El que tiene al Hijo lo tiene Todo
Hubo
un hombre muy
rico quien,
juntamente con
su amado hijo,
compartía gran
pasión por el
arte. Viajaban
alrededor del
mundo para
añadir a su
colección de
pinturas los más
finos tesoros.
Obras
valiosísimas de
Picasso, Van
Gogh, Monet y
otros tantos
adornaban las
paredes de su
residencia.
El hombre viudo,
sentía gran
satisfacción al
ver que su único
hijo se
convertía en un
coleccionista de
arte con vasta
experiencia. El
ojo bien
entrenado del
hijo y su
perspicacia para
los negocios
llenaban al
padre de mucho
orgullo cuando
negociaban con
coleccionistas
alrededor del
mundo.
Un año, cerca
del invierno, la
guerra acaparó a
la nación, y el
joven tuvo que
salir a servirle
a su país.
Al cabo de unas
semanas,
el hombre
recibió un
telegrama. Su
amado hijo había
sido reportado
perdido en
acción. El
coleccionista
aguardaba
ansiosamente más
noticias, con
temor de no
volver a ver a
su hijo. Después
de algunos días
su temor fue
confirmado. Su
joven hijo había
muerto mientras
arrastraba a uno
de sus
compañeros a un
médico.
Afligido y
solitario, el
anciano se
enfrentó a los
días festivos de
la Navidad lleno
de angustia y
tristeza. El
gozo de la
temporada que
tanto esperaban
él y su hijo
jamás volvería a
visitar su
hogar.
Un toque en la
puerta despertó
al hombre en la
mañana de
Navidad.
Mientras se
dirigía a
abrirla, las
pinturas en las
paredes le
recordaron que
su hijo no
volvería al
hogar. Al abrir
recibió el
saludo de un
soldado con un
paquete en sus
manos. Se
introdujo al
anciano
diciendo, -“Yo
fui amigo de su
hijo, a quien él
trató de salvar
cuando murió.
¿Puedo entrar
por un momento?
Tengo algo que
quiero
mostrarle.”
Según
dialogaban, el
soldado le contó
cómo su hijo le
hablaba a todos
sobre el amor
que él y su
padre sentían
hacia las obras
finas de arte.
–“No soy un
artista,” –le
dijo el soldado,
-“pero deseo
regalarle esto.”
Mientras el
anciano
desenvolvía el
paquete, ya
podía ver una
pintura de su
hijo. Aunque el
mundo nunca lo
consideraría
como la obra de
un genio, la
pintura
reflejaba el
rostro del joven
con detalles
impresionantes.
Sobrecogido de
emoción, el
anciano le dio
las gracias al
soldado,
prometiéndole
que lo colocaría
encima de la
chimenea. Horas
después de
despedir al
soldado comenzó
la tarea de
instalar la
pintura sacando
de su lugar
obras de valor
incalculable. Se
sentó en su
silla y pasó el
día de Navidad
mirando el
regalo que le
habían
obsequiado.
Durante las
semanas que
siguieron, el
hombre realizó
que, aunque su
hijo ya no
estaba con él,
seguiría
viviendo en los
corazones de
aquellos que él
había tocado. Se
enteró que su
hijo había
rescatado
docenas de
soldados heridos
antes de que una
bala traspasara
su bondadoso
corazón.
A medida que
recibía
historias de la
gallardía de su
hijo, el orgullo
paternal y la
satisfacción
comenzaron a
aliviar su pena.
La pintura de su
hijo se
con-virtió en su
más valiosa
posesión,
eclipsando por
mucho, todo
interés por
piezas que
museos alrededor
del mundo
aclamaban. Le
dijo a sus
vecinos que ese
era el mayor y
más
significativo
regalo que jamás
había recibido.
En la primavera
siguiente el
anciano enfermó
gravemente y
murió. El mundo
del arte ya
estaba
anticipando que
al morir el
hombre y su
único hijo, sus
pinturas serían
subastadas. De
acuerdo al
testamento del
anciano, todas
sus obras de
arte serían
subastadas el
día de Navidad,
el día en que
recibió su más
valioso regalo.
El día esperado
por todos llegó
y coleccionistas
de todas partes
del mundo se
reunieron para
participar del
evento. La
subasta comenzó
con una pintura
que no estaba en
la lista de
museo alguno. El
subastador
preguntó por la
primera oferta,
pero todo era
silencio en el
salón. –“¿Quién
abre la subasta
con $100?”
–preguntó. Los
minutos pasaron
y nadie decía
yo. De la parte
trasera del
salón se escuchó
una voz, -¿A
quién le
interesa esa
pintura? Es sólo
una pintura de
su hijo.
