor 
                                                                del mundo 
                                                                aclamaban. Le 
                                                                dijo a sus 
                                                                vecinos que ese 
                                                                era el mayor y 
                                                                más 
                                                                significativo 
                                                                regalo que jamás 
                                                                había recibido. 
                                                                
                                                                
                                                                En la primavera 
                                                                siguiente el 
                                                                anciano enfermó 
                                                                gravemente y 
                                                                murió. El mundo 
                                                                del arte ya 
                                                                estaba 
                                                                anticipando que 
                                                                al morir el 
                                                                hombre y su 
                                                                único hijo, sus 
                                                                pinturas serían 
                                                                subastadas. De 
                                                                acuerdo al 
                                                                testamento del 
                                                                anciano, todas 
                                                                sus obras de 
                                                                arte serían 
                                                                subastadas el 
                                                                día de Navidad, 
                                                                el día en que 
                                                                recibió su más 
                                                                valioso regalo. 
                                                                
                                                                
                                                                El día esperado 
                                                                por todos llegó 
                                                                y coleccionistas 
                                                                de todas partes 
                                                                del mundo se 
                                                                reunieron para 
                                                                participar del 
                                                                evento. La 
                                                                subasta comenzó 
                                                                con una pintura 
                                                                que no estaba en 
                                                                la lista de 
                                                                museo alguno. El 
                                                                subastador 
                                                                preguntó por la 
                                                                primera oferta, 
                                                                pero todo era 
                                                                silencio en el 
                                                                salón. –“¿Quién 
                                                                abre la subasta 
                                                                con $100?” 
                                                                –preguntó. Los 
                                                                minutos pasaron 
                                                                y nadie decía 
                                                                yo. De la parte 
                                                                trasera del 
                                                                salón se escuchó 
                                                                una voz, -¿A 
                                                                quién le 
                                                                interesa esa 
                                                                pintura? Es sólo 
                                                                una pintura de 
                                                                su hijo. 
                                                                Olvidemos eso y 
                                                                sigamos con lo 
                                                                que realmente 
                                                                vale.” Más voces 
                                                                hicieron eco en 
                                                                acuerdo a tal 
                                                                propuesta. 
                                                                
                                                                
                                                                -“No, hay que 
                                                                vender esta 
                                                                primero,” 
                                                                contestó el 
                                                                subastador. 
                                                                –“Ahora, ¿quién 
                                                                quiere El Hijo?” 
                                                                Finalmente, un 
                                                                vecino del 
                                                                anciano habló. 
                                                                –“¿Tomaría $10 
                                                                por la pintura? 
                                                                Es todo lo que 
                                                                tengo. Yo conocí 
                                                                al chico y me 
                                                                gustaría 
                                                                tenerlo.” 
                                                                
                                                                
                                                                -“Aquí hay $10. 
                                                                ¿Alguien ofrece 
                                                                más?” preguntó 
                                                                el subastador. 
                                                                Después de un 
                                                                largo silencio, 
                                                                dijo, -“$10 a la 
                                                                una, $10 a las 
                                                                dos, vendido.” 
                                                                Se oyó caer el 
                                                                mallete. Una 
                                                                ovación llenó el 
                                                                salón y alguien 
                                                                exclamó, -“Ahora 
                                                                podemos 
                                                                continuar 
                                                                ofreciendo por 
                                                                los verdaderos 
                                                                tesoros.” 
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                El subastador 
                                                                miró a la 
                                                                audiencia y 
                                                                anunció que la 
                                                                subasta había 
                                                                terminado. Un 
                                                                asombro de 
                                                                incredulidad 
                                                                silenció el 
                                                                salón. Alguien 
                                                                preguntó, -“¿Qué 
                                                                quiere usted 
                                                                decir con que 
                                                                terminó? No 
                                                                hemos venido 
                                                                aquí para un 
                                                                cuadro del hijo 
                                                                de un anciano. 
                                                                ¿Qué de todas 
                                                                estas pinturas? 
                                                                Hay arte por 
                                                                valor de 
                                                                millones de 
                                                                dólares aquí. Le 
                                                                demando que nos 
                                                                explique qué hay 
                                                                detrás de este 
                                                                asunto.” 
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                El subastador 
                                                                tranquilamente 
                                                                contestó, -“Es 
                                                                muy simple. De 
                                                                acuerdo al 
                                                                testamento del 
                                                                padre, 
                                                                quienquiera que 
                                                                tome El Hijo… lo 
                                                                recibe todo.”
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                El mensaje que 
                                                                recibieron los 
                                                                coleccionistas 
                                                                el día de 
                                                                Navidad, es el 
                                                                mismo mensaje 
                                                                hoy: El amor de 
                                                                un padre cuyo 
                                                                mayor gozo 
                                                                procede de su 
                                                                Hijo que se fue 
                                                                y dio su vida 
                                                                para salvar a 
                                                                otros, y por ese 
                                                                amor, 
                                                                quienquiera que 
                                                                reciba a su Hijo 
                                                                lo recibe todo 
                                                                en la vida. 
                                                                
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                Autor 
                                                                Desconocido 
                                                                
                                        
                
																
																  
                                        
                                        
                                        
                                        AGRADECIMIENTO 
                                                                                      
                
																 Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado. 
                                                                                      Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.” 
                                                                                      Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”. 
                                                                                      Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital. 
                                                                                      Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo. 
                                                                                      Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido. 
                                                                                      Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.”  Mi lema desde entonces ha sido: 
                                                                                       “La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO". 
                                                                                      “Y  todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23 
                                                                                      Por: Davy Jones 
                                                                
