El Regalo Perfecto

Recuerdo que de niño acostumbraba, en el día de Navidad, bajar corriendo la escalera hasta llegar donde estaba el árbol y mirar entre los regalos para ver cuál era el más grande. Siempre creí que dentro de la caja más grande se hallaba el regalo mejor y más caro.

Pero según el tiempo ha ido trabajando en la mente y alma de un joven, he aprendido que cada uno de los regalos es especial, único y de mucho significado. De hecho, los regalos que más yo recuerdo son aquellos que han salido del corazón, como uno de los abrigos y bufandas que ha tejido con sus manos mi madre. Lo más importante no es el regalo en sí, sino mas bien el pensamiento que está detrás y la intención con que se ofrece.

En esta Navidad ya he sido más que bendecido al recibir el regalo más valioso del mundo, mi novia Angela. Sé que el verdadero significado de la Navidad se encuentra en la palabra “dar.” Me he prometido a mí mismo buscar y encontrar el regalo más hermoso para la chica más hermosa.

Pasé muchos días buscando en las tiendas y en numerosos catálogos, pero nada me convencía. A medida que la Navidad se iba aproximando me cuestionaba si al fin encontraría ese regalo “perfecto.” Decidí probar en el centro comercial de la localidad una vez más por si había pasado por alto alguna tienda o hubieran colocado nueva mercancía en los estantes. Pero según pasaba de una tienda a otra, nada llamaba mi atención. Sintiéndome algo frustrado, me dirigí lentamente hacia la salida, pero, antes de llegar a la puerta, de súbito encontré lo que había estado buscando.

No, este regalo no lo encontré en una tienda de artículos costosos y llamativos, no requiere una envoltura de hermoso papel navideño adornado con cintas y lazos. De hecho, este regalo no tiene un recibo de compra ni tiene que ser devuelto. Entonces, ¿dónde encontré esta maravilla, y más impor-tante que todo, qué cosa es?

Lo encontré en la mirada de una pareja de ancianos tomados de la mano, lo escuché en las palabras juguetonas entre un abuelo y su nieto, y lo vi en la actitud de una orgullosa mamá primeriza.

Sí, el regalo es AMOR. Por lo tanto: “Angela, en esta Navidad yo te ofrezco mi AMOR y espero lo conserves por siempre.” ¡Feliz Navidad, TE AMO!

Por: Joseph M. Rebecky

Quiero ese...

Escuché cierta historia sobre un granjero que tenía unos cachorritos para la venta. Hizo un rótulo para anunciarlos y lo clavó en un poste a la orilla de su patio. Mientras insertaba el clavo en el rótulo sintió que lo halaban por su pantalón. Vió que era un niñito con una amplia sonrisa en su ros-tro y algo en su mano.

-“Señor,” -le dijo- “deseo comprar uno de sus perritos.”

-“Bueno,” –dijo el granjero- “Estos cachorros son de padres de raza muy fina y cuestan bastante.

El niño bajó la cabeza por un momento, y volvió a mirar al granjero y le dijo, -“Tengo 39 centavos. ¿Será suficiente para ir a verlos?”

-“Claro,” –dijo el granjero. En eso silbó y llamó: -“Dolly, ven aquí, Dolly.” De la casita de los perros salió Dolly seguida por cuatro bolitas de lana. Los ojitos del niño brillaban de alegría.

Un rato más tarde salió otro perrito de la casita; éste notablemente más pequeño. Se deslizó por la rampa y comenzó a cojear en un intento inútil de alcanzar al resto. El cachorro era claramente la mancha de las crías.

El niñito pegó su cara a la verja y gritó, -“Quiero ese,” –señalando al cojito.

El granjero se arrodilló y le dijo, -“Hijo, no creo que quieras ese cachorro. El nunca podrá correr ni jugar contigo como a ti te gustaría.”

El niño se dobló y lentamente se subió una pata del pantalón. Al hacerlo dejó al descubierto una abrazadera de metal en ambos lados de su pierna agarrada a un zapato especial. Mirando hacia arriba al granjero, le dijo,

-“Ve, señor, yo mismo no puedo correr muy bien, y él va a necesitar de alguien que lo entienda.”

Por: Charles Stanley

“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.” Mateo 18:3-4

¿Verja o Puente?