Olvidemos eso y
sigamos con lo
que realmente
vale.” Más voces
hicieron eco en
acuerdo a tal
propuesta.
-“No, hay que
vender esta
primero,”
contestó el
subastador.
–“Ahora, ¿quién
quiere El Hijo?”
Finalmente, un
vecino del
anciano habló.
–“¿Tomaría $10
por la pintura?
Es todo lo que
tengo. Yo conocí
al chico y me
gustaría
tenerlo.”
-“Aquí hay $10.
¿Alguien ofrece
más?” preguntó
el subastador.
Después de un
largo silencio,
dijo, -“$10 a la
una, $10 a las
dos, vendido.”
Se oyó caer el
mallete. Una
ovación llenó el
salón y alguien
exclamó, -“Ahora
podemos
continuar
ofreciendo por
los verdaderos
tesoros.”
El subastador
miró a la
audiencia y
anunció que la
subasta había
terminado. Un
asombro de
incredulidad
silenció el
salón. Alguien
preguntó, -“¿Qué
quiere usted
decir con que
terminó? No
hemos venido
aquí para un
cuadro del hijo
de un anciano.
¿Qué de todas
estas pinturas?
Hay arte por
valor de
millones de
dólares aquí. Le
demando que nos
explique qué hay
detrás de este
asunto.”
El subastador
tranquilamente
contestó, -“Es
muy simple. De
acuerdo al
testamento del
padre,
quienquiera que
tome El Hijo… lo
recibe todo.”
El mensaje que
recibieron los
coleccionistas
el día de
Navidad, es el
mismo mensaje
hoy: El amor de
un padre cuyo
mayor gozo
procede de su
Hijo que se fue
y dio su vida
para salvar a
otros, y por ese
amor,
quienquiera que
reciba a su Hijo
lo recibe todo
en la vida.
Autor
Desconocido
AGRADECIMIENTO
Hace unos veinte años estaba pasando por tiempos difíciles. No había podido encontrar un trabajo satisfactorio aún teniendo una maestría. Conducía el autobús de una escuela tratando de llegar a fin de mes. Había pasado por cinco entrevistas y de ninguna recibí llamada. Fui al garaje de autobuses como un zombie, completamente decepcionado.
Ese mismo día, mientras hacía mi ronda a través de un tranquilo barrio, me puse a cavilar. Como un grito primitivo surgió de lo más profundo de mí y pensé. ¿Por qué mi vida ha sido tan dura.?” "Dame una señal", le pedí a Dios ... una señal física - no una voz interior o ese tipo de cosas.”
Detuve el autobús para dejar a una niña en su casa. Ésta, pasando frente a mí, me entregó un llavero que había encontrado en el piso por si alguien lo reclamaba. Era de metal negro y decía: “SÉ FELIZ”.
Al principio me enfadó; luego comprendí. Había estado poniendo todas mis energías en lo negativo en mi vida. Decidí hacer una lista de 50 cosas por las que me sentía agradecido. Al principio fué difícil, pero se fue haciendo más fácil. Luego decidí extender la lista a 75. Esa noche recibí una llamada telefónica, era la directora de un gran hospital.
Un año atrás yo había presentado un plan de estudios a un colegio comunitario para enseñar un curso sobre el estrés. (Sí, eso mismo) Ella me preguntó si me gustaría hacer un seminario de un día para 200 trabajadores del hospital. Le dije que sí, y obtuve el trabajo.
Esa experiencia fue excelente. Recibí una gran ovación y muchos días más de trabajo. Hasta el día de hoy SÉ que se debió a que cambió mi actitud; comencé a ser agradecido.
Al día siguiente me encontré a la niña del llavero. Me preguntó si alguien lo había reclamado. Le dije que no y me dijo, "Supongo entonces que era para usted.” Mi lema desde entonces ha sido:
“La única actitud que debo asumir siempre es el AGRADECIMIENTO".
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por Él.” Col. 3:23
Por: Davy Jones
Una Historia de Acción de Gracias
“Sobrelleven
unos las cargas
de los otros, y
cumplan así la
ley de Cristo.”
Gálatas 6:2
Era
la víspera del
Día de Acción de
Gracias, el
primero que mis
tres hijos y yo
pasaríamos sin
su padre, quien
se había ido
varios meses
atrás. Los dos
niños mayores
estaban enfermos
con gripe, y al
menor le habían
recomendado
descanso en cama
por una semana.
Era un día frío
y nublado y
estaba
lloviznando. Mi
cansancio iba en
aumento mientras
me movía de un
sitio a otro
tratando de
atender a cada
uno de mis
hijos:
termómetros,
jugo, pañales,
etc. Los
líquidos que
debía darle se
me estaban
agotando
rápidamente y
cuando busqué en
mi bolso,
solamente
encontré $2.50…
y se suponía que
esa cantidad me
durara hasta el
final del mes.
