El Regalo Perfecto
Recuerdo
que de niño
acostumbraba, en
el día de
Navidad, bajar
corriendo la
escalera hasta
llegar donde
estaba el árbol
y mirar entre
los regalos para
ver cuál era el
más grande.
Siempre creí que
dentro de la
caja más grande
se hallaba el
regalo mejor y
más caro.
Pero según el
tiempo ha ido
trabajando en la
mente y alma de
un joven, he
aprendido que
cada uno de los
regalos es
especial, único
y de mucho
significado. De
hecho, los
regalos que más
yo recuerdo son
aquellos que han
salido del
corazón, como
uno de los
abrigos y
bufandas que ha
tejido con sus
manos mi madre.
Lo más
importante no es
el regalo en sí,
sino mas bien el
pensamiento que
está detrás y la
intención con
que se ofrece.
En esta Navidad
ya he sido más
que bendecido al
recibir el
regalo más
valioso del
mundo, mi novia
Angela. Sé que
el verdadero
significado de
la Navidad se
encuentra en la
palabra “dar.”
Me he prometido
a mí mismo
buscar y
encontrar el
regalo más
hermoso para la
chica más
hermosa.
Pasé muchos días
buscando en las
tiendas y en
numerosos
catálogos, pero
nada me
convencía. A
medida que la
Navidad se iba
aproximando me
cuestionaba si
al fin
encontraría ese
regalo
“perfecto.”
Decidí probar en
el centro
comercial de la
localidad una
vez más por si
había pasado por
alto alguna
tienda o
hubieran
colocado nueva
mercancía en los
estantes. Pero
según pasaba de
una tienda a
otra, nada
llamaba mi
atención.
Sintiéndome algo
frustrado, me
dirigí
lentamente hacia
la salida, pero,
antes de llegar
a la puerta, de
súbito encontré
lo que había
estado buscando.
No, este regalo
no lo encontré
en una tienda de
artículos
costosos y
llamativos, no
requiere una
envoltura de
hermoso papel
navideño
adornado con
cintas y lazos.
De hecho, este
regalo no tiene
un recibo de
compra ni tiene
que ser
devuelto.
Entonces, ¿dónde
encontré esta
maravilla, y más
impor-tante que
todo, qué cosa
es?
Lo encontré en
la mirada de una
pareja de
ancianos tomados
de la mano, lo
escuché en las
palabras
juguetonas entre
un abuelo y su
nieto, y lo vi
en la actitud de
una orgullosa
mamá primeriza.
Sí, el regalo
es AMOR. Por lo
tanto: “Angela,
en esta Navidad
yo te ofrezco mi
AMOR y espero lo
conserves por
siempre.” ¡Feliz
Navidad, TE AMO!
Por: Joseph M.
Rebecky
Quiero ese...
Escuché
cierta historia
sobre un
granjero que
tenía unos
cachorritos
para
la
venta.
Hizo un rótulo
para anunciarlos
y lo clavó en un
poste a la
orilla
de
su patio.
Mientras
insertaba el
clavo en el
rótulo sintió
que lo halaban
por
su pantalón. Vió
que era un
niñito con una
amplia sonrisa
en su ros-tro y
algo en su mano.
-“Señor,” -le
dijo- “deseo
comprar uno de
sus perritos.”
-“Bueno,” –dijo
el granjero-
“Estos cachorros
son de padres de
raza muy fina y
cuestan
bastante.
El niño bajó la
cabeza por un
momento, y
volvió a mirar
al granjero y le
dijo, -“Tengo 39
centavos. ¿Será
suficiente para
ir a verlos?”
-“Claro,” –dijo
el granjero. En
eso silbó y
llamó: -“Dolly,
ven aquí,
Dolly.” De la
casita de los
perros salió
Dolly seguida
por cuatro
bolitas de lana.
Los ojitos del
niño brillaban
de alegría.
Un rato más
tarde salió otro
perrito de la
casita; éste
notablemente más
pequeño. Se
deslizó por la
rampa y comenzó
a cojear en un
intento inútil
de alcanzar al
resto. El
cachorro era
claramente la
mancha de las
crías.
El niñito pegó
su cara a la
verja y gritó,
-“Quiero ese,”
–señalando al
cojito.
El granjero se
arrodilló y le
dijo, -“Hijo, no
creo que quieras
ese cachorro. El
nunca podrá
correr ni jugar
contigo como a
ti te gustaría.”