Dos hermanos que vivían en fincas colindantes entraron en conflicto… el primer distanciamiento serio en 40 años de laborar juntos, compartir maquinaria e intercambiar labores y víveres según necesitaban, sin reparo alguno. La colaboración de tanto tiempo se desmoronó. Comenzó con un malentendido, se tornó en una diferencia de grandes proporciones y finalmente estalló en un intercambio de palabras ofensivas seguido de semanas de silencio.

Una mañana tocaron a la puerta de la casa de John, el hermano mayor. Al abrir, había un hombre con una caja de herramientas de carpintero.

-Estoy buscando trabajo por unos días, -le dijo el hombre- A lo mejor tiene usted alguna tarea que yo pudiera realizar. ¿Podría ayudarle?

-Sí, dijo John- Seguro que tengo un trabajo para usted. Mire el riachuelo en esa finca. Es de mi vecino, de hecho, es mi hermano menor. La semana pasada había una pradera entre nosotros, mas recientemente usó su máquina de excavar en el dique del río y ahora hay un riachuelo entre nosotros. Seguramente lo hizo para fastidiarme pero, yo le tengo una mejor. ¿Ve usted ese montón de madera cerca del granero? Quiero que me levante una verja de 8 pies de manera que no vuelva a ver más ni su sitio ni su cara.

El carpintero dijo: -Creo que comprendo la situación. Consígame los clavos y el martillo y le haré un trabajo que le agrade.

John tenía que ir al pueblo a algunas diligencias por lo que le ayudó al carpintero a organizar los materiales y salió hasta la tarde. El carpintero trabajó duro todo el día—midiendo, cortando y clavando. Como a la puesta del sol cuando regresó el granjero, ya el carpintero había concluído su tarea.

Los ojos de John se abrieron desmesuradamente al ver que allí no había ninguna verja. ¡Lo que había era un puente… un puente que cruzaba de un lado al otro del riachuelo! Una hermosa obra, con pasamanos y todo. Su vecino y hermano menor, venía hacia ellos con su mano extendida.

-Hermano, eres tremendo sujeto, ¡construir este puente después de todo lo que yo te he dicho y hecho!

Los dos hermanos se pararon en cada extremo del puente, y luego se encontraron en el medio, tomándose las manos fuertemente. Se voltearon y vieron al carpintero echándose la caja de herramientas sobre su hombro.

-¡No, espere! Quédese algunos días. Tengo muchos otros proyectos para usted, -dijo el hermano mayor.

-Me gustaría quedarme, -dijo el carpintero- pero tengo muchos más  puentes que construir.                                                                          

 Autor Desconocido

Amor que salva

Recuerdo a un hombre de Nuevo Méjico a quien llamaban “el guerrero Thompson.” Cuando lo conocí me lo presentaron como el mejor hombre de Méjico.” Estuve hablando con él en cierta esquina y me contó su historia:

“Hace pocos años yo era propietario de esta taberna –y la señaló con el dedo, en la misma esquina. En la parte frontal había un bar y en el interior tenía una sala de juego; los peores hombres de la ciudad ganaban y perdían allí miles de dólares. En el primer piso había una casa de mala nota y yo era culpable de ello.

En cierta ocasión me fui de vacaciones a Chicago donde vi a una hermosa joven de la que me enamoré repentinamente. Procuré tener su amistad y ella respondió a mi amor. En treinta días nos casamos y la traje a esta ciudad como mi esposa. Tengo una hermosa casa decente en las afueras. La traje allí y le conté de qué modo hacía yo mi fortuna; pero ella no dejó de amarme.

Muchas noches volvía de mi infame negocio completamente borracho y lastimaba su corazón; pero ella nunca perdió su buen ánimo y paciencia. Noche tras noche me atendía como a un niño borracho hasta que volvía a estar sobrio por la mañana. Esa actitud de ella me quebrantaba.

Una mañana salí de casa decidido; vendí mi negocio y por primera vez en muchos meses volví a la casa sobrio. Busqué a mi esposa para darle la noticia, en la sala de estar, en el dormitorio y en la cocina. Finalmente la hallé en el cuarto de baño arrodillada y, al entrar sin hacer ruido, pude oir su oración. Luego me dijo que por tres años pasaba una hora cada día en ese lugar orando por mí.