En eso oí sonar
el teléfono.
Era la
secretaria de la
iglesia donde
antes
asistíamos. Me
dijo que habían
estado pensando
en nosotros y
que tenía algo
para darnos de
parte de la
congregación. Le
dije que iba a
salir a comprar
más jugo y sopas
para los niños y
que pasaría por
allá de camino
al mercado.
Llegué a la
iglesia justo
antes de la hora
de almuerzo. La
secretaria me
recibió en la
puerta y me
entregó un sobre
especial de
regalo.
“Pensamos en ti
y en los chicos
a menudo,” me
dijo; “los
tenemos en
nuestros
corazones y
oraciones. Les
amamos.” Cuando
abrí el sobre,
contenía dos
certificados de
alimentos por el
valor de $20
cada uno. Me
sentí tan
conmovida que
comencé a
llorar. “Muchas
gracias,” le
dije, mientras
nos abrazábamos.
“Por favor,
llévale nuestro
amor y
agradecimiento a
la iglesia.”
Luego me dirigí
a una tienda
cerca de nuestra
casa y compré
algunos
artículos que
necesitaba con
urgencia para
los niños. La
cantidad a pagar
era un poco más
de $14, por lo
que le entregué
uno de los
certificados de
regalo a la
cajera. Ella lo
tomó y se viró
de espalda por
un tiempo que
con-sideré algo
prolongado.
Pensé que había
algo mal y le
dije, “Ese
certificado de
regalo ha sido
una gran
bendición. La
iglesia donde
asistíamos nos
lo regaló
sabiendo que soy
una madre
soltera tratando
de subsistir.”
La cajera se dio
vuelta con
lágrimas en sus
ojos llenos de
ternura y
contestó,
“¡Querida, qué
bueno, eso es
tremendo!
¿Tienes un
pavo?”
“No, está bien,
pues mis hijos
están enfermos
de todas
maneras.” le
contesté.
Entonces me
preguntó,
“¿Tienes algo
más para la cena
de Acción de
Gracias?”
Nuevamente le
contesté, “No.”
Después de darme
lo que sobró del
certificado, me
miró y me dijo,
“Querida, no
puedo decirte el
porqué ahora
mismo, pero
quiero que
regreses al
interior de la
tienda y tomes
un pavo, pastel
de calabaza y
cualquier otra
cosa que
necesites para
la cena de
Acción de
Gracias.”
Me quedé
estupefacta y
las lágrimas
comenzaron a
fluir. “¿Estás
segura?” Le
pregunté. “Sí.
Toma todo lo que
necesites y coge
también más jugo
para los
chicos.”
Me sentí
incómoda al
regresar a tomar
más alimentos,
pero seleccioné
un pavo fresco,
batatas y papas
y algunos jugos
para los niños.
Luego regresé
donde estaba la
misma cajera.
Mientras
colocaba los
alimentos en el
mostrador, ella
me miró con
lágrimas en sus
ojos y comenzó a
hablar.
“Ahora te puedo
decir. Esta
mañana oraba
para que pudiera
ayudar a alguien
en el día de
hoy, y llegaste
tú.” Buscó su
bolso que estaba
debajo del
mostrador y sacó
un billete de
$20. Pagó por
mis alimentos y
luego me entregó
el cambio. De
nuevo me puse a
llorar.
La dulce joven
me dijo, “Soy
cristiana. Este
es mi número de
teléfono por si
alguna vez
necesitas algo”
Luego tomó mi
cabeza en sus
manos, me dio un
beso en la
mejilla, y me
dijo, “Dios te
bendiga,
querida.”
Mientras
caminaba hacia
mi automóvil me
sentí
profundamente
conmovida por el
amor de una
persona extraña
y por realizar
cuánto Dios ama
a mi familia
manifestando su
amor a través de
gente bondadosa.
Ese año se
suponía que los
niños pasaran el
Día de Acción de
Gracias con su
padre, pero
debido a la
gripe tuvieron
que quedarse
conmigo y
pasamos un Día
de Acción de
Gracias
verdaderamente
especial. Se
sintieron mejor
y todos pudimos
comer de lo
sabroso de la
generosidad del
Señor, y
nuestros
corazones se
desbordaron en
agradecimiento…
Por: Andrea N.
Mejía
“El que siembra
escasamente,
también segará
escasamente; y
el que siembra
generosamente,
generosamente
también segará.
Y poderoso es
Dios para hacer
que abunde en
ustedes toda
gracia, a fin de
que teniendo
todo lo
suficiente,
abunden para
toda buena obra.