El niño se dobló
y lentamente se
subió una pata
del pantalón. Al
hacerlo dejó al
descubierto una
abrazadera de
metal en ambos
lados de su
pierna agarrada
a un zapato
especial.
Mirando hacia
arriba al
granjero, le
dijo,
-“Ve, señor, yo
mismo no puedo
correr muy bien,
y él va a
necesitar de
alguien que lo
entienda.”
Por: Charles
Stanley
“De cierto os
digo, que si no
os volvéis y os
hacéis como
niños, no
entraréis en el
reino de los
cielos. Así que,
cualquiera que
se humille como
este niño, ése
es el mayor en
el reino de los
cielos.” Mateo
18:3-4
¿Verja o Puente?
Dos hermanos que vivían en fincas colindantes entraron en conflicto… el primer distanciamiento serio en 40 años de laborar juntos, compartir maquinaria e intercambiar labores y víveres según necesitaban, sin reparo alguno. La colaboración de tanto tiempo se desmoronó. Comenzó con un malentendido, se tornó en una diferencia de grandes proporciones y finalmente estalló en un intercambio de palabras ofensivas seguido de semanas de silencio.
Una mañana
tocaron a la
puerta de la
casa de John, el
hermano mayor.
Al abrir, había
un hombre con
una caja de
herramientas de
carpintero.
-Estoy buscando
trabajo por unos
días, -le dijo
el hombre- A lo
mejor tiene
usted alguna
tarea que yo
pudiera
realizar.
¿Podría
ayudarle?
-Sí, dijo John-
Seguro que tengo
un trabajo para
usted. Mire el
riachuelo en esa
finca. Es de mi
vecino, de
hecho, es mi
hermano menor.
La semana pasada
había una
pradera entre
nosotros, mas
recientemente
usó su máquina
de excavar en el
dique del río y
ahora hay un
riachuelo entre
nosotros.
Seguramente lo
hizo para
fastidiarme
pero, yo le
tengo una mejor.
¿Ve usted ese
montón de madera
cerca del
granero? Quiero
que me levante
una verja de 8
pies de manera
que no vuelva a
ver más ni su
sitio ni su
cara.
El carpintero
dijo: -Creo que
comprendo la
situación.
Consígame los
clavos y el
martillo y le
haré un trabajo
que le agrade.
John tenía que
ir al pueblo a
algunas
diligencias por
lo que le ayudó
al carpintero a
organizar los
materiales y
salió hasta la
tarde. El
carpintero
trabajó duro
todo el
día—midiendo,
cortando y
clavando. Como a
la puesta del
sol cuando
regresó el
granjero, ya el
carpintero había
concluído su
tarea.
Los ojos de John
se abrieron
desmesuradamente
al ver que allí
no había ninguna
verja. ¡Lo que
había era un
puente… un
puente que
cruzaba de un
lado al otro del
riachuelo! Una
hermosa obra,
con pasamanos y
todo. Su vecino
y hermano menor,
venía hacia
ellos con su
mano extendida.
-Hermano, eres
tremendo sujeto,
¡construir este
puente después
de todo lo que
yo te he dicho y
hecho!
Los dos hermanos
se pararon en
cada extremo del
puente, y luego
se encontraron
en el medio,
tomándose las
manos
fuertemente. Se
voltearon y
vieron al
carpintero
echándose la
caja de
herramientas
sobre su hombro.
-¡No, espere!
Quédese algunos
días. Tengo
muchos otros
proyectos para
usted, -dijo el
hermano mayor.
-Me gustaría
quedarme, -dijo
el carpintero-
pero tengo
muchos más
puentes que
construir.
Autor
Desconocido
Amor que salva
Recuerdo a un hombre de Nuevo Méjico a quien llamaban “el guerrero Thompson.” Cuando lo conocí me lo presentaron como el mejor hombre de Méjico.” Estuve hablando con él en cierta esquina y me contó su historia:
“Hace pocos años
yo era
propietario de
esta taberna –y
la señaló con el
dedo, en la
misma esquina.
En la parte
frontal había un
bar y en el
interior tenía
una sala de
juego; los
peores hombres
de la ciudad
ganaban y
perdían allí
miles de
dólares. En el
primer piso
había una casa
de mala nota y
yo era culpable
de ello.
En cierta
ocasión me fui
de vacaciones a
Chicago donde vi
a una hermosa
joven de la que
me enamoré
repentinamente.
Procuré tener su
amistad y ella
respondió a mi
amor. En treinta
días nos casamos
y la traje a
esta ciudad como
mi esposa. Tengo
una hermosa casa
decente en las
afueras. La
traje allí y le
conté de qué
modo hacía yo mi
fortuna; pero
ella no dejó de
amarme.