                                        
                
																
																  
                                        
                                        
                                        
                                        Una Historia de Acción de Gracias 
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                “Sobrelleven 
                                                                unos las cargas 
                                                                de los otros, y 
                                                                cumplan así la 
                                                                ley de Cristo.” 
                                                                Gálatas 6:2 
                                                                
                                                                
                                                                
                
																 Era 
                                                                la víspera del 
                                                                Día de Acción de 
                                                                Gracias, el 
                                                                primero que mis 
                                                                tres hijos y yo 
                                                                pasaríamos sin 
                                                                su padre, quien 
                                                                se había ido 
                                                                varios meses 
                                                                atrás. Los dos 
                                                                niños mayores 
                                                                estaban enfermos 
                                                                con gripe, y al 
                                                                menor le habían 
                                                                recomendado 
                                                                descanso en cama 
                                                                por una semana. 
                                                                
                                                                
                                                                Era un día frío 
                                                                y nublado y 
                                                                estaba 
                                                                lloviznando. Mi 
                                                                cansancio iba en 
                                                                aumento mientras 
                                                                me movía de un 
                                                                sitio a otro 
                                                                tratando de 
                                                                atender a cada 
                                                                uno de mis 
                                                                hijos: 
                                                                termómetros, 
                                                                jugo, pañales, 
                                                                etc. Los 
                                                                líquidos que 
                                                                debía darle se 
                                                                me estaban 
                                                                agotando 
                                                                rápidamente y 
                                                                cuando busqué en 
                                                                mi bolso, 
                                                                solamente 
                                                                encontré $2.50… 
                                                                y se suponía que 
                                                                esa cantidad me 
                                                                durara hasta el 
                                                                final del mes. 
                                                                En eso oí sonar 
                                                                el teléfono. 
                                                                
                                                                
                                                                Era la 
                                                                secretaria de la 
                                                                iglesia donde 
                                                                antes 
                                                                asistíamos. Me 
                                                                dijo que habían 
                                                                estado pensando 
                                                                en nosotros y 
                                                                que tenía algo 
                                                                para darnos de 
                                                                parte de la 
                                                                congregación. Le 
                                                                dije que iba a 
                                                                salir a comprar 
                                                                más jugo y sopas 
                                                                para los niños y 
                                                                que pasaría por 
                                                                allá de camino 
                                                                al mercado.
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                Llegué a la 
                                                                iglesia justo 
                                                                antes de la hora 
                                                                de almuerzo. La 
                                                                secretaria me 
                                                                recibió en la 
                                                                puerta y me 
                                                                entregó un sobre 
                                                                especial de 
                                                                regalo. 
                                                                “Pensamos en ti 
                                                                y en los chicos 
                                                                a menudo,” me 
                                                                dijo; “los 
                                                                tenemos en 
                                                                nuestros 
                                                                corazones y 
                                                                oraciones. Les 
                                                                amamos.” Cuando 
                                                                abrí el sobre, 
                                                                contenía dos 
                                                                certificados de 
                                                                alimentos por el 
                                                                valor de $20 
                                                                cada uno. Me 
                                                                sentí tan 
                                                                conmovida que 
                                                                comencé a 
                                                                llorar. “Muchas 
                                                                gracias,” le 
                                                                dije, mientras 
                                                                nos abrazábamos. 
                                                                “Por favor, 
                                                                llévale nuestro 
                                                                amor y 
                                                                agradecimiento a 
                                                                la iglesia.” 
                                                                
                                                                
                                                                Luego me dirigí 
                                                                a una tienda 
                                                                cerca de nuestra 
                                                                casa y compré 
                                                                algunos 
                                                                artículos que 
                                                                necesitaba con 
                                                                urgencia para 
                                                                los niños. La 
                                                                cantidad a pagar 
                                                                era un poco más 
                                                                de $14, por lo 
                                                                que le entregué 
                                                                uno de los 
                                                                certificados de 
                                                                regalo a la 
                                                                cajera. Ella lo 
                                                                tomó y se viró 
                                                                de espalda por 
                                                                un tiempo que 
                                                                con-sideré algo 
                                                                prolongado. 
                                                                Pensé que había 
                                                                algo mal y le 
                                                                dije, “Ese 
                                                                certificado de 
                                                                regalo ha sido 
                                                                una gran 
                                                                bendición. La 
                                                                iglesia donde 
                                                                asistíamos nos 
                                                                lo regaló 
                                                                sabiendo que soy 
                                                                una madre 
                                                                soltera tratando 
                                                                de subsistir.”
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                La cajera se dio 
                                                                vuelta con 
                                                                lágrimas en sus 
                                                                ojos llenos de 
                                                                ternura y 
                                                                contestó, 
                                                                “¡Querida, qué 
                                                                bueno, eso es 
                                                                tremendo! 
                                                                ¿Tienes un 
                                                                pavo?” 
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                “No, está bien, 
                                                                pues mis hijos 
                                                                están enfermos 
                                                                de todas 
                                                                maneras.” le 
                                                                contesté. 
                                                                Entonces me 
                                                                preguntó, 
                                                                “¿Tienes algo 
                                                                más para la cena 
                                                                de Acción de 
                                                                Gracias?” 
                                                                Nuevamente le 
                                                                contesté, “No.” 
                                                                