Como está
escrito:
Repartió, dio a
los pobres; su
justicia
permanece para
siempre.” 2
Cor.9:6,8-9
LA
LECCIÓN DEL ANILLO
Vengo,
maestro, porque
me siento tan
poca cosa y de
tan poco valor
que no tengo
fuerzas para
hacer nada. Me
dicen que no
sirvo, que no
hago nada bien,
que soy torpe y
bastante tonto.
¿Cómo puedo
mejorar? ¿Qué
puedo hacer para
que me valoren
más?"
El maestro sin mirarlo, le dijo: Cuánto lo siento muchacho, debo resolver primero mi propio problema, quizás después. Y haciendo una pausa agregó: Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar a ti.
Encantado, maestro, titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el maestro mientras se quitaba un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó: toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pedía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, uno ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a todo el que veía en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación. Maestro, dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste.Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie con respecto al valor real del anillo.
-Qué importante lo que acabas de decir, joven amigo, contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quieres vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por él.
58 MONEDAS !!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el joven.
Si -replicó el joyero- yo sé que con más tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé ... si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
Siéntate, dijo el maestro después de escucharlo. -Tú, al igual que este anillo, eres una joya valiosa y única, y como tal, sólo puede valorarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Autor
Desconocido
LA
TENSIÓN Y LA SERENIDAD
"Despedida la multitud, subió al monte a
orar aparte; y cuando
llegó la noche, estaba allí solo." Mateo
14:23
"Linda,"
le dijo la menuda empleada del supermercado a una señora, "todas
las personas que conozco dicen que están agotadas". Respiró
profundamente, se sacó de la cara un mechón de cabello castaño
que le tapaba los ojos azules, y siguió cobrando la mercancía.
La tensión se ha convertido en algo muy
común, sobre todo en la última década.
En algún momento de la vida, a todos nos
abruman las muchas cosas que tenemos que
hacer y las tendencias perfeccionistas.
En el artículo "Confesiones de un adicto
al trabajo" el psiquiatra Paul Meier
escribió:
"Habiendo crecido con una sobredosis de
ética laboral evangélica, fui un alumno
sobresaliente que, de alguna manera, me
extralimitaba...Era un adicto al trabajo
de primera clase y estaba orgulloso de
mí mismo. Creía que eso era lo que Dios
quería de mí."
Pero después, con la ayuda de algunos
amigos, la convicción del Espíritu Santo
y la enseñanza bíblica, el Dr. Meier
estableció nuevas prioridades. En su
lista figuraba primero:
"Conocer a Dios personalmente."
Hizo la siguiente observación: "Aprendí
a aceptar que vivo en un mundo
imperfecto. No tengo que tratar de
suplir todas las necesidades de mis
semejantes. Aprendí a confiar en Dios en
vez de salir a auxiliar al mundo. De
todas maneras, Él va a hacer el trabajo
mucho mejor."
También Jesús debe de haberse sentido
exhausto por las exigencias que recaían
sobre su persona. Cuando se fue a orar a
solas, nos dio un significativo ejemplo
que debemos seguir todos los días.
"Querido Padre celestial, ayúdame a que
la serenidad sea una prioridad en mi
vida, sin importar la hora del día. En
todo momento, puedo venir solo al huerto
y escuchar tu voz."
¿CÓMO SE VIVE EN TU PUEBLO?
Este era un anciano muy sabio. Cada día se sentaba frente a una estación de gasolina y saludaba a cuanto motorista pasaba por el pueblito. Un día, su nietecita quiso acompañarlo y sentándose al pie de su silla, así pasó con él todo el tiempo.
Mientras observaban a la gente entrar y salir, un hombre muy alto, que de seguro era un turista pues ellos conocían a todos en el pueblo, miraba alrededor examinando el área como buscando un sitio donde establecerse. El extranjero se le acercó al anciano y le preguntó: “¿Qué clase de pueblo es el que estamos?” El anciano se viró hacia él y le contestó: “Bueno, ¿de qué clase de pueblo es usted?” Le dijo el turista: “En mi pueblo todos se critican unos a otros. Los vecinos se la pasan murmurando de los demás, y es un sitio bien negativo para vivir. Yo me alegro de haber salido de allí. No es un sitio agradable.” El anciano miró al extranjero y le dijo: “¿Sabe usted algo? Asimismo es aquí en este pueblo.”