Muchas noches
volvía de mi
infame negocio
completamente
borracho y
lastimaba su
corazón; pero
ella nunca
perdió su buen
ánimo y
paciencia. Noche
tras noche me
atendía como a
un niño borracho
hasta que volvía
a estar sobrio
por la mañana.
Esa actitud de
ella me
quebrantaba.
Una mañana salí
de casa
decidido; vendí
mi negocio y por
primera vez en
muchos meses
volví a la casa
sobrio. Busqué a
mi esposa para
darle la
noticia, en la
sala de estar,
en el dormitorio
y en la cocina.
Finalmente la
hallé en el
cuarto de baño
arrodillada y,
al entrar sin
hacer ruido,
pude oir su
oración. Luego
me dijo que por
tres años pasaba
una hora cada
día en ese lugar
orando por mí.
Caí a su lado de
rodillas y di mi
corazón a
Jesucristo.
Desde entonces
he vivido por
Dios y su reino.
El amor de mi
esposa me atrajo
al amor de
Jesucristo, y
ese divino amor
redimió mi
alma.”
Autor
Desconocido
REGALO DE AMOR
Años atrás, un amigo mío castigó a su pequeña hija de tres años por malgastar un rollo de papel para envolver regalos. El dinero escaseaba en ese tiempo, y se puso furioso al ver que la niña trataba de envolver una caja para colocarla debajo del árbol de navidad.
A pesar del contratiempo, la niñita tomó el regalo al otro día y se lo dio a su padre mientras le decía: “Esto es para ti, Papi.” Él se sintió avergonzado por su reacción del día anterior pero, su ira volvió a salir al abrir la caja y ver que estaba vacía.
Le amonestó, “¿Tú no sabes que cuando se le da un regalo a alguien debe haber algo adentro?” La niñita, llorosa, lo miró y le dijo: “Papi, no está vacía, soplé besos en la caja y la llené de mi amor; todo para ti.”
El padre se desmoronó. Abrazó a su hijita y le imploró que lo perdonara. Me dijo mi amigo que mantuvo esa caja dorada al lado de su cama por años. Cada vez que se sentía frustrado, él sacaba un beso imaginario de la caja y recordaba el amor de la niña que lo puso allí.
En cierto sentido, a cada de uno de nosotros como padres, se nos ha dado un envase dorado lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos. No hay posesión más hermosa que cualquiera pudiera atesorar.
Por: James Dobson
From Home with a Heart
MILAGRO DE NAVIDAD
E n una navidad, años atrás, nuestra familia vivió una especie de milagro. Éramos muy pobres. Mi mamá se esforzaba pero, criando tres niños, se sentía que estaba peleando una batalla perdida. Ese año había sido muy duro, pues, no solamente no recibiríamos regalos, sino que tampoco teníamos para abrigos de invierno ni para comida.
Muy deprimida, mi mamá se fue a una reunión de Alcohólicos Anónimos, y allí le dijo a todos cómo se sentía. Les dijo que para ella estaba siendo muy difícil permanecer fuerte y que ya se sentía agotada de tanto luchar. Todo lo que ella quería de ellos era sus oraciones y tener con quién desahogarse.
Cuando la reunión hubo terminado, un hombre se le acercó y le dio un abrazo. Le dijo que todo iba a estar bien y que lo más importante era que nunca dejara de orar y que nunca perdiera la fe. Él le tomó la mano y ella sintió unos papeles apretados entre sus manos. Creyendo ella que podía ser alguna pequeña ofrenda le dio las gracias.
Cuando él se fue, ella abrió su mano y encontró la cantidad de $300. Era lo suficiente para comprar comida, regalos y abrigos para la navidad. Miró a todos lados a ver si veía al hombre pero éste se había ido. Le preguntó a todos los que estaban en el lugar pero nadie había visto cuando el hombre la abrazó, y ni siquiera que lo hubieran visto en la reunión.
Jamás lo volvió a ver, pero éste, no sólo salvó nuestra navidad sino también la vida de mi mamá. Su bondad renovó sus esperanzas, fortaleció su fe, y tuvo un impacto en la vida de todos nosotros. Por eso… nunca pierdas la fe ni la esperanza; Dios siempre escucha la oración y, en su tiempo, también la contesta.
Por: Anónimo
Tomado del Libro de Lynn Valentine: Miracles
¿ERES DIOS?