                                                                
                                                                Después de darme 
                                                                lo que sobró del 
                                                                certificado, me 
                                                                miró y me dijo, 
                                                                “Querida, no 
                                                                puedo decirte el 
                                                                porqué ahora 
                                                                mismo, pero 
                                                                quiero que 
                                                                regreses al 
                                                                interior de la 
                                                                tienda y tomes 
                                                                un pavo, pastel 
                                                                de calabaza y 
                                                                cualquier otra 
                                                                cosa que 
                                                                necesites para 
                                                                la cena de 
                                                                Acción de 
                                                                Gracias.” 
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                Me quedé 
                                                                estupefacta y 
                                                                las lágrimas 
                                                                comenzaron a 
                                                                fluir. “¿Estás 
                                                                segura?” Le 
                                                                pregunté. “Sí. 
                                                                Toma todo lo que 
                                                                necesites y coge 
                                                                también más jugo 
                                                                para los 
                                                                chicos.” 
                                                                
                                                                
                                                                Me sentí 
                                                                incómoda al 
                                                                regresar a tomar 
                                                                más alimentos, 
                                                                pero seleccioné 
                                                                un pavo fresco, 
                                                                batatas y papas 
                                                                y algunos jugos 
                                                                para los niños. 
                                                                Luego regresé 
                                                                donde estaba la 
                                                                misma cajera. 
                                                                Mientras 
                                                                colocaba los 
                                                                alimentos en el 
                                                                mostrador, ella 
                                                                me miró con 
                                                                lágrimas en sus 
                                                                ojos y comenzó a 
                                                                hablar. 
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                “Ahora te puedo 
                                                                decir. Esta 
                                                                mañana oraba 
                                                                para que pudiera 
                                                                ayudar a alguien 
                                                                en el día de 
                                                                hoy, y llegaste 
                                                                tú.” Buscó su 
                                                                bolso que estaba 
                                                                debajo del 
                                                                mostrador y sacó 
                                                                un billete de 
                                                                $20. Pagó por 
                                                                mis alimentos y 
                                                                luego me entregó 
                                                                el cambio. De 
                                                                nuevo me puse a 
                                                                llorar. 
                                                                
                                                                
                                                                La dulce joven 
                                                                me dijo, “Soy 
                                                                cristiana. Este 
                                                                es mi número de 
                                                                teléfono por si 
                                                                alguna vez 
                                                                necesitas algo” 
                                                                Luego tomó mi 
                                                                cabeza en sus 
                                                                manos, me dio un 
                                                                beso en la 
                                                                mejilla, y me 
                                                                dijo, “Dios te 
                                                                bendiga, 
                                                                querida.” 
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                Mientras 
                                                                caminaba hacia 
                                                                mi automóvil me 
                                                                sentí 
                                                                profundamente 
                                                                conmovida por el 
                                                                amor de una 
                                                                persona extraña 
                                                                y por realizar 
                                                                cuánto Dios ama 
                                                                a mi familia 
                                                                manifestando su 
                                                                amor a través de 
                                                                gente bondadosa. 
                                                                
                                                                
                                                                Ese año se 
                                                                suponía que los 
                                                                niños pasaran el 
                                                                Día de Acción de 
                                                                Gracias con su 
                                                                padre, pero 
                                                                debido a la 
                                                                gripe tuvieron 
                                                                que quedarse 
                                                                conmigo y 
                                                                pasamos un Día 
                                                                de Acción de 
                                                                Gracias 
                                                                verdaderamente 
                                                                especial. Se 
                                                                sintieron mejor 
                                                                y todos pudimos 
                                                                comer de lo 
                                                                sabroso de la 
                                                                generosidad del 
                                                                Señor, y 
                                                                nuestros 
                                                                corazones se 
                                                                desbordaron en 
                                                                agradecimiento… 
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                Por: Andrea N. 
                                                                Mejía 
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                 
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                
                                                                “El que siembra 
                                                                escasamente, 
                                                                también segará 
                                                                escasamente; y 
                                                                el que siembra 
                                                                generosamente, 
                                                                generosamente 
                                                                también segará. 
                                                                
                                                                
                                                                Y poderoso es 
                                                                Dios para hacer 
                                                                que abunde en 
                                                                ustedes toda 
                                                                gracia, a fin de 
                                                                que teniendo 
                                                                todo lo 
                                                                suficiente, 
                                                                abunden para 
                                                                toda buena obra. 
                                                                Como está 
                                                                escrito: 
                                                                Repartió, dio a 
                                                                los pobres; su 
                                                                justicia 
                                                                permanece para 
                                                                siempre.” 2 
                                                                Cor.9:6,8-9 
                                                                
                                                                
                                        
                
																
																  
                                        
                                        
                                        
                                        LA 
                                        LECCIÓN DEL ANILLO 
                                                                
                
																 Vengo, 
                                                                maestro, porque 
                                                                me siento tan 
                                                                poca cosa y de 
                                                                tan poco valor 
                                                                que no tengo 
                                                                fuerzas para 
                                                                hacer nada. Me 
                                                                dicen que no 
                                                                sirvo, que no 
                                                                hago nada bien, 
                                                                que soy torpe y 
                                                                bastante tonto. 
                                                                ¿Cómo puedo 
                                                                mejorar? ¿Qué 
                                                                puedo hacer para 
                                                                que me valoren 
                                                                más?"  
                                                                                      El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, debo resolver primero mi propio problema, quizás después. Y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti. 
                                                                                      Encantado, maestro, titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.  
                                                                                      Bien, asintió el maestro mientras se quitaba un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.  
                                                                                      El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pedía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, uno ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.  
                                                                                      Después de ofrecer su joya a todo el que veía en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. 
                                                                                      Entró en la habitación. Maestro, dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste.Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie con respecto al valor real del anillo. 
                                                                                      -Qué importante lo que acabas de decir, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas.  Vuelve aquí con mi anillo.  
                                                                                      El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por él. 
                                                                                      58 MONEDAS !!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.  
                                                                                      Si -replicó el joyero- yo sé que con más tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé ... si la venta es urgente...  
                                                                                      El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.  
                                                                                      Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. -Tú, al igual que este anillo, eres una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?   
                                                                                      Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño. 
                                                                                      
