El que tiene al Hijo lo tiene Todo

Hubo un hombre muy rico quien, juntamente con su amado hijo, compartía gran pasión por el arte. Viajaban alrededor del mundo para añadir a su colección de pinturas los más finos tesoros. Obras valiosísimas de Picasso, Van Gogh, Monet y otros tantos adornaban las paredes de su residencia.

El hombre viudo, sentía gran satisfacción al ver que su único hijo se convertía en un coleccionista de arte con vasta experiencia. El ojo bien entrenado del hijo y su perspicacia para los negocios llenaban al padre de mucho orgullo cuando negociaban con coleccionistas alrededor del mundo.

Un año, cerca del invierno, la guerra acaparó a la nación, y el joven tuvo que salir a servirle a su país. Al cabo de unas semanas, el hombre recibió un telegrama. Su amado hijo había sido reportado perdido en acción. El coleccionista aguardaba ansiosamente más noticias, con temor de no volver a ver a su hijo. Después de algunos días su temor fue confirmado. Su joven hijo había muerto mientras arrastraba a uno de sus compañeros a un médico.

Afligido y solitario, el anciano se enfrentó a los días festivos de la Navidad lleno de angustia y tristeza. El gozo de la temporada que tanto esperaban él y su hijo jamás volvería a visitar su hogar.

Un toque en la puerta despertó al hombre en la mañana de Navidad. Mientras se dirigía a abrirla, las pinturas en las paredes le recordaron que su hijo no volvería al hogar. Al abrir recibió el saludo de un soldado con un paquete en sus manos. Se introdujo al anciano diciendo, -“Yo fui amigo de su hijo, a quien él trató de salvar cuando murió. ¿Puedo entrar por un momento? Tengo algo que quiero mostrarle.”

Según dialogaban, el soldado le contó cómo su hijo le hablaba a todos sobre el amor que él y su padre sentían hacia las obras finas de arte. –“No soy un artista,” –le dijo el soldado, -“pero deseo regalarle esto.”

Mientras el anciano desenvolvía el paquete, ya podía ver una pintura de su hijo. Aunque el mundo nunca lo consideraría como la obra de un genio, la pintura reflejaba el rostro del joven con detalles impresionantes.

Sobrecogido de emoción, el anciano le dio las gracias al soldado, prometiéndole que lo colocaría encima de la chimenea. Horas después de despedir al soldado comenzó la tarea de instalar la pintura sacando de su lugar obras de valor incalculable. Se sentó en su silla y pasó el día de Navidad mirando el regalo que le habían obsequiado.

Durante las semanas que siguieron, el hombre realizó que, aunque su hijo ya no estaba con él, seguiría viviendo en los corazones de aquellos que él había tocado. Se enteró que su hijo había rescatado docenas de soldados heridos antes de que una bala traspasara su bondadoso corazón.

A medida que recibía historias de la gallardía de su hijo, el orgullo paternal y la satisfacción comenzaron a aliviar su pena. La pintura de su hijo se con-virtió en su más valiosa posesión, eclipsando por mucho, todo interés por piezas que museos alrededor del mundo aclamaban. Le dijo a sus vecinos que ese era el mayor y más significativo regalo que jamás había recibido.

En la primavera siguiente el anciano enfermó gravemente y murió. El mundo del arte ya estaba anticipando que al morir el hombre y su único hijo, sus pinturas serían subastadas. De acuerdo al testamento del anciano, todas sus obras de arte serían subastadas el día de Navidad, el día en que recibió su más valioso regalo.

El día esperado por todos llegó y coleccionistas de todas partes del mundo se reunieron para participar del evento. La subasta comenzó con una pintura que no estaba en la lista de museo alguno. El subastador preguntó por la primera oferta, pero todo era silencio en el salón. –“¿Quién abre la subasta con $100?” –preguntó. Los minutos pasaron y nadie decía yo. De la parte trasera del salón se escuchó una voz, -¿A quién le interesa esa pintura? Es sólo una pintura de su hijo. Olvidemos eso y sigamos con lo que realmente vale.” Más voces hicieron eco en acuerdo a tal propuesta.

-“No, hay que vender esta primero,” contestó el subastador. –“Ahora, ¿quién quiere El Hijo?” Finalmente, un vecino del anciano habló. –“¿Tomaría $10 por la pintura? Es todo lo que tengo. Yo conocí al chico y me gustaría tenerlo.”