P oco después de finalizar la segunda guerra mundial, Europa comenzó a recoger los escombros. Gran parte del viejo continente había sido devastado; estaba hecho ruinas. Tal vez lo más triste era observar a los niños huérfanos hambrientos por las calles de esas ciudades destrozadas por la guerra.
Temprano en una mañana sumamente fría, un soldado americano regresaba al campamento en Londres. Al doblar en una esquina en el jeep en que viajaba, vió a un niñito con su nariz pegada al cristal de una repostería. Adentro, el repostero estaba dándole forma a una gran cantidad de donas. El niñito hambriento miraba en silencio, observando cada movimiento. El soldado paró su jeep, se bajó y caminó hacia donde estaba parado el niño. A través del cristal pudo ver los dulces que hacían la boca agua según los sacaban del horno humeando. El niño salivó y dejó escapar un pequeño gemido mientras observaba al repostero colocarlos en la vitrina muy cuidadosamente.
El corazón del soldado se le quería salir del pecho al observar a su lado al huerfanito sufriendo por causa del hambre.
-“Hijo… ¿quisieras algunos de esos?”
El niño se sobresaltó.
-“¡Oh sí, me gustaría!”
El americano entró y compró una docena de donas, las puso en una bolsa y regresó donde estaba el niñito en medio de la neblina fría de esa mañana en Londres. Sonrió, sacó la bolsa, y simplemente le dijo: -“Aquí estás.”
Cuando se viró para irse, sintió un jalón en su abrigo. Miró hacia atrás y escuchó al niño preguntarle, “Señor, ¿tú eres Dios?”
Por: Charles Swindoll
Stories for the Heart
EL LEGADO DE PAPÁ
Tengo una cajita de madera con una asa en bronce, sencilla, sin adorno alguno ni terminación lustrosa, ni está forrada en su interior. Las esquinas no cuadran y las bisagras de la tapa están empezando a chirriar. Pero es, una caja especial.
De vez en cuando la abro. Al levantar la tapa, quedan al descubierto recuerdos que me llevan a otra época y a otro lugar. Hay chucherías y una carta que, para el mundo no tienen valor alguno, pero para mí, son teso-ros invalorables. Esta caja me la regaló mi papá.
Una navidad, Papá hizo tres cajas para sus tres hijos. Él no era carpintero; algunas partes no están bien cortadas y las juntas no encajan a la perfección, pero para mí, un experimentado carpintero no lo hubiera hecho mejor. La perfección no está en su forma sino en la intención.
Mi caja fue hecha por manos callosas que conocían el trabajo duro, una mente que sabía lo que era la responsabilidad y un corazón que me amaba. En su interior, mi padre colocó una carta dirigida a mí. Ésta nunca será publicada o nominada para premio literario alguno. Es una sim-ple carta que expresa la ternura que a mi papá se le hacía difícil enunciar verbalmente. En ella manifiesta su orgullo y amor por mí. De la ma-nera que sabía hacerlo, me decía que era feliz de tenerme como hijo.
Papá murió unos días después de aquella navidad. No dejó mucho dinero ni una casa grande; me dejó esa caja sencilla con un simple mensaje, pero, con ella… me dejó su amor.
A medida que pasan los años, esa caja ha ido adquiriendo más valor pa-ra mí. He llegado a percatarme de lo que en realidad simboliza. Es un recordatorio de que sólo los regalos del corazón tienen valor duradero.
Los lados lijados y barnizados representan el duro trabajo y la perseverancia con que debo luchar. La dureza de la madera simboliza la fortaleza necesaria para vencer las dificultades. Los defectos me demuestran que la perfección no está en la apariencia externa. Y, como la carta que guarda en su interior, la caja revela que la calidez y el amor, salen de adentro… del corazón.
Yo también tengo algunos bordes ásperos y juntas no muy bien encuadradas, pero, así como la amorosa carta llena el interior de la caja, sé que el perfecto amor de Dios me llena, haciendo de mí una pieza única.
Tomado de: Historias de Aliento para el corazón de la Familia
EL QUE TIENE A DIOS, LO TIENE TODO
Esta era una familia que no era ni rica ni pobre. Vivían en una pequeña, pero acogedora, casa de campo. Una noche, mientras se sentaban juntos para cenar, alguien tocó a la puerta. El padre se levantó para ver de quién se trataba.
Ahí estaba un hombre viejo con ropa destartalada, pantalones gastados y sin botones; cargaba una canasta llena de verduras. Le preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Para que se fuera rápido, ellos aceptaron.