Caí a su lado de rodillas y di mi corazón a Jesucristo. Desde entonces he vivido por Dios y su reino. El amor de mi esposa me atrajo al amor de Jesucristo, y ese divino amor redimió mi alma.”

Autor Desconocido

REGALO DE AMOR

Años atrás, un amigo mío castigó a su pequeña hija de tres años por malgastar un rollo de papel para envolver regalos. El dinero escaseaba en ese tiempo, y se puso furioso al ver que la niña trataba de envolver una caja para colocarla debajo del árbol de navidad.

A pesar del contratiempo, la niñita tomó el regalo al otro día y se lo dio a su padre mientras le decía: “Esto es para ti, Papi.” Él se sintió avergonzado por su reacción del día anterior pero, su ira volvió a salir al abrir la caja y ver que estaba vacía.

Le amonestó, “¿Tú no sabes que cuando se le da un regalo a alguien debe haber algo adentro?” La niñita, llorosa, lo miró y le dijo: “Papi, no está vacía, soplé besos en la caja y la llené de mi amor; todo para ti.”

El padre se desmoronó. Abrazó a su hijita y le imploró que lo perdonara. Me dijo mi amigo que mantuvo esa caja dorada al lado de su cama por años. Cada vez que se sentía frustrado, él sacaba un beso imaginario de la caja y recordaba el amor de la niña que lo puso allí.

En cierto sentido, a cada de uno de nosotros como padres, se nos ha dado un envase dorado lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos. No hay posesión más hermosa que cualquiera pudiera atesorar.

Por: James Dobson
From Home with a Heart

MILAGRO DE NAVIDAD

En una navidad, años atrás, nuestra familia vivió una especie de milagro. Éramos muy pobres. Mi mamá se esforzaba pero, criando tres niños, se sentía que estaba peleando una batalla perdida. Ese año había sido muy duro, pues, no solamente no recibiríamos regalos, sino que tampoco teníamos para abrigos de invierno ni para comida.

Muy deprimida, mi mamá se fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos, y allí le dijo a todos cómo se sentía. Les dijo que para ella estaba siendo muy difícil permanecer fuerte y que ya se sentía agotada de tanto luchar. Todo lo que ella quería de ellos era sus oraciones y tener con quién desahogarse.

Cuando la reunión hubo terminado, un hombre se le acercó y le dio un abrazo. Le dijo que todo iba a estar bien y que lo más importante era que nunca dejara de orar y que nunca perdiera la fe. Él le tomó la mano y ella sintió unos papeles apretados entre sus manos. Creyendo ella que podía ser alguna pequeña ofrenda le dio las gracias.

Cuando él se fue, ella abrió su mano y encontró la cantidad de $300. Era lo suficiente para comprar comida, regalos y abrigos para la navidad. Miró a todos lados a ver si veía al hombre pero éste se había ido. Le preguntó a todos los que estaban en el lugar pero nadie había visto cuando el hombre la abrazó, y ni siquiera que lo hubieran visto en la reunión.

Jamás lo volvió a ver, pero éste, no sólo salvó nuestra navidad sino también la vida de mi mamá. Su bondad renovó sus esperanzas, fortaleció su fe, y tuvo un impacto en la vida de todos nosotros. Por eso… nunca pierdas la fe ni la esperanza; Dios siempre escucha la oración y, en su tiempo, también la contesta.

Por: Anónimo
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles

¿ERES DIOS?

Poco después de finalizar la segunda guerra mundial, Europa comenzó a recoger los escombros. Gran parte del viejo continente había sido devastado; estaba hecho ruinas. Tal vez lo más triste era observar a los niños huérfanos hambrientos por las calles de esas ciudades destrozadas por la guerra.

Temprano en una mañana sumamente fría, un soldado americano regresaba al campamento en Londres. Al doblar en una esquina en el jeep en que viajaba, vió a un niñito con su nariz pegada al cristal de una repostería. Adentro, el repostero estaba dándole forma a una gran cantidad de donas. El niñito hambriento miraba en silencio, observando cada movimiento. El soldado paró su jeep, se bajó y caminó hacia donde estaba parado el niño. A través del cristal pudo ver los dulces que hacían la boca agua según los sacaban del horno humeando. El niño salivó y dejó escapar un pequeño gemido mientras observaba al repostero colocarlos en la vitrina muy cuidadosamente.