  Autor 
  Desconocido 
                                                                
                                        
                
																
																  
                                        
                                        
                                        
                                        LA 
                                        TENSIÓN Y LA SERENIDAD 
                                                
                
                                        
                                        
                                        
                                        "Despedida la multitud, subió al monte a 
                                        orar aparte; y cuando  
                                        llegó la noche, estaba allí solo." Mateo 
                                        14:23 
                                                
                
                                        
                
																 "Linda," 
                le dijo la menuda empleada del supermercado a una señora, "todas 
                las personas que conozco dicen que están agotadas". Respiró 
                profundamente, se sacó de la cara un mechón de cabello castaño 
                que le tapaba los ojos azules, y siguió cobrando la mercancía.  
                                        
                                        
                                        La tensión se ha convertido en algo muy 
                                        común, sobre todo en la última década. 
                                        En algún momento de la vida, a todos nos 
                                        abruman las muchas cosas que tenemos que 
                                        hacer y las tendencias perfeccionistas.
                                         
                                        
                                        
                                        En el artículo "Confesiones de un adicto 
                                        al trabajo" el psiquiatra Paul Meier 
                                        escribió: 
                                                 
                
                                        
                                        
                                        "Habiendo crecido con una sobredosis de 
                                        ética laboral evangélica, fui un alumno 
                                        sobresaliente que, de alguna manera, me 
                                        extralimitaba...Era un adicto al trabajo 
                                        de primera clase y estaba orgulloso de 
                                        mí mismo. Creía que eso era lo que Dios 
                                        quería de mí."
                                                
                
                                        
                                        
                                        Pero después, con la ayuda de algunos 
                                        amigos, la convicción del Espíritu Santo 
                                        y la enseñanza bíblica, el Dr. Meier 
                                        estableció nuevas prioridades. En su 
                                        lista figuraba primero: 
                                                 
                
                                        
                                        
                                        "Conocer a Dios personalmente."
                                                
                
                                        
                                        
                                        Hizo la siguiente observación: "Aprendí 
                                        a aceptar que vivo en un mundo 
                                        imperfecto. No tengo que tratar de 
                                        suplir todas las necesidades de mis 
                                        semejantes. Aprendí a confiar en Dios en 
                                        vez de salir a auxiliar al mundo. De 
                                        todas maneras, Él va a hacer el trabajo 
                                        mucho mejor." 
                                        
                                        
                                        También Jesús debe de haberse sentido 
                                        exhausto por las exigencias que recaían 
                                        sobre su persona. Cuando se fue a orar a 
                                        solas, nos dio un significativo ejemplo 
                                        que debemos seguir todos los días.
                                         
                                                
                
                                        
                                        
                                        
                                        
                                        "Querido Padre celestial, ayúdame a que 
                                        la serenidad sea una prioridad en mi 
                                        vida, sin importar la hora del día. En 
                                        todo momento, puedo venir solo al huerto 
                                        y escuchar tu voz." 
                                         
                                                
                
                                        
																
																  
                                                
                
                                        
                                        ¿CÓMO SE VIVE EN TU PUEBLO? 
                                                                                      
                
																 Este era un anciano muy sabio. Cada día se sentaba frente a una estación de gasolina y saludaba a cuanto motorista pasaba por el pueblito. Un día, su nietecita quiso acompañarlo y sentándose al pie de su silla, así pasó con él todo el tiempo.  
                                                                                      Mientras observaban a la gente entrar y salir, un hombre muy alto, que de seguro era un turista pues ellos conocían a todos en el pueblo, miraba alrededor examinando el área como buscando un sitio donde establecerse. El extranjero se le acercó al anciano y le preguntó: “¿Qué clase de pueblo es el que estamos?” El anciano se viró hacia  él y le contestó: “Bueno, ¿de qué clase de pueblo es usted?” Le dijo el turista: “En mi pueblo todos se critican unos a otros. Los vecinos se la pasan murmurando de los demás, y es un sitio bien negativo para vivir. Yo me alegro de haber salido de allí. No es un sitio agradable.” El anciano miró al extranjero y le dijo: “¿Sabe usted algo? Asimismo es aquí en este pueblo.” 
                                                                                      Como una hora más tarde, una familia que también pasaba por allí, se detuvo a comprar gasolina. El automóvil entró a la estación lentamente y paró frente a donde se encontraban sentados el anciano con su nieta. La mamá salió del auto con sus dos niños y le preguntó al anciano por los baños. El anciano señaló hacia el lugar donde éstos se encontraban. Luego se bajó el padre y también preguntó al anciano: “¿Es este pueblo un sitio bueno para vivir?”  Le contestó el anciano: “¿Cómo es el pueblo de donde es usted?” El hombre lo miró y le dijo: ”Bueno, en mi pueblo todo el mundo es bien unido y siempre deseosos de ayudar al vecino. Dondequiera que uno va siempre lo reciben con Hola y Gracias. Realmente detesto tener que dejarlo. Me siento como si dejara a mi familia.” El anciano miró al hombre y dándole una sonrisa le dice: “¿Sabe? Hay un gran parecido con este pueblito.” La familia entró al auto, le dieron las gracias, se despidieron saludando con la mano y siguieron su camino.  
                                                                                      Cuando la familia ya iba lejos, la nietecita miró a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, ¿cómo es que al primer hombre tú le dijiste que este pueblo era un sitio horrible para vivir y a la familia que también paró le diste a entender que era un lugar maravilloso.” Con mucho cariño, el abuelo miró los ojitos intrigados de su nietecita y le dijo: “No importa a donde te vayas, contigo se irán tus actitudes y toda tu manera de ser y eso es lo que hace que el lugar donde vivas sea terrible o sea maravilloso.”  
                                                                                      De: Stories for the Heart. Compiladas por: Alice Gray 
                                                                