-“Aquí hay $10. ¿Alguien ofrece más?” preguntó el subastador. Después de un largo silencio, dijo, -“$10 a la una, $10 a las dos, vendido.” Se oyó caer el mallete. Una ovación llenó el salón y alguien exclamó, -“Ahora podemos continuar ofreciendo por los verdaderos tesoros.”

El subastador miró a la audiencia y anunció que la subasta había terminado. Un asombro de incredulidad silenció el salón. Alguien preguntó, -“¿Qué quiere usted decir con que terminó? No hemos venido aquí para un cuadro del hijo de un anciano. ¿Qué de todas estas pinturas? Hay arte por valor de millones de dólares aquí. Le demando que nos explique qué hay detrás de este asunto.”

El subastador tranquilamente contestó, -“Es muy simple. De acuerdo al testamento del padre, quienquiera que tome El Hijo… lo recibe todo.”

El mensaje que recibieron los coleccionistas el día de Navidad, es el mismo mensaje hoy: El amor de un padre cuyo mayor gozo procede de su Hijo que se fue y dio su vida para salvar a otros, y por ese amor, quienquiera que reciba a su Hijo lo recibe todo en la vida.

Autor Desconocido

AGRADECIMIENTO

Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado.

Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.”

Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”.

Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital.

Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo.

Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido.

Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.”  Mi lema desde entonces ha sido:

 “La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO".

“Y  todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23

Por: Davy Jones

Una Historia de Acción de Gracias

“Sobrelleven unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.” Gálatas 6:2

Era la víspera del Día de Acción de Gracias, el primero que mis tres hijos y yo pasaríamos sin su padre, quien se había ido varios meses atrás. Los dos niños mayores estaban enfermos con gripe, y al menor le habían recomendado descanso en cama por una semana.

Era un día frío y nublado y estaba lloviznando. Mi cansancio iba en aumento mientras me movía de un sitio a otro tratando de atender a cada uno de mis hijos: termómetros, jugo, pañales, etc. Los líquidos que debía darle se me estaban agotando rápidamente y cuando busqué en mi bolso, solamente encontré $2.50… y se suponía que esa cantidad me durara hasta el final del mes. En eso oí sonar el teléfono.

Era la secretaria de la iglesia donde antes asistíamos. Me dijo que habían estado pensando en nosotros y que tenía algo para darnos de parte de la congregación. Le dije que iba a salir a comprar más jugo y sopas para los niños y que pasaría por allá de camino al mercado.

Llegué a la iglesia justo antes de la hora de almuerzo. La secretaria me recibió en la puerta y me entregó un sobre especial de regalo. “Pensamos en ti y en los chicos a menudo,” me dijo; “los tenemos en nuestros corazones y oraciones. Les amamos.” Cuando abrí el sobre, contenía dos certificados de alimentos por el valor de $20 cada uno. Me sentí tan conmovida que comencé a llorar. “Muchas gracias,” le dije, mientras nos abrazábamos. “Por favor, llévale nuestro amor y agradecimiento a la iglesia.”

Luego me dirigí a una tienda cerca de nuestra casa y compré algunos artículos que necesitaba con urgencia para los niños. La cantidad a pagar era un poco más de $14, por lo que le entregué uno de los certificados de regalo a la cajera. Ella lo tomó y se viró de espalda por un tiempo que con-sideré algo prolongado. Pensé que había algo mal y le dije, “Ese certificado de regalo ha sido una gran bendición. La iglesia donde asistíamos nos lo regaló sabiendo que soy una madre soltera tratando de subsistir.”

La cajera se dio vuelta con lágrimas en sus ojos llenos de ternura y contestó, “¡Querida, qué bueno, eso es tremendo! ¿Tienes un pavo?”

“No, está bien, pues mis hijos están enfermos de todas maneras.” le contesté. Entonces me preguntó, “¿Tienes algo más para la cena de Acción de Gracias?” Nuevamente le contesté, “No.”

Después de darme lo que sobró del certificado, me miró y me dijo, “Querida, no puedo decirte el porqué ahora mismo, pero quiero que regreses al interior de la tienda y tomes un pavo, pastel de calabaza y cualquier otra cosa que necesites para la cena de Acción de Gracias.”

Me quedé estupefacta y las lágrimas comenzaron a fluir. “¿Estás segura?” Le pregunté. “Sí. Toma todo lo que necesites y coge también más jugo para los chicos.”