El corazón del soldado se le quería salir del pecho al observar a su lado al huerfanito sufriendo por causa del hambre.

-“Hijo… ¿quisieras algunos de esos?”

El niño se sobresaltó.

-“¡Oh sí, me gustaría!”

El americano entró y compró una docena de donas, las puso en una bolsa y regresó donde estaba el niñito en medio de la neblina fría de esa mañana en Londres. Sonrió, sacó la bolsa, y simplemente le dijo: -“Aquí estás.”

Cuando se viró para irse, sintió un jalón en su abrigo. Miró hacia atrás y escuchó al niño preguntarle, “Señor, ¿tú eres Dios?”

Por: Charles Swindoll
Stories for the Heart

EL LEGADO DE PAPÁ

Tengo una cajita de madera con una asa en bronce, sencilla, sin adorno alguno ni terminación lustrosa, ni está forrada en su interior. Las esquinas no cuadran y las bisagras de la tapa están empezando a chirriar. Pero es, una caja especial.

De vez en cuando la abro. Al levantar la tapa, quedan al descubierto recuerdos que me llevan a otra época y a otro lugar. Hay chucherías y una carta que, para el mundo no tienen valor alguno, pero para mí, son teso-ros invalorables. Esta caja me la regaló mi papá.

Una navidad, Papá hizo tres cajas para sus tres hijos. Él no era carpintero; algunas partes no están bien cortadas y las juntas no encajan a la perfección, pero para mí, un experimentado carpintero no lo hubiera hecho mejor. La perfección no está en su forma sino en la intención.

Mi caja fue hecha por manos callosas que conocían el trabajo duro, una mente que sabía lo que era la responsabilidad y un corazón que me amaba. En su interior, mi padre colocó una carta dirigida a mí. Ésta nunca será publicada o nominada para premio literario alguno. Es una sim-ple carta que expresa la ternura que a mi papá se le hacía difícil enunciar verbalmente. En ella manifiesta su orgullo y amor por mí. De la  ma-nera que sabía hacerlo, me decía que era feliz de tenerme como hijo.

Papá murió unos días después de aquella navidad. No dejó mucho dinero ni una casa grande; me dejó esa caja sencilla con un simple mensaje, pero, con ella… me dejó su amor.

A medida que pasan los años, esa caja ha ido adquiriendo más valor pa-ra mí. He llegado a percatarme de lo que en realidad simboliza. Es un recordatorio de que sólo los regalos del corazón tienen valor duradero.

Los lados lijados y barnizados representan el duro trabajo y la perseverancia con que debo luchar. La dureza de la madera simboliza la fortaleza necesaria para vencer las dificultades. Los defectos me demuestran que la perfección no está en la apariencia externa. Y, como la carta que guarda en su interior, la caja revela que la calidez y el amor, salen de adentro… del corazón.

Yo también tengo algunos bordes ásperos y juntas no muy bien encuadradas, pero, así como la amorosa carta llena el interior de la caja, sé que el perfecto amor de Dios me llena, haciendo de mí una pieza única.

Tomado de: Historias de Aliento para el corazón de la Familia

EL QUE TIENE A DIOS, LO TIENE TODO

Esta era una familia que no era ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña, pero acogedora, casa de campo. Una noche, mientras se sentaban juntos para cenar, alguien tocó a la puerta. El padre se levantó para ver de quién se trataba.

Ahí estaba un hombre viejo con ropa destartalada, pantalones gastados y sin botones; cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Para que se fuera rápido, ellos aceptaron.

Las visitas del hombre se repitieron y con el pasar del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron muy amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Se enteraron que él era ciego, pero era tan amigable, que esperaban ansiosamente su llegada para dialogar y disfrutar de su compañía.

Un día, mientras entregaba las verduras, les dijo:

- ¡Ayer recibí la más grande bendición! Encontré una canasta llena de ropa que alguien me dejó frente a la puerta de mi casa. La familia, viendo la condición de su ropa y la necesidad que tenía de ella, dijo:

-¡Qué maravilloso! ¡Cuánto nos alegramos!