                                        
                                        
                
																
																  
                                                
                                              
                                                
                                                                
                                        
                                        J ARDINES 
                                        SECRETOS
                                                
                
                                        
                                        
                                        
                                        "Esta tierra que era asolada ha venido a 
                                        ser como huerto del Edén." 
                                        Ezequiel 36:35 
                                                
                
                                        
                
																 La 
                obra "El jardín secreto", escrita por Frances Hodgson Burnett, 
                ilustra de manera hermosa el poder de la bondad y la fe. Collin, 
                el hijo adolescente de un padre rico, que sufre por no poder 
                reponerse de la muerte de su esposa, es un joven inválido, 
                exigente y egoísta. Al principio, Collin rechaza la amistad de 
                Mary, su prima. Cuando la joven Mary descubre la llave de un 
                jardín secreto en la casa de su tío, también ella abre una 
                puerta secreta que alegra su propio corazón. Inmediatamente se 
                pone a trabajar para restablecer la belleza y el encanto perdido 
                en el jardín. 
                                        
                                        
                                        Poco a poco, Mary persuade a Collin a 
                                        que, paso a paso, deje su egoísmo y 
                                        trate de sanarse. Finalmente, prevalece 
                                        su tenaz insistencia y Collin pasa 
                                        tiempo afuera, restaurando el jardín que 
                                        con tanta dedicación había plantado y 
                                        cuidado su madre. El jovencito volvió a 
                                        cobrar ánimo y se le fue la tristeza y 
                                        la amargura del corazón. El trabajo en 
                                        el jardín lo ayudó a sanar, no solo en 
                                        el cuerpo y espíritu, sino en la 
                                        relación distante con su padre. 
                                        
                                        
                                        Los jardines que no se cuidan durante 
                                        años, producen espinas que ahogan la 
                                        vida y ocultan la belleza. Pero, al 
                                        quitar los escombros del pasado y abrir 
                                        camino en esos jardines descuidados, 
                                        descubrimos algo notable: Hay una vida 
                                        dulce y hermosa esperando ser llena de 
                                        la divina fragancia del cielo. Alrededor 
                                        nuestro hay "jardines" que esperan ser 
                                        descubiertos, y están en nuestra casa, 
                                        en el vecindario, en la escuela, en el 
                                        trabajo. Se nos ha dado la llave, y no 
                                        es un secreto cuáles son los jardines 
                                        que podemos ayudar a hermosear al 
                                        compartir el amor de Dios con los demás. 
                                                
                                              
                
                                        
																
																  
                                        
                  LA LEY DEL CAMIÓN DE BASURA 
                                                                                      
                
                
																 Me subí a un taxi rumbo a la Estación del tren y llendo por el carril de la derecha por poco nos estrellamos con un carro que así de repente salió como un meteoro de donde estaba estacionado. El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar todo lo que pudo, casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros. Después de ésto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventana, comenzó a gritarnos una cantidad de insultos horribles. 
                                                                                      Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto como si nada hubiera pasado. Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al taxista que por qué se sonreía y saludaba al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta envi-arnos al hospital. Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo "La Ley del Camión de Basura". 
                                                                                      Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? -Sí, le contesté -¿y eso qué tiene que ver? -Pues, así como esos camiones de basura, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura: frustración, rabia, y decepción. La basura se les va acumulando y necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja, seguramente vaciarían toda la basura en usted. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo. 
                                                                                      A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle. Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película "El Sexto Sentido" decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante. 
                                                                                      Las personas responsables saben que tienen que estar listos para llegar a su trabajo en el mejor estado de ánimo, y a sus hogares llenos de paz para recibir a sus hijos con besos y abrazos. Deben estar física y mentalmente saludables para aquellos que realmente son importantes. En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura le trastornen su día y los saque de carrera. 
                                                                
                                                                                      Autor Desconocido  
                                                                
                                        
                
																
																  
                                        
                  El Pequeño y el Grande 
                                                
                
                                        
                
																 David 
                era un pastorcito que se enfrentó a Goliat, el gigante filisteo. 
                Su enorme oponente estaba armado y bien preparado para el 
                combate. Goliat había participado en muchas batallas. Era 
                guerrero y por lo general, confiaba en su altura y ferocidad 
                para ganar las batallas antes que se sacaran las armas. Era el 
                símbolo filisteo de la fuerza física.  
                                        
                  Risas burlonas 
                  se oyeron por el campo de batalla cuando ese poderoso y enorme 
                  guerrero se enfrentó al jovencito. ¿Cómo era posible? 
                  Seguramente que Goliat lo vencería. Era el más fuerte y el 
                  mejor entre los filisteos. 
                                        