Como una hora más tarde, una familia que también pasaba por allí, se detuvo a comprar gasolina. El automóvil entró a la estación lentamente y paró frente a donde se encontraban sentados el anciano con su nieta. La mamá salió del auto con sus dos niños y le preguntó al anciano por los baños. El anciano señaló hacia el lugar donde éstos se encontraban. Luego se bajó el padre y también preguntó al anciano: “¿Es este pueblo un sitio bueno para vivir?” Le contestó el anciano: “¿Cómo es el pueblo de donde es usted?” El hombre lo miró y le dijo: ”Bueno, en mi pueblo todo el mundo es bien unido y siempre deseosos de ayudar al vecino. Dondequiera que uno va siempre lo reciben con Hola y Gracias. Realmente detesto tener que dejarlo. Me siento como si dejara a mi familia.” El anciano miró al hombre y dándole una sonrisa le dice: “¿Sabe? Hay un gran parecido con este pueblito.” La familia entró al auto, le dieron las gracias, se despidieron saludando con la mano y siguieron su camino.
Cuando la familia ya iba lejos, la nietecita miró a su abuelo y le preguntó: “Abuelo, ¿cómo es que al primer hombre tú le dijiste que este pueblo era un sitio horrible para vivir y a la familia que también paró le diste a entender que era un lugar maravilloso.” Con mucho cariño, el abuelo miró los ojitos intrigados de su nietecita y le dijo: “No importa a donde te vayas, contigo se irán tus actitudes y toda tu manera de ser y eso es lo que hace que el lugar donde vivas sea terrible o sea maravilloso.”
De: Stories for the Heart. Compiladas por: Alice Gray
J ARDINES
SECRETOS
"Esta tierra que era asolada ha venido a
ser como huerto del Edén."
Ezequiel 36:35
La
obra "El jardín secreto", escrita por Frances Hodgson Burnett,
ilustra de manera hermosa el poder de la bondad y la fe. Collin,
el hijo adolescente de un padre rico, que sufre por no poder
reponerse de la muerte de su esposa, es un joven inválido,
exigente y egoísta. Al principio, Collin rechaza la amistad de
Mary, su prima. Cuando la joven Mary descubre la llave de un
jardín secreto en la casa de su tío, también ella abre una
puerta secreta que alegra su propio corazón. Inmediatamente se
pone a trabajar para restablecer la belleza y el encanto perdido
en el jardín.
Poco a poco, Mary persuade a Collin a
que, paso a paso, deje su egoísmo y
trate de sanarse. Finalmente, prevalece
su tenaz insistencia y Collin pasa
tiempo afuera, restaurando el jardín que
con tanta dedicación había plantado y
cuidado su madre. El jovencito volvió a
cobrar ánimo y se le fue la tristeza y
la amargura del corazón. El trabajo en
el jardín lo ayudó a sanar, no solo en
el cuerpo y espíritu, sino en la
relación distante con su padre.
Los jardines que no se cuidan durante
años, producen espinas que ahogan la
vida y ocultan la belleza. Pero, al
quitar los escombros del pasado y abrir
camino en esos jardines descuidados,
descubrimos algo notable: Hay una vida
dulce y hermosa esperando ser llena de
la divina fragancia del cielo. Alrededor
nuestro hay "jardines" que esperan ser
descubiertos, y están en nuestra casa,
en el vecindario, en la escuela, en el
trabajo. Se nos ha dado la llave, y no
es un secreto cuáles son los jardines
que podemos ayudar a hermosear al
compartir el amor de Dios con los demás.
LA LEY DEL CAMIÓN DE BASURA
Me subí a un taxi rumbo a la Estación del tren y llendo por el carril de la derecha por poco nos estrellamos con un carro que así de repente salió como un meteoro de donde estaba estacionado. El conductor del taxi en que iba alcanzó a frenar todo lo que pudo, casi le pegamos al auto que quedó frente a nosotros. Después de ésto, el tipo que casi causó el accidente, asomando la cabeza por la ventana, comenzó a gritarnos una cantidad de insultos horribles.
Todavía recuperándome del susto, lo que acabó de sacarme de mis casillas fue la actitud del chofer de mi taxi, quien en forma extremadamente amistosa y cortés le sonreía y saludaba con la mano al conductor del otro auto como si nada hubiera pasado. Yo estaba furioso y confundido, pero no me quedé con las ganas y le pregunté al taxista que por qué se sonreía y saludaba al tipo que casi nos hizo chocar, arruinar su taxi y posiblemente hasta envi-arnos al hospital. Entonces, el taxista con voz pausada me contó lo que ahora yo llamo "La Ley del Camión de Basura".
Mire, me dijo: ¿Ve aquel camión de basura? -Sí, le contesté -¿y eso qué tiene que ver? -Pues, así como esos camiones de basura, hay muchas personas que van por la vida llenos de basura: frustración, rabia, y decepción. La basura se les va acumulando y necesitan encontrar un lugar donde vaciarla, y si usted los deja, seguramente vaciarían toda la basura en usted. Por eso cuando alguien quiere vaciar su basura en mí, no me lo tomo personal; sino tan sólo sonrío, saludo, le deseo todo el bien del mundo y sigo mi camino. Hágalo usted también y le agradará el haberlo hecho, se lo garantizo.