Me sentí incómoda al regresar a tomar más alimentos, pero seleccioné un pavo fresco, batatas y papas y algunos jugos para los niños. Luego regresé donde estaba la misma cajera. Mientras colocaba los alimentos en el mostrador, ella me miró con lágrimas en sus ojos y comenzó a hablar.

“Ahora te puedo decir. Esta mañana oraba para que pudiera ayudar a alguien en el día de hoy, y llegaste tú.” Buscó su bolso que estaba debajo del mostrador y sacó un billete de $20. Pagó por mis alimentos y luego me entregó el cambio. De nuevo me puse a llorar.

La dulce joven me dijo, “Soy cristiana. Este es mi número de teléfono por si alguna vez necesitas algo” Luego tomó mi cabeza en sus manos, me dio un beso en la mejilla, y me dijo, “Dios te bendiga, querida.”

Mientras caminaba hacia mi automóvil me sentí profundamente conmovida por el amor de una persona extraña y por realizar cuánto Dios ama a mi familia manifestando su amor a través de gente bondadosa.

Ese año se suponía que los niños pasaran el Día de Acción de Gracias con su padre, pero debido a la gripe tuvieron que quedarse conmigo y pasamos un Día de Acción de Gracias verdaderamente especial. Se sintieron mejor y todos pudimos comer de lo sabroso de la generosidad del Señor, y nuestros corazones se desbordaron en agradecimiento…

Por: Andrea N. Mejía

“El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.

Y poderoso es Dios para hacer que abunde en ustedes toda gracia, a fin de que teniendo todo lo suficiente, abunden para toda buena obra. Como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre.” 2 Cor.9:6,8-9

LA LECCIÓN DEL ANILLO

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa y de tan poco valor que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?"

El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, debo resolver primero mi propio problema, quizás después. Y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti.

Encantado, maestro, titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.

Bien, asintió el maestro mientras se quitaba un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pedía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, uno ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a todo el que veía en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación. Maestro, dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste.Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie con respecto al valor real del anillo.

-Qué importante lo que acabas de decir, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas.  Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por él.

58 MONEDAS !!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.

Si -replicó el joyero- yo sé que con más tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé ... si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. -Tú, al igual que este anillo, eres una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? 

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

Autor Desconocido

LA TENSIÓN Y LA SERENIDAD

"Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando
llegó la noche, estaba allí solo." Mateo 14:23

"Linda," le dijo la menuda empleada del supermercado a una señora, "todas las personas que conozco dicen que están agotadas". Respiró profundamente, se sacó de la cara un mechón de cabello castaño que le tapaba los ojos azules, y siguió cobrando la mercancía.

La tensión se ha convertido en algo muy común, sobre todo en la última década. En algún momento de la vida, a todos nos abruman las muchas cosas que tenemos que hacer y las tendencias perfeccionistas.

En el artículo "Confesiones de un adicto al trabajo" el psiquiatra Paul Meier escribió: "Habiendo crecido con una sobredosis de ética laboral evangélica, fui un alumno sobresaliente que, de alguna manera, me extralimitaba...Era un adicto al trabajo de primera clase y estaba orgulloso de mí mismo. Creía que eso era lo que Dios quería de mí."

Pero después, con la ayuda de algunos amigos, la convicción del Espíritu Santo y la enseñanza bíblica, el Dr. Meier estableció nuevas prioridades. En su lista figuraba primero: "Conocer a Dios personalmente."

Hizo la siguiente observación: "Aprendí a aceptar que vivo en un mundo imperfecto. No tengo que tratar de suplir todas las necesidades de mis semejantes. Aprendí a confiar en Dios en vez de salir a auxiliar al mundo. De todas maneras, Él va a hacer el trabajo mucho mejor."

También Jesús debe de haberse sentido exhausto por las exigencias que recaían sobre su persona. Cuando se fue a orar a solas, nos dio un significativo ejemplo que debemos seguir todos los días.

"Querido Padre celestial, ayúdame a que la serenidad sea una prioridad en mi vida, sin importar la hora del día. En todo momento, puedo venir solo al huerto y escuchar tu voz."

¿CÓMO SE VIVE EN TU PUEBLO?