                  ¿Qué traía 
                  David a la batalla? Era un muchacho sin preparación para la 
                  guerra y no sabía usar armas. No contaba con posibilidad 
                  alguna. Era demasiado joven por lo que su gente esperaba otro 
                  desastre. 
                                        
                  Mientras Goliat 
                  se burlaba de Dios, David adoraba al Señor. Goliat festejaba 
                  su segura victoria; David le pedía a Dios un milagro. Goliat 
                  confiaba en su tamaño y en su fuerza; David, aunque pequeño, 
                  confiaba en Alguien mucho más grande y poderoso. Una 
                  piedrecita acabó con el gigante. Aquel que se creía grande, 
                  fuerte e invencible fue humillado por un chico joven, débil, 
                  sin experiencia en la guerra y desarmado. Así obra Dios y así 
                  respalda a los que en Él confían.  
                                        
                  Por miles de 
                  años, las pequeñas semillas plantadas en la oscura y fría 
                  tierra han dado fruto, han hecho crecer altos árboles y han 
                  dado variedad de flores. La fe siembra una semilla y espera la 
                  cosecha. David arrojó una piedrecita y alcanzó la victoria por 
                  la fe y confianza depositada en Aquél que nunca le había 
                  fallado, el Todopoderoso Dios. 
                                        
                  
                  "Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores 
                  por medio de Aquél que nos amó."   Romanos 8:37 
                                                
                
                                        
																
																  
                                                
                                        
                  
                  Pie Deforme 
                                                
                                        
                                        
                
																 P hillip 
                Carey, un huérfano y el principal personaje en la novela de
                  
                  Of Human Bondage, 
                nació con un pie deforme. Debido a su deformidad, cuando era 
                niño, sus compañeros de clase se burlaban de él y lo excluian de 
                sus juegos.
                                        
                  
                  En una escena 
                  conmovedora, el joven Phillip se convence de que si ora 
                  intensamente, Dios le sanará el pie. Sueña despierto durante 
                  horas con la reacción de sus compañeros cuando lo vean llegar 
                  a la escuela con el pie sano. Se ve a sí mismo corriendo más 
                  rápido que el más veloz de sus compañeros, y se siente feliz 
                  imaginando la cara de asombro de sus atormentadores. Al final, 
                  se va a dormir esperando ver, cuando despierte a la mañana 
                  siguiente, su pie completamente sanado. Pero el día siguiente 
                  se presenta sin cambio alguno. Su pie seguía deforme. 
                                        
                  
                  Aunque esta fue 
                  una de las tantas desilusiones en la vida del joven Phillip, 
                  fue un punto de cambio importante en su aprendizaje para 
                  afrontar las duras realidades de la vida. Fundamentado en una 
                  fortaleza interior que desconocía tener, se dio cuenta de que 
                  la deformidad de su pie no iba a determinar su destino, pero 
                  la forma en que respondiera a ella haría toda la diferencia en 
                  su vida. Si la veía como una deformidad que lo imposibilitaba, 
                  su vida estaría limitada. En cambio, empezó a ver su 
                  incapacidad como un obstáculo para vencer, y no se dejó 
                  abatir. 
                                        
                  
                  La vida está llena 
                  de grandes oportunidades que aparecen disfrazadas como 
                  frustraciones muy devastadoras. Para Phillip Carey, era su pie 
                  deforme. Para el apóstol Pablo era un aguijón en la carne. Sea 
                  lo que sea en tu vida que pretenda retarte para impedir que 
                  alcances victorias, no te desesperes, no te desalientes, no 
                  desmayes. Con la ayuda de Dios, tú también puedes cambiar tus 
                  cicatrices en estrellas, y tus impedimentos, en fortalezas. 
                                        
                                        
                  "Me fue 
                  dado un aguijón en mi carne ..." 2 Corintios 12:7 
                                                
                                                
                                                              
																
																  
                
                
                                        
                  U NOS 
                  ZAPATOS DORADOS PARA JESÚS
                                                
                                    
                                        
																 Faltaban 
                                                                cuatro días para 
                                                                Navidad. El 
                                                                espíritu de la 
                                                                época no se 
                                                                había puesto a 
                                                                la par conmigo 
                                                                todavía, aún 
                                                                cuando el 
                                                                estacionamiento 
                                                                de nuestra 
                                                                tienda de 
                                                                descuentos local 
                                                                estaba lleno. 
                                                                Dentro de la 
                                                                tienda, era 
                                                                peor. Los carros 
                                                                de compras y los 
                                                                clientes de 
                                                                última hora 
                                                                llenaban todas 
                                                                las áreas. 
                                        
                                        -¿Por 
                                        qué vendría a comprar hoy? Mis pies me 
                                        dolían tanto como mi cabeza. Pensar en 
                                        algo para el que lo tiene todo, y con 
                                        los precios tan altos, consideraba la 
                                        compra de regalos cualquier cosa menos 
                                        una diversión. Rápidamente, llené mi 
                                        carro con artículos de última hora y me 
                                        añadí a la larga fila para pagar. Tomé 
                                        la más corta, pero aún así tuve que 
                                        esperar bastante. 
                                        