A partir de ese día comencé a pensar qué tan a menudo permito que estos Camiones de Basura me atropellen; y me pregunto a mí mismo cuán a menudo recojo esa basura y la esparzo a otra gente en casa, en el trabajo o en la calle. Así que me prometí que ya jamás lo iba a permitir. Comencé a ver camiones de basura y así como el niño de la película "El Sexto Sentido" decía que veía a los muertos, bueno ahora así yo veo a los Camiones de Basura. Veo la carga que traen, los veo que me quieren echar encima su basura, sus frustraciones, sus rabias y sus decepciones y tal y como el taxista me lo recomendó, no me lo tomo personal, tan sólo sonrío, saludo, les deseo lo mejor y sigo adelante.
Las personas responsables saben que tienen que estar listos para llegar a su trabajo en el mejor estado de ánimo, y a sus hogares llenos de paz para recibir a sus hijos con besos y abrazos. Deben estar física y mentalmente saludables para aquellos que realmente son importantes. En resumen, la gente exitosa no permite que los Camiones de Basura le trastornen su día y los saque de carrera.
Autor Desconocido
El Pequeño y el Grande
David
era un pastorcito que se enfrentó a Goliat, el gigante filisteo.
Su enorme oponente estaba armado y bien preparado para el
combate. Goliat había participado en muchas batallas. Era
guerrero y por lo general, confiaba en su altura y ferocidad
para ganar las batallas antes que se sacaran las armas. Era el
símbolo filisteo de la fuerza física.
Risas burlonas
se oyeron por el campo de batalla cuando ese poderoso y enorme
guerrero se enfrentó al jovencito. ¿Cómo era posible?
Seguramente que Goliat lo vencería. Era el más fuerte y el
mejor entre los filisteos.
¿Qué traía
David a la batalla? Era un muchacho sin preparación para la
guerra y no sabía usar armas. No contaba con posibilidad
alguna. Era demasiado joven por lo que su gente esperaba otro
desastre.
Mientras Goliat
se burlaba de Dios, David adoraba al Señor. Goliat festejaba
su segura victoria; David le pedía a Dios un milagro. Goliat
confiaba en su tamaño y en su fuerza; David, aunque pequeño,
confiaba en Alguien mucho más grande y poderoso. Una
piedrecita acabó con el gigante. Aquel que se creía grande,
fuerte e invencible fue humillado por un chico joven, débil,
sin experiencia en la guerra y desarmado. Así obra Dios y así
respalda a los que en Él confían.
Por miles de
años, las pequeñas semillas plantadas en la oscura y fría
tierra han dado fruto, han hecho crecer altos árboles y han
dado variedad de flores. La fe siembra una semilla y espera la
cosecha. David arrojó una piedrecita y alcanzó la victoria por
la fe y confianza depositada en Aquél que nunca le había
fallado, el Todopoderoso Dios.
"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores
por medio de Aquél que nos amó." Romanos 8:37
Pie Deforme
P hillip
Carey, un huérfano y el principal personaje en la novela de
Of Human Bondage,
nació con un pie deforme. Debido a su deformidad, cuando era
niño, sus compañeros de clase se burlaban de él y lo excluian de
sus juegos.
En una escena
conmovedora, el joven Phillip se convence de que si ora
intensamente, Dios le sanará el pie. Sueña despierto durante
horas con la reacción de sus compañeros cuando lo vean llegar
a la escuela con el pie sano. Se ve a sí mismo corriendo más
rápido que el más veloz de sus compañeros, y se siente feliz
imaginando la cara de asombro de sus atormentadores. Al final,
se va a dormir esperando ver, cuando despierte a la mañana
siguiente, su pie completamente sanado. Pero el día siguiente
se presenta sin cambio alguno. Su pie seguía deforme.
Aunque esta fue
una de las tantas desilusiones en la vida del joven Phillip,
fue un punto de cambio importante en su aprendizaje para
afrontar las duras realidades de la vida. Fundamentado en una
fortaleza interior que desconocía tener, se dio cuenta de que
la deformidad de su pie no iba a determinar su destino, pero
la forma en que respondiera a ella haría toda la diferencia en
su vida. Si la veía como una deformidad que lo imposibilitaba,
su vida estaría limitada. En cambio, empezó a ver su
incapacidad como un obstáculo para vencer, y no se dejó
abatir.