Este era un anciano muy sabio. Cada día se sentaba frente a una estación de gasolina y saludaba a cuanto motorista pasaba por el pueblito. Un día, su nietecita quiso acompañarlo y sentándose al pie de su silla, así pasó con él todo el tiempo.

Mientras observaban a la gente entrar y salir, un hombre muy alto, que de seguro era un turista pues ellos conocían a todos en el pueblo, miraba alrededor examinando el área como buscando un sitio donde establecerse. El extranjero se le acercó al anciano y le preguntó: “¿Qué clase de pueblo es el que estamos?” El anciano se viró hacia  él y le contestó: “Bueno, ¿de qué clase de pueblo es usted?” Le dijo el turista: “En mi pueblo todos se critican unos a otros. Los vecinos se la pasan murmurando de los demás, y es un sitio bien negativo para vivir. Yo me alegro de haber salido de allí. No es un sitio agradable.” El anciano miró al extranjero y le dijo: “¿Sabe usted algo? Asimismo es aquí en este pueblo.”

Como una hora más tarde, una familia que también pasaba por allí, se detuvo a comprar gasolina. El automóvil entró a la estación lentamente y paró frente a donde se encontraban sentados el anciano con su nieta. La mamá salió del auto con sus dos niños y le preguntó al anciano por los baños. El anciano señaló hacia el lugar donde éstos se encontraban. Luego se bajó el padre y también preguntó al anciano: “¿Es este pueblo un sitio bueno para vivir?”  Le contestó el anciano: “¿Cómo es el pueblo de donde es usted?” El hombre lo miró y le dijo: ”Bueno, en mi pueblo todo el mundo es bien unido y siempre deseosos de ayudar al vecino. Dondequiera que uno va siempre lo reciben con Hola y Gracias. Realmente detesto tener que dejarlo. Me siento como si dejara a mi familia.” El anciano miró al hombre y dándole una sonrisa le dice: “¿Sabe? Hay un gran parecido con este pueblito.” La familia entró al auto, le dieron las gracias, se despidieron saludando con la mano y siguieron su camino.

Cuando la familia ya iba lejos, la nietecita miró a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, ¿cómo es que al primer hombre tú le dijiste que este pueblo era un sitio horrible para vivir y a la familia que también paró le diste a entender que era un lugar maravilloso.” Con mucho cariño, el abuelo miró los ojitos intrigados de su nietecita y le dijo: “No importa a donde te vayas, contigo se irán tus actitudes y toda tu manera de ser y eso es lo que hace que el lugar donde vivas sea terrible o sea maravilloso.”

De: Stories for the Heart. Compiladas por: Alice Gray

JARDINES SECRETOS

"Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén."
Ezequiel 36:35

La obra "El jardín secreto", escrita por Frances Hodgson Burnett, ilustra de manera hermosa el poder de la bondad y la fe. Collin, el hijo adolescente de un padre rico, que sufre por no poder reponerse de la muerte de su esposa, es un joven inválido, exigente y egoísta. Al principio, Collin rechaza la amistad de Mary, su prima. Cuando la joven Mary descubre la llave de un jardín secreto en la casa de su tío, también ella abre una puerta secreta que alegra su propio corazón. Inmediatamente se pone a trabajar para restablecer la belleza y el encanto perdido en el jardín.

Poco a poco, Mary persuade a Collin a que, paso a paso, deje su egoísmo y trate de sanarse. Finalmente, prevalece su tenaz insistencia y Collin pasa tiempo afuera, restaurando el jardín que con tanta dedicación había plantado y cuidado su madre. El jovencito volvió a cobrar ánimo y se le fue la tristeza y la amargura del corazón. El trabajo en el jardín lo ayudó a sanar, no solo en el cuerpo y espíritu, sino en la relación distante con su padre.

Los jardines que no se cuidan durante años, producen espinas que ahogan la vida y ocultan la belleza. Pero, al quitar los escombros del pasado y abrir camino en esos jardines descuidados, descubrimos algo notable: Hay una vida dulce y hermosa esperando ser llena de la divina fragancia del cielo. Alrededor nuestro hay "jardines" que esperan ser descubiertos, y están en nuestra casa, en el vecindario, en la escuela, en el trabajo. Se nos ha dado la llave, y no es un secreto cuáles son los jardines que podemos ayudar a hermosear al compartir el amor de Dios con los demás.