El hombre viejo y ciego, pero con un rostro que brillaba de alegría, dijo:

-La parte más maravillosa de todo esto es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa. La necesitaba más que yo…

Recuerda, la felicidad no depende de lo que tienes. Más importante que eso es tener corazón humilde y generoso. El que tiene a Dios, lo tiene todo, por lo que es feliz haciendo felices a otros.

Por: Autor Desconocido

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Un corazón dadivoso no espera recompensa ni elogios; tampoco supone un sacrificio su acción de caridad, porque al dar, lo hace con alegría.

“El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” Proverbios 11:25

 NO TE RINDAS NUNCA

"No nos cansemos, pues, de hacer bien;
porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos."
Gálatas 6:9

Una vez más, la joven maestra leyó la nota adjunta a la hermosa planta de hiedra. "Gracias a las semillas que usted plantó, algún día seremos como esta hermosa planta. Le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotras. Gracias por invertir tiempo en nuestras vidas."

Una amplia sonrisa iluminó el rostro de la maestra mientras por sus mejillas corrían lágrimas de agradecimiento. Como el único leproso que manifestó gratitud hacia Jesús cuando fue sanado, las chicas a quienes les había dado clase en la escuela dominical, se acordaban de agradecer a su maestra. La planta de hiedra representaba un regalo de amor.

Durante meses la maestra regó fielmente la planta en crecimiento. Cada vez que la miraba, recordaba a esas jóvenes especiales y eso la animaba a seguir enseñando.

Pero al cabo de un año, algo sucedió. Las hojas comenzaron a ponerse amarillas y a caerse; todas, menos una. Pensó en deshacerse de la hiedra, pero decidió seguir regándola y fertilizándola. Un día, al pasar por la cocina, la maestra vio que la planta tenía un brote nuevo. Unos días después, apareció otra hoja, y luego otra más. En pocos meses, la hiedra estaba otra vez convirtiéndose en una hermosa planta.

Henry Drummond dice: "No pienses que no pasa nada, simplemente, porque no ves el crecimiento, o no escuchas el zumbido de los motores. Las grandes cosas crecen silenciosamente."

Hay pocas alegrías más grandes que la bendición de invertir fielmente amor y tiempo en las vidas de otras personas. Nunca, nunca te des por vencido!

EL NÁUFRAGO

El único sobreviviente de un naufragio llegó a una pequeña e inahabitada isla. Comenzó a orar fervientemente, pidiéndole a Dios que enviara a alguien que lo rescatara. Todos los días miraba al horizonte para ver si aparecía alguna ayuda, pero ésta nunca llegaba.

Cansado de esperar y resignado a su suerte, comenzó a construir una pequeña cabaña con los materiales que pudo conseguir en los alrededores para protegerse y asegurar las pocas posesiones que tenía. Un día, salió temprano a buscar comida, y cuando regresó encontró su pequeña choza envuelta en llamas; el humo era tanto que subía al cielo. Lo peor de todo fue que había perdido todas sus pertenencias. No podía explicarse qué pudo haber ocasionado el fuego.

Al encontrarse en semejante situación, la confusión se apoderó de él y muy enojado con Dios, le decía llorando: “Oh, Dios, ¿Cómo pudiste hacerme esto?” Agobiado por el llanto se quedó dormido sobre la arena.

Temprano en la mañana del día siguiente, escuchó asombrado un sonido y al mirar, vio un barco que se iba acercando a la isla. Llegaron a rescatarlo y éste, extrañado, le preguntó a sus tripulantes, “¿Cómo sabían ustedes que yo estaba aquí?” Sus rescatadores le contestaron: “Vimos las señales de humo que nos enviaste.”

¡Qué fácil es enojarse cuando las cosas nos van mal! Pero nunca debemos perder la fe, pues Dios está trabajando en nuestras vidas en medio de toda circunstancia. Recuerda… la próxima vez que tu choza se queme, puede ser simplemente una señal de humo salida de la Gracia de Dios para bendecirte.

Por todas las cosas que nos parecen negativas, debemos de creer que: “En ellas está Dios con una respuesta positiva.”