La vida está llena
de grandes oportunidades que aparecen disfrazadas como
frustraciones muy devastadoras. Para Phillip Carey, era su pie
deforme. Para el apóstol Pablo era un aguijón en la carne. Sea
lo que sea en tu vida que pretenda retarte para impedir que
alcances victorias, no te desesperes, no te desalientes, no
desmayes. Con la ayuda de Dios, tú también puedes cambiar tus
cicatrices en estrellas, y tus impedimentos, en fortalezas.
"Me fue
dado un aguijón en mi carne ..." 2 Corintios 12:7
U NOS
ZAPATOS DORADOS PARA JESÚS
Faltaban
cuatro días para
Navidad. El
espíritu de la
época no se
había puesto a
la par conmigo
todavía, aún
cuando el
estacionamiento
de nuestra
tienda de
descuentos local
estaba lleno.
Dentro de la
tienda, era
peor. Los carros
de compras y los
clientes de
última hora
llenaban todas
las áreas.
-¿Por
qué vendría a comprar hoy? Mis pies me
dolían tanto como mi cabeza. Pensar en
algo para el que lo tiene todo, y con
los precios tan altos, consideraba la
compra de regalos cualquier cosa menos
una diversión. Rápidamente, llené mi
carro con artículos de última hora y me
añadí a la larga fila para pagar. Tomé
la más corta, pero aún así tuve que
esperar bastante.
Frente a
mí habían dos niñitos, un niño como de 5
años y una niña un poco menor. Ambos
lucían andrajosos y desaliñados. El niño
llevaba algunos billetes arrugados en
sus manos sucias. La carita de la niña
estaba marcada por residuos de comida de
la noche anterior. En sus manos llevaba
un par de zapatillas doradas. Mientras
la música sonaba en la tienda, la niña
tarareaba algo desafinada, pero
contenta. Cuando, por fin, les llegó el
turno para pagar, puso las zapatillas en
el mostrador con mucho cuidado, como si
fueran un tesoro.
La
cajera le dijo que eran $6.09. El niño
puso encima los arrugados billetes
mientras buscaba en sus bolsillos. Solo
tenía $3.12. –“Creo que tendremos que
devolverlas a su lugar”, dijo
valientemente. “Volveremos en algún otro
momento, a lo mejor mañana.” Al decir
eso, la niña comenzó a sollozar.
–“Pero a Jesús le hubieran gustado
tanto”, dijo. “Bueno, iremos a casa y
trabajaremos más. No llores.
Volveremos”, le aseguró el niño.
Enseguida le dí $3.00 a la cajera. Estos
niños habían esperado en la fila tanto
tiempo y, después de todo, era Navidad.
Inmediatamente sentí unos brazos a mi
alrededor y una vocecita que decía,
“Gracias, señora.” -“¿Que quisite decir
con que a Jesús le gustarían los
zapatos?“ Le pregunté. El niño me
contestó, “Mami está enferma y se va
para el cielo. Papi nos dijo que podría
irse antes de Navidad para estar con
Jesús.”
La niña
dijo, “Mi maestra de escuela dominical
dice que las calles en el cielo son de
oro brillante, como estos zapatos. ¿No
se vería mi mami hermosa caminando con
estos zapatos por esas calles? Mis
ojos se llenaron de lágrimas al ver su
carita marcada por el llanto. –“Sí, “ le
contesté, “Estoy segura que se verá muy
hermosa.”
Silenciosamente, le agradecí a Dios el
haber usado a estos niños para
recordarme el verdadero espíritu de dar.
De alguna manera, no solo en Navidad,
sino durante todo el año
el gozo que tú das a otros, es el gozo
que regresa a tí.
Autora del artículo: Helga Schmidt
TE PERDONO
"Creced en la gracia"
2 Pedro 3:18
Gustavo
ya ni se acordaba de por qué se había enojado con su hijo
Rodolfo, pero continuaba molesto y no podía evitarlo. Se sentía
muy frustrado con el muchacho. Una y otra vez descargó su ira
hasta quedar exhausto, e inmediatamente se sintió culpable por
su conducta.
Mirando los ojos
llenos de lágrimas de Rodolfo, Gustavo le dijo: "Hijo, siento
mucho haber perdido la paciencia. Estuve mal por haberte
gritado y estuve mal por enojarme, a pesar de lo que hiciste.
Por favor, perdóname."
Sin dudarlo un
instante, Rodolfo le contestó: "No te preocupes, papá, ¡Jesús
te perdona y yo también!" Rodolfo se arrojó en los brazos de
su papá para abrazarlo. Se dieron un fuerte abrazo, mientras
el bálsamo sanador del perdón se derramaba sobre ambos. Los
unía un lazo muy fuerte, capaz de resistir las desavenencias
entre padre e hijo; era un vínculo que se hacía más fuerte por
la fe que compartían. Era como si el desarrollo de Rodolfo
estuviese forzando a Gustavo a enfrentar su propia conducta en
su niñez y hacer algunos cambios.