LA LEY DEL CAMIÓN DE BASURA

Me subí a un taxi rumbo a la Estación del tren y llendo por el carril de la derecha por poco nos estrellamos con un carro que así de repente salió como un meteoro de donde estaba estacionado. El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar todo lo que pudo, casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros. Después de ésto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventana, comenzó a gritarnos una cantidad de insultos horribles.

Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto como si nada hubiera pasado. Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al taxista que por qué se sonreía y saludaba al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta envi-arnos al hospital. Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo "La Ley del Camión de Basura".

Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? -Sí, le contesté -¿y eso qué tiene que ver? -Pues, así como esos camiones de basura, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura: frustración, rabia, y decepción. La basura se les va acumulando y necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja, seguramente vaciarían toda la basura en usted. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.

A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle. Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película "El Sexto Sentido" decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.

Las personas responsables saben que tienen que estar listos para llegar a su trabajo en el mejor estado de ánimo, y a sus hogares llenos de paz para recibir a sus hijos con besos y abrazos. Deben estar física y mentalmente saludables para aquellos que realmente son importantes. En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura le trastornen su día y los saque de carrera.

Autor Desconocido

El Pequeño y el Grande

David era un pastorcito que se enfrentó a Goliat, el gigante filisteo. Su enorme oponente estaba armado y bien preparado para el combate. Goliat había participado en muchas batallas. Era guerrero y por lo general, confiaba en su altura y ferocidad para ganar las batallas antes que se sacaran las armas. Era el símbolo filisteo de la fuerza física.

Risas burlonas se oyeron por el campo de batalla cuando ese poderoso y enorme guerrero se enfrentó al jovencito. ¿Cómo era posible? Seguramente que Goliat lo vencería. Era el más fuerte y el mejor entre los filisteos.

¿Qué traía David a la batalla? Era un muchacho sin preparación para la guerra y no sabía usar armas. No contaba con posibilidad alguna. Era demasiado joven por lo que su gente esperaba otro desastre.

Mientras Goliat se burlaba de Dios, David adoraba al Señor. Goliat festejaba su segura victoria; David le pedía a Dios un milagro. Goliat confiaba en su tamaño y en su fuerza; David, aunque pequeño, confiaba en Alguien mucho más grande y poderoso. Una piedrecita acabó con el gigante. Aquel que se creía grande, fuerte e invencible fue humillado por un chico joven, débil, sin experiencia en la guerra y desarmado. Así obra Dios y así respalda a los que en Él confían.

Por miles de años, las pequeñas semillas plantadas en la oscura y fría tierra han dado fruto, han hecho crecer altos árboles y han dado variedad de flores. La fe siembra una semilla y espera la cosecha. David arrojó una piedrecita y alcanzó la victoria por la fe y confianza depositada en Aquél que nunca le había fallado, el Todopoderoso Dios.

"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de Aquél que nos amó."   Romanos 8:37

Pie Deforme

Phillip Carey, un huérfano y el principal personaje en la novela de Of Human Bondage, nació con un pie deforme. Debido a su deformidad, cuando era niño, sus compañeros de clase se burlaban de él y lo excluian de sus juegos.

En una escena conmovedora, el joven Phillip se convence de que si ora intensamente, Dios le sanará el pie. Sueña despierto durante horas con la reacción de sus compañeros cuando lo vean llegar a la escuela con el pie sano. Se ve a sí mismo corriendo más rápido que el más veloz de sus compañeros, y se siente feliz imaginando la cara de asombro de sus atormentadores. Al final, se va a dormir esperando ver, cuando despierte a la mañana siguiente, su pie completamente sanado. Pero el día siguiente se presenta sin cambio alguno. Su pie seguía deforme.

Aunque esta fue una de las tantas desilusiones en la vida del joven Phillip, fue un punto de cambio importante en su aprendizaje para afrontar las duras realidades de la vida. Fundamentado en una fortaleza interior que desconocía tener, se dio cuenta de que la deformidad de su pie no iba a determinar su destino, pero la forma en que respondiera a ella haría toda la diferencia en su vida. Si la veía como una deformidad que lo imposibilitaba, su vida estaría limitada. En cambio, empezó a ver su incapacidad como un obstáculo para vencer, y no se dejó abatir.