Por: Autor Desconocido

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“Bendeciré al Señor en todo tiempo;
 su alabanza estará de contínuo en mi boca.” Salmo 34:1

CAMINANDO EN EL HUERTO

"Y oyeron al Señor Dios que se paseaba en el huerto."
Génesis 3:8

Para Cecilia no era común dormir hasta tarde, ni siquiera durante las vacaciones ya que se había criado en una granja. Pero muy de vez en cuando, su madre dejaba a sus hijos dormir hasta tarde. En una de esas raras ocasiones, a Cecilia la despertó el agradable olor y el ruido que hacía su madre al preparar el delicioso desayuno familiar. el aroma de la tocineta, llenaba toda la casa, y se oia el ruido que se hace al cocinar. El aroma del pan recién horneado también ayudaba a que los niños despertaran.

Una mañana de verano, la casa estaba en silencio, los hermanos de Cecilia estaban durmiendo y de la cocina no venía ningún ruido ni había ningún olor que indicara que se estaba preparando el desayuno. Cecilia vio que la puerta de atrás estaba abierta, y sin hacer ruido, salió al jardín, donde estaba su madre con mucho ánimo, quitando la maleza del huerto. La escena se desarrollaba ante sus ojos como si estuviera envuelta en un mullido manto mientras veía a su madre caminar por el huerto.

Adán y Eva vivieron en el único huerto perfecto. Ellos disfrutaban de condiciones perfectas en la naturaleza. A diario, caminaban por el huerto y hablaban con el Señor cara a cara. Adán y Eva escuchaban el ruido que hacía Dios al caminar en el huerto cuando se acercaba a ellos. En su espíritu, la mamá de Cecilia debe haber conocido la dulzura de la presencia de Dios al caminar en su huerto temprano en la mañana. Antes que las demandas del día ocuparan sus manos y su mente, sabiamente ella elegía las horas tempranas de la mañana para caminar con Dios en el huerto.

CUANDO SE CONOCE LA VERDAD

El tren comenzó a moverse. Iba lleno de gente de todas las edades, la mayoría obreros y jóvenes universitarios. Cerca de la ventana se sentaba un anciano con su hijo de 30 años, quien iba sobrecogido de gozo, encantado por el paisaje de afuera.

-"Mira, papá, el paisaje de los árboles verdes es  hermoso".

La conducta del muchacho hizo que los demás pasajeros se molestaran. Todos comenzaron a murmurar acerca del joven por su extraño comportamiento.

-"Este tipo parece estar loco", un hombre le susurró a su esposa.

De repente comenzó a llover. Las gotas de lluvia caían sobre los pasajeros a través de la ventana abierta donde estaban sentados el anciano con su hijo. El muchacho, lleno de gozo decía: "Mira, papá, cuán hermosa es la lluvia..."

La esposa del hombre se molestó por las gotas de agua que mojaban su vestido nuevo. Ésta le dijo a su esposo: “¿No ves que está lloviendo? Usted, anciano, si su hijo no se siente bien, llévelo pronto a un asilo mental y no moleste a los demás".

El anciano titubeó primero pero, entonces, en tono muy bajo, contestó:  -“Regresamos a casa del hospital. Mi hijo fue dado de alta esta mañana. Hace sólo una semana que recobró la vista, pues, nació ciego. La naturaleza es nueva a sus ojos. Por favor, perdonen la inconveniencia.”

Comentario: ¡Cuántas veces pasamos juicio sobre la conducta de otras personas sin conocer la verdad! ¡De cuántas maneras ofendemos por apresurarnos a hablar lo que no es! ¡En cuántas ocasiones llegamos a conclusiones erróneas por dejarnos llevar por las apariencias! La empatía necesaria brilla por su ausencia en muchos corazones. ¡Cuánta injusticia se comete con el prójimo, no sólo en los tribunales, sino en toda la sociedad! “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1Corintios 2:9

Por: Autor Desconocido

UNA BUENA LECCIÓN

Un joven universitario salió a dar un paseo con uno de sus profesores a quien los alumnos consideraban su amigo, por la bondad que le distinguía para con los estudiantes que seguían sus consejos. En el camino vieron un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo del lado y que a esa hora estaba por terminar sus labores diarias.

El alumno dijo al profesor:

-Hagámosle una broma, escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.

-Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca debemos divertirnos a expensas de los demás. En lugar de eso tú puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.

El joven hizo como le sugirió el profesor, y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre trabajador, al terminar sus tareas del día, llegó a buscar sus zapatos y su abrigo. Mientras se ponía el abrigo deslizó un pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Asombrado, se preguntó qué pudo haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados pero no vio a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Los sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó  la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, mencionando a su esposa enferma y a sus hijos que no tenían pan y debido a una mano generosa desconocida podrían comer esa tarde.