                                        
                                        Frente a 
                                        mí habían dos niñitos, un niño como de 5 
                                        años y una niña un poco menor. Ambos 
                                        lucían andrajosos y desaliñados. El niño 
                                        llevaba algunos billetes arrugados en 
                                        sus manos sucias. La carita de la niña 
                                        estaba marcada por residuos de comida de 
                                        la noche anterior. En sus manos llevaba 
                                        un par de zapatillas doradas. Mientras 
                                        la música sonaba en la tienda, la niña 
                                        tarareaba algo desafinada, pero 
                                        contenta. Cuando, por fin, les llegó el 
                                        turno para pagar, puso las zapatillas en 
                                        el mostrador con mucho cuidado, como si 
                                        fueran un tesoro.
                                         
                                        
                                        
                                        La 
                                        cajera le dijo que eran $6.09. El niño 
                                        puso encima los arrugados billetes 
                                        mientras buscaba en sus bolsillos. Solo 
                                        tenía $3.12. –“Creo que tendremos que 
                                        devolverlas a su lugar”, dijo 
                                        valientemente. “Volveremos en algún otro 
                                        momento, a lo mejor mañana.” Al decir 
                                        eso, la niña comenzó a sollozar.  
                                        –“Pero a Jesús le hubieran gustado 
                                        tanto”, dijo. “Bueno, iremos a casa y 
                                        trabajaremos más. No llores. 
                                        Volveremos”, le aseguró el niño. 
                                         
                                        
                                        
                                        
                                        Enseguida le dí $3.00 a la cajera. Estos 
                                        niños habían esperado en la fila tanto 
                                        tiempo y, después de todo, era Navidad. 
                                        Inmediatamente sentí unos brazos a mi 
                                        alrededor y una vocecita que decía, 
                                        “Gracias, señora.” -“¿Que quisite decir 
                                        con que a Jesús le gustarían los 
                                        zapatos?“ Le pregunté.  El niño me 
                                        contestó, “Mami está enferma y se va 
                                        para el cielo. Papi nos dijo que podría 
                                        irse antes de Navidad para estar con 
                                        Jesús.”  
                                        
                                        
                                        La niña 
                                        dijo, “Mi maestra de escuela dominical 
                                        dice que las calles en el cielo son de 
                                        oro brillante, como estos zapatos. ¿No 
                                        se vería mi mami hermosa caminando con 
                                        estos zapatos por esas calles?  Mis 
                                        ojos se llenaron de lágrimas al ver su 
                                        carita marcada por el llanto. –“Sí, “ le 
                                        contesté, “Estoy segura que se verá muy 
                                        hermosa.”  
                                        
                                        
                                        
                                        Silenciosamente, le agradecí a Dios el 
                                        haber usado a estos niños para 
                                        recordarme el verdadero espíritu de dar.
                                         
                                                
                                    
                                        
                                        
                                        De alguna manera, no solo en Navidad, 
                                        sino durante todo el año 
                                        el gozo que tú das a otros, es el gozo 
                                        que regresa a tí. 
                                        
                                        
                                        
                                        
                                        Autora del artículo:  Helga Schmidt 
                                              
                                                
                                        
																
																  
                                        
                
                                        
                  
                  TE  PERDONO 
                                                
                
                                        
                  
                  "Creced en la gracia" 
                  2 Pedro 3:18 
                                                
                
                                        
                
																 Gustavo 
                ya ni se acordaba de por qué se había enojado con su hijo 
                Rodolfo, pero continuaba molesto y no podía evitarlo. Se sentía 
                muy frustrado con el muchacho. Una y otra vez descargó su ira 
                hasta quedar exhausto, e inmediatamente se sintió culpable por 
                su conducta. 
                                        
                  Mirando los ojos 
                  llenos de lágrimas de Rodolfo, Gustavo le dijo: "Hijo, siento 
                  mucho haber perdido la paciencia. Estuve mal por haberte 
                  gritado y estuve mal por enojarme, a pesar de lo que hiciste. 
                  Por favor, perdóname."  
                                        
                  Sin dudarlo un 
                  instante, Rodolfo le contestó: "No te preocupes, papá, ¡Jesús 
                  te perdona y yo también!" Rodolfo se arrojó en los brazos de 
                  su papá para abrazarlo. Se dieron un fuerte abrazo, mientras 
                  el bálsamo sanador del perdón se derramaba sobre ambos. Los 
                  unía un lazo muy fuerte, capaz de resistir las desavenencias 
                  entre padre e hijo; era un vínculo que se hacía más fuerte por 
                  la fe que compartían. Era como si el desarrollo de Rodolfo 
                  estuviese forzando a Gustavo a enfrentar su propia conducta en 
                  su niñez y hacer algunos cambios. 
                                        
                  Gustavo estaba muy 
                  consciente de que su hijo analizaba cada una de sus acciones, 
                  y él quería ser un buen padre. Le pidió a Dios que lo ayudara 
                  a ser un buen ejemplo. Todavía está luchando con su carácter e 
                  impaciencia, pero se ha comprometido a cambiar su conducta. 
                  Las palabras de su hijo lo alentaron y lo hicieron sentirse 
                  más humilde. 
                                        
                  " No 
                  te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!" 
                  Volvió a escuchar las palabras de perdón de su hijo.
                                                
                
                                        
																
																  
                                                
                
                                        
                                        
                                        UN 
                                        SENDERO DE LUZ 
                                                
                
                                        
                                        
                                        
                                        "Lámpara es a mis pies tu Palabra y 
                                        lumbrera a mi camino" 
                                        Salmo 119:105 
                                                
                
                                        