La vida está llena de grandes oportunidades que aparecen disfrazadas como frustraciones muy devastadoras. Para Phillip Carey, era su pie deforme. Para el apóstol Pablo era un aguijón en la carne. Sea lo que sea en tu vida que pretenda retarte para impedir que alcances victorias, no te desesperes, no te desalientes, no desmayes. Con la ayuda de Dios, tú también puedes cambiar tus cicatrices en estrellas, y tus impedimentos, en fortalezas.

"Me fue dado un aguijón en mi carne ..." 2 Corintios 12:7

UNOS ZAPATOS DORADOS PARA JESÚS

Faltaban cuatro días para Navidad. El espíritu de la época no se había puesto a la par conmigo todavía, aún cuando el estacionamiento de nuestra tienda de descuentos local estaba lleno. Dentro de la tienda, era peor. Los carros de compras y los clientes de última hora llenaban todas las áreas.

-¿Por qué vendría a comprar hoy? Mis pies me dolían tanto como mi cabeza. Pensar en algo para el que lo tiene todo, y con los precios tan altos, consideraba la compra de regalos cualquier cosa menos una diversión. Rápidamente, llené mi carro con artículos de última hora y me añadí a la larga fila para pagar. Tomé la más corta, pero aún así tuve que esperar bastante.

Frente a mí habían dos niñitos, un niño como de 5 años y una niña un poco menor. Ambos lucían andrajosos y desaliñados. El niño llevaba algunos billetes arrugados en sus manos sucias. La carita de la niña estaba marcada por residuos de comida de la noche anterior. En sus manos llevaba un par de zapatillas doradas. Mientras la música sonaba en la tienda, la niña tarareaba algo desafinada, pero contenta. Cuando, por fin, les llegó el turno para pagar, puso las zapatillas en el mostrador con mucho cuidado, como si fueran un tesoro.

La cajera le dijo que eran $6.09. El niño puso encima los arrugados billetes mientras buscaba en sus bolsillos. Solo tenía $3.12. –“Creo que tendremos que devolverlas a su lugar”, dijo valientemente. “Volveremos en algún otro momento, a lo mejor mañana.” Al decir eso, la niña comenzó a sollozar.  –“Pero a Jesús le hubieran gustado tanto”, dijo. “Bueno, iremos a casa y trabajaremos más. No llores. Volveremos”, le aseguró el niño.

Enseguida le dí $3.00 a la cajera. Estos niños habían esperado en la fila tanto tiempo y, después de todo, era Navidad. Inmediatamente sentí unos brazos a mi alrededor y una vocecita que decía, “Gracias, señora.” -“¿Que quisite decir con que a Jesús le gustarían los zapatos?“ Le pregunté.  El niño me contestó, “Mami está enferma y se va para el cielo. Papi nos dijo que podría irse antes de Navidad para estar con Jesús.”

La niña dijo, “Mi maestra de escuela dominical dice que las calles en el cielo son de oro brillante, como estos zapatos. ¿No se vería mi mami hermosa caminando con estos zapatos por esas calles?  Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver su carita marcada por el llanto. –“Sí, “ le contesté, “Estoy segura que se verá muy hermosa.”

Silenciosamente, le agradecí a Dios el haber usado a estos niños para recordarme el verdadero espíritu de dar.

De alguna manera, no solo en Navidad, sino durante todo el año
el gozo que tú das a otros, es el gozo que regresa a tí.

Autora del artículo:  Helga Schmidt

TE  PERDONO

"Creced en la gracia"
2 Pedro 3:18

Gustavo ya ni se acordaba de por qué se había enojado con su hijo Rodolfo, pero continuaba molesto y no podía evitarlo. Se sentía muy frustrado con el muchacho. Una y otra vez descargó su ira hasta quedar exhausto, e inmediatamente se sintió culpable por su conducta.

Mirando los ojos llenos de lágrimas de Rodolfo, Gustavo le dijo: "Hijo, siento mucho haber perdido la paciencia. Estuve mal por haberte gritado y estuve mal por enojarme, a pesar de lo que hiciste. Por favor, perdóname."

Sin dudarlo un instante, Rodolfo le contestó: "No te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!" Rodolfo se arrojó en los brazos de su papá para abrazarlo. Se dieron un fuerte abrazo, mientras el bálsamo sanador del perdón se derramaba sobre ambos. Los unía un lazo muy fuerte, capaz de resistir las desavenencias entre padre e hijo; era un vínculo que se hacía más fuerte por la fe que compartían. Era como si el desarrollo de Rodolfo estuviese forzando a Gustavo a enfrentar su propia conducta en su niñez y hacer algunos cambios.