El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.

-Ahora –dijo el profesor-, ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? El joven respondió:

-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: Es mejor dar que recibir.

Tomado de: Historias de aliento para la familia

Autor Desconocido

JESÚS GUARDÓ SILENCIO

Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o fue un sueño. Sólo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...

Me encontré en aquel inmenso salón con una pared llena de tarjeteros, como en las grandes bibliotecas. Al acercarme, me llamó la atención uno título: "Muchachas que me han gustado". Lo abrí y empecé a pasar las fichas.Tuve que detenerme; recordaba el nombre de cada una de ellas: ¡eran de las muchachas que me habían gustado!

Ese inmenso salón, con sus ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, hasta detalles que había olvidado. Un sentimiento de expectación, curiosidad e intriga empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido. Algunos me trajeron alegría y otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que me volví para ver si alguien me observaba.

El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban".

Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", Peleas con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando me reprendían de niño", "Videos que he visto"...

Estaba atónito del volumen de información que había acumulado en esos ficheros. ¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.

Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aún así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba que había perdido.

Cuando llegué al archivo: "Pensamientos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo abrí el cajón unos centímetros.. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese momento" escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más...

Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe ver estas tarjetas jamás. ¡Tengo que destruirlas! En un frenesí arranqué un cajón, tenía que vacíar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola tarjeta del cajón. Me desesperé y traté de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero. Vencido e indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo de mis miserias, empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación: "Personas a las que les he compartido del amor de Jesús". La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un pensamiento cruzaba mi mente: Nadie debe entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.

Mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡Él no!, ¡cualquiera menos Jesús! Impotente, vi cómo Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.

Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza; me llevé las manos al rostro y  empecé a llorar de nuevo. Él se acercó, puso sus manos en mis hombros y no dijo una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio. Jesús guardó silencio y lloró conmigo.

Volvió a los archivos y empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. ¡No! le grité corriendo hacia Él.

Lo único que atiné a decir fue sólo ¡no!, ¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por qué estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.

No entiendo cómo lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado.Me miró con ternura a los ojos y me dijo: Consumado es, terminado… yo he cargado con tu vergüenza y tu culpa.

En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto.... Porque todavía faltán más tarjetas por escribir...

Aún no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que sí estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de qué alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas

Autor Desconocido

ADORNO NAVIDEÑO

"Tu nombre, Señor, es eterno; tu memoria, Señor, por todas las generaciones."  Salmo 135:13

Se llevaba a cabo la segunda semana de diciembre de cada año. Mi madre abría su armario de cedro y buscaba alegremente entre sus más preciadas posesiones. Con cuidado iba sacando una a una las cosas que tenían mucho significado y valor para ella. Luces, el preciado árbol de Navidad, adornos y muchas cosas brillantes y fragantes que adornaban esta época del año.

Había algo especial que ponía sobre la repisa de la chimenea y transformaba toda la casa. Era un adorno navideño hecho con un pedazo del tronco de un árbol y cubierto con hisopo y cerezas artificiales. En el medio se le colocaba una vela. Tenía una brillante cinta de seda roja, adherida con un ganchito, la cual realzaba su belleza.

Todos los años, cumplíamos con la tradición familiar de recordar el significado de cada uno de los elementos del arreglo navideño. El tronco significaba la celebración, el nacimiento de Cristo. El hisopo, una hierba fragante, antiguamente la usaban los hebreos para los sacrificios. La primorosa cinta roja de seda simbolizaba la sangre de Cristo derramada por nuestros pecados. Las cerezas representaban el crecimiento, la provisión generosa. Y la vela ardía como un recordatorio de que Cristo es la luz del mundo.

A veces, en las tradiciones, o en nuestras celebraciones, o en las cosas comunes y corrientes de la vida, podemos encontrar el fundamento de nuestra fe. En ese caso, este sencillo adorno navideño con algunas hojas descoloridas, unas viejas cerezas y una cinta algo deshilachada nos habla de la eterna historia del infinito amor de Dios.


 

"He aqui os doy nuevas de gran gozo:
Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es CRISTO el Señor."
Lucas 2:10-11

 


Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz

      





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