Gustavo estaba muy
consciente de que su hijo analizaba cada una de sus acciones,
y él quería ser un buen padre. Le pidió a Dios que lo ayudara
a ser un buen ejemplo. Todavía está luchando con su carácter e
impaciencia, pero se ha comprometido a cambiar su conducta.
Las palabras de su hijo lo alentaron y lo hicieron sentirse
más humilde.
" No
te preocupes, papá, ¡Jesús te perdona y yo también!"
Volvió a escuchar las palabras de perdón de su hijo.
UN
SENDERO DE LUZ
"Lámpara es a mis pies tu Palabra y
lumbrera a mi camino"
Salmo 119:105
Muchos
jardines están iluminados con pequeños faroles, los cuales
alumbran lo suficiente como para que la gente no tropiece en el
camino. En una oportunidad visité un jardín en San Agustín, FL,
E.U., en el cual pequeñas lucecitas blancas iluminaban una
glorieta. La romántica atmósfera se completaba con grandes y
frondosos árboles iluminados con guirnaldas de luces que
resplandecían como diamantes.
Hasta la luz más pequeña colocada en el
lugar estratégico puede iluminar un gran
sector. Esto es lo que sucede en el
museo de Israel, en la sala en honor a
los niños que fueron asesinados en el
holocausto. Hay solamente seis velas que
alumbran la sala. ¿Cómo es posible?
Porque están estratégicamente colocadas
delante de varios espejos en ángulo, que
multiplican la luz de las llamas e
iluminan toda la sala.
Alrededor del año 1800, un monje llamado
Walter Denham, de Bélgica, colocó una
vela encima de sus gastados zapatos de
cuero. Luego, con las velas encendidas,
podía atravesar la fría y oscura abadía
de piedra dando un paso a la vez.
Tal vez te encuentres en medio de
oscuras circunstancias, ya sea que no
puedes controlar, o debido a un hábito
que no puedes dejar. Quizás te sientas
solo y vacío. De la misma manera en que
Walter usó las velas para alumbrar su
camino, tú también puedes encontrar tu
camino espiritual.
¿Necesitas luz hoy para alumbrar tu
camino? Confíar en la ayuda de Dios es
como tomar una lámpara en la oscuridad.
Como la luz del amanecer disipa la
oscuridad de la noche, la Palabra de
Dios muestra la oscuridad de nuestro
corazón e ilumina la verdad de que
tenemos un Padre celestial que nos ama y
nos envió a su Hijo, Jesús... la luz del
mundo.
La oscuridad es la ausencia de luz; y
como Dios es luz, en Él no hay tinieblas
algunas.
CESTA DE AMOR
"Aún en la vejez darán fruto; estarán
vigorosos y verdes ..."
Salmo 92:14
María,
una señora jubilada, iba todos los jueves a visitar a algunas
personas que tenía en su lista. Algunas vivían en residencias de
ancianos, otras estaban solas en su casa. Agradecida de que
todavía podía conducir su automóvil, María llenaba una cesta con
guineos maduros, flores y algunas veces colocaba un cassette con
la grabación del servicio del domingo de su iglesia. Más que
nada, ella se sentaba al lado de la cama de alguna frágil
señora. Aunque la señora no le respondiera, María la trataba con
ternura, como si escuchara y entendiera cada palabra. Le
comentaba los acontecimientos del momento, le leía las
Escrituras y oraba, y luego le daba un beso de despedida y antes
de retirarse, le decía: "Te veré la semana que viene."
A medida que las amigas de María iban
muriendo, ella se sentía triste porque
las extrañaba, pero nunca dejaba de
servir al Señor. Encontraba nuevas
amigas y seguía compartiendo el amor de
Dios hasta que Él la llamara a su hogar
celestial.
Como una firme cesta utilizada para una
gran variedad de necesidades prácticas,
María llenaba su corazón y su vida de
amor hacia los demás. Con el tiempo y
mucho uso, las cestas pueden quedar en
desuso, pero Dios sigue utilizando a sus
hijos para ayudar a otros, siempre y
cuando estemos dispuestos. Ya sea
que ministremos por medio de la oración,
supliendo sus necesidades físicas,
enviándoles tarjetas, o simplemente
haciendo una llamada telefónica, todavía
podemos servir a Dios.
María, no solo creía en Dios; ella vivía
la fe compartiendo su cesta de amor de
Dios con todos los que le rodeaban.
L s
Artículos que no están identificados con su autor abajo,
fueron tomados
del Libro: En el Jardín con Dios
"He
aqui os doy nuevas de gran gozo:
Que os
ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un
Salvador, que es CRISTO el Señor."
Lucas 2:10-11
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