Gustavo estaba muy consciente de que su hijo analizaba cada una de sus acciones, y él quería ser un buen padre. Le pidió a Dios que lo ayudara a ser un buen ejemplo. Todavía está luchando con su carácter e impaciencia, pero se ha comprometido a cambiar su conducta. Las palabras de su hijo lo alentaron y lo hicieron sentirse más humilde.

"No te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!" Volvió a escuchar las palabras de perdón de su hijo.

UN SENDERO DE LUZ

"Lámpara es a mis pies tu Palabra y lumbrera a mi camino"
Salmo 119:105

Muchos jardines están iluminados con pequeños faroles, los cuales alumbran lo suficiente como para que la gente no tropiece en el camino. En una oportunidad visité un jardín en San Agustín, FL, E.U., en el cual pequeñas lucecitas blancas iluminaban una glorieta. La romántica atmósfera se completaba con grandes y frondosos árboles iluminados con guirnaldas de luces que resplandecían como diamantes.

Hasta la luz más pequeña colocada en el lugar estratégico puede iluminar un gran sector. Esto es lo que sucede en el museo de Israel, en la sala en honor a los niños que fueron asesinados en el holocausto. Hay solamente seis velas que alumbran la sala. ¿Cómo es posible? Porque están estratégicamente colocadas delante de varios espejos en ángulo, que multiplican la luz de las llamas e iluminan toda la sala.

Alrededor del año 1800, un monje llamado Walter Denham, de Bélgica, colocó una vela encima de sus gastados zapatos de cuero. Luego, con las velas encendidas, podía atravesar la fría y oscura abadía de piedra dando un paso a la vez.

Tal vez te encuentres en medio de oscuras circunstancias, ya sea que no puedes controlar, o debido a un hábito que no puedes dejar. Quizás te sientas solo y vacío. De la misma manera en que Walter usó las velas para alumbrar su camino, tú también puedes encontrar tu camino espiritual.

¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu camino? Confíar en la ayuda de Dios es como tomar una lámpara en la oscuridad. Como la luz del amanecer disipa la oscuridad de la noche, la Palabra de Dios muestra la oscuridad de nuestro corazón e ilumina la verdad de que tenemos un Padre celestial que nos ama y nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del mundo.

La oscuridad es la ausencia de luz; y como Dios es luz, en Él no hay tinieblas algunas.

CESTA DE AMOR

"Aún en la vejez darán fruto; estarán vigorosos y verdes ..."
Salmo 92:14

María, una señora jubilada, iba todos los jueves a visitar a algunas personas que tenía en su lista. Algunas vivían en residencias de ancianos, otras estaban solas en su casa. Agradecida de que todavía podía conducir su automóvil, María llenaba una cesta con guineos maduros, flores y algunas veces colocaba un cassette con la grabación del servicio del domingo de su iglesia. Más que nada, ella se sentaba al lado de la cama de alguna frágil señora. Aunque la señora no le respondiera, María la trataba con ternura, como si escuchara y entendiera cada palabra. Le comentaba los acontecimientos del momento, le leía las Escrituras y oraba, y luego le daba un beso de despedida y antes de retirarse, le decía: "Te veré la semana que viene."

A medida que las amigas de María iban muriendo, ella se sentía triste porque las extrañaba, pero nunca dejaba de servir al Señor. Encontraba nuevas amigas y seguía compartiendo el amor de Dios hasta que Él la llamara a su hogar celestial.

Como una firme cesta utilizada para una gran variedad de necesidades prácticas, María llenaba su corazón y su vida de amor hacia los demás. Con el tiempo y mucho uso, las cestas pueden quedar en desuso, pero Dios sigue utilizando a sus hijos para ayudar a otros, siempre y cuando estemos dispuestos.  Ya sea que ministremos por medio de la oración, supliendo sus necesidades físicas, enviándoles tarjetas, o simplemente haciendo una llamada telefónica, todavía podemos servir a Dios.

María, no solo creía en Dios; ella vivía la fe compartiendo su cesta de amor de Dios con todos los que le rodeaban.

Ls Artículos que no están identificados con su autor abajo, fueron tomados del Libro: En el Jardín con Dios

 


 

"He aqui os doy nuevas de gran gozo:
Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es CRISTO el Señor."
Lucas 2:10-11

 


Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz

      





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