                
																 Muchos 
                jardines están iluminados con pequeños faroles, los cuales 
                alumbran lo suficiente como para que la gente no tropiece en el 
                camino. En una oportunidad visité un jardín en San Agustín, FL, 
                E.U., en el cual pequeñas lucecitas blancas iluminaban una 
                glorieta. La romántica atmósfera se completaba con grandes y 
                frondosos árboles iluminados con guirnaldas de luces que 
                resplandecían como diamantes. 
                                        
                                        
                                        Hasta la luz más pequeña colocada en el 
                                        lugar estratégico puede iluminar un gran 
                                        sector. Esto es lo que sucede en el 
                                        museo de Israel, en la sala en honor a 
                                        los niños que fueron asesinados en el 
                                        holocausto. Hay solamente seis velas que 
                                        alumbran la sala. ¿Cómo es posible? 
                                        Porque están estratégicamente colocadas 
                                        delante de varios espejos en ángulo, que 
                                        multiplican la luz de las llamas e 
                                        iluminan toda la sala. 
                                        
                                        
                                        Alrededor del año 1800, un monje llamado 
                                        Walter Denham, de Bélgica, colocó una 
                                        vela encima de sus gastados zapatos de 
                                        cuero. Luego, con las velas encendidas, 
                                        podía atravesar la fría y oscura abadía 
                                        de piedra dando un paso a la vez. 
                                        
                                        
                                        Tal vez te encuentres en medio de 
                                        oscuras circunstancias, ya sea que no 
                                        puedes controlar, o debido a un hábito 
                                        que no puedes dejar. Quizás te sientas 
                                        solo y vacío. De la misma manera en que 
                                        Walter usó las velas para alumbrar su 
                                        camino, tú también puedes encontrar tu 
                                        camino espiritual. 
                                        
                                        
                                        ¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu 
                                        camino? Confíar en la ayuda de Dios es 
                                        como tomar una lámpara en la oscuridad. 
                                        Como la luz del amanecer disipa la 
                                        oscuridad de la noche, la Palabra de 
                                        Dios muestra la oscuridad de nuestro 
                                        corazón e ilumina la verdad de que 
                                        tenemos un Padre celestial que nos ama y 
                                        nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del 
                                        mundo. 
                                        
                                        
                                        La oscuridad es la ausencia de luz; y 
                                        como Dios es luz, en Él no hay tinieblas 
                                        algunas.  
                                                
                                              
                                    
																
																  
                                        
                
                                        
                                        
                                        
                                        CESTA DE AMOR 
                                                
                
                                        
                                        
                                        
                                        "Aún en la vejez darán fruto; estarán 
                                        vigorosos y verdes ..."  
                                        Salmo 92:14 
                                                
                
                                        
                
																 María, 
                una señora jubilada, iba todos los jueves a visitar a algunas 
                personas que tenía en su lista. Algunas vivían en residencias de 
                ancianos, otras estaban solas en su casa. Agradecida de que 
                todavía podía conducir su automóvil, María llenaba una cesta con 
                guineos maduros, flores y algunas veces colocaba un cassette con 
                la grabación del servicio del domingo de su iglesia. Más que 
                nada, ella se sentaba al lado de la cama de alguna frágil 
                señora. Aunque la señora no le respondiera, María la trataba con 
                ternura, como si escuchara y entendiera cada palabra. Le 
                comentaba los acontecimientos del momento, le leía las 
                Escrituras y oraba, y luego le daba un beso de despedida y antes 
                de retirarse, le decía: "Te veré la semana que viene." 
                                        
                                        
                                        A medida que las amigas de María iban 
                                        muriendo, ella se sentía triste porque 
                                        las extrañaba, pero nunca dejaba de 
                                        servir al Señor. Encontraba nuevas 
                                        amigas y seguía compartiendo el amor de 
                                        Dios hasta que Él la llamara a su hogar 
                                        celestial. 
                                        
                                        
                                        Como una firme cesta utilizada para una 
                                        gran variedad de necesidades prácticas, 
                                        María llenaba su corazón y su vida de 
                                        amor hacia los demás. Con el tiempo y 
                                        mucho uso, las cestas pueden quedar en 
                                        desuso, pero Dios sigue utilizando a sus 
                                        hijos para ayudar a otros, siempre y 
                                        cuando estemos dispuestos.  Ya sea 
                                        que ministremos por medio de la oración, 
                                        supliendo sus necesidades físicas, 
                                        enviándoles tarjetas, o simplemente 
                                        haciendo una llamada telefónica, todavía 
                                        podemos servir a Dios. 
                                        
                                        
                                        María, no solo creía en Dios; ella vivía 
                                        la fe compartiendo su cesta de amor de 
                                        Dios con todos los que le rodeaban. 
                                                                
                
                                                
                L s 
                Artículos que no están identificados con su autor abajo, 
                                        fueron tomados 
                del Libro: En el Jardín con Dios
                  
																
                                                                
                                                                  
      
                                                                
																
																
																  
                              
                              
                                      "He 
                  aqui os doy nuevas de gran gozo: 
                                      Que os 
                  ha nacido hoy, en la ciudad de David, 
                                      un 
                  Salvador, que es CRISTO el Señor." 
                  Lucas 2:10-11 
																
																  
																
																  
                                                              
  															   | 
															 
														 
														  
                                                         
														 
  															  
    
                               
														 
														      
														 
														
														 
														
														  
														 
														   
														  
                                                         | 
													 
												 
												        
                                                         
												 | 
											 
										 
										          
                                                   
										 | 
									 
								 
								          
                                           
								 | 
							 
						 
						          
                                   
						 | 
					 
				 
				          
                           
				 | 
			 
		 
		          
                   
		 |