Las visitas del hombre se repitieron y con el pasar del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron muy amigos. El hombre le traía verduras cada semana a la familia. Se enteraron que él era ciego, pero era tan amigable, que esperaban ansiosamente su llegada para dialogar y disfrutar de su compañía.
Un día, mientras entregaba las verduras, les dijo:
- ¡Ayer recibí la más grande bendición! Encontré una canasta llena de ropa que alguien me dejó frente a la puerta de mi casa. La familia, viendo la condición de su ropa y la necesidad que tenía de ella, dijo:
-¡Qué maravilloso! ¡Cuánto nos alegramos!
El hombre viejo y ciego, pero con un rostro que brillaba de alegría, dijo:
-La parte más maravillosa de todo esto es que encontré una familia que verdaderamente necesitaba esa ropa. La necesitaba más que yo…
Recuerda, la felicidad no depende de lo que tienes. Más importante que eso es tener corazón humilde y generoso. El que tiene a Dios, lo tiene todo, por lo que es feliz haciendo felices a otros.
Por: Autor Desconocido
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Un corazón dadivoso no espera recompensa ni elogios; tampoco supone un sacrificio su acción de caridad, porque al dar, lo hace con alegría.
“El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.” Proverbios 11:25
NO
TE RINDAS NUNCA
"No nos cansemos, pues, de hacer bien;
porque a su tiempo segaremos, si no
desmayamos."
Gálatas 6:9
Una
vez más, la joven maestra leyó la nota
adjunta a la hermosa planta de hiedra. " Gracias
a las semillas que usted plantó, algún
día seremos como esta hermosa planta. Le
agradecemos todo lo que ha hecho por
nosotras. Gracias por invertir tiempo en
nuestras vidas."
Una amplia sonrisa iluminó el rostro de
la maestra mientras por sus mejillas
corrían lágrimas de agradecimiento. Como
el único leproso que manifestó gratitud
hacia Jesús cuando fue sanado, las
chicas a quienes les había dado clase en
la escuela dominical, se acordaban de
agradecer a su maestra. La planta de
hiedra representaba un regalo de amor.
Durante meses la maestra regó fielmente
la planta en crecimiento. Cada vez que
la miraba, recordaba a esas jóvenes
especiales y eso la animaba a seguir
enseñando.
Pero al cabo de un año, algo sucedió.
Las hojas comenzaron a ponerse amarillas
y a caerse; todas, menos una. Pensó en
deshacerse de la hiedra, pero decidió
seguir regándola y fertilizándola. Un
día, al pasar por la cocina, la maestra
vio que la planta tenía un brote nuevo.
Unos días después, apareció otra hoja, y
luego otra más. En pocos meses, la
hiedra estaba otra vez convirtiéndose en
una hermosa planta.
Henry Drummond dice: "No pienses que no
pasa nada, simplemente, porque no ves el
crecimiento, o no escuchas el zumbido de
los motores. Las grandes cosas crecen
silenciosamente."
Hay pocas alegrías más grandes que la
bendición de invertir fielmente amor y
tiempo en las vidas de otras personas.
Nunca, nunca te des por vencido!
EL NÁUFRAGO
El único sobreviviente de un naufragio llegó a una pequeña e inahabitada isla. Comenzó a orar fervientemente, pidiéndole a Dios que enviara a alguien que lo rescatara. Todos los días miraba al horizonte para ver si aparecía alguna ayuda, pero ésta nunca llegaba.
Cansado de esperar y resignado a su suerte, comenzó a construir una pequeña cabaña con los materiales que pudo conseguir en los alrededores para protegerse y asegurar las pocas posesiones que tenía. Un día, salió temprano a buscar comida, y cuando regresó encontró su pequeña choza envuelta en llamas; el humo era tanto que subía al cielo. Lo peor de todo fue que había perdido todas sus pertenencias. No podía explicarse qué pudo haber ocasionado el fuego.
Al encontrarse en semejante situación, la confusión se apoderó de él y muy enojado con Dios, le decía llorando: “Oh, Dios, ¿Cómo pudiste hacerme esto?” Agobiado por el llanto se quedó dormido sobre la arena.
Temprano en la mañana del día siguiente, escuchó asombrado un sonido y al mirar, vio un barco que se iba acercando a la isla. Llegaron a rescatarlo y éste, extrañado, le preguntó a sus tripulantes, “¿Cómo sabían ustedes que yo estaba aquí?” Sus rescatadores le contestaron: “Vimos las señales de humo que nos enviaste.”
¡Qué fácil es enojarse cuando las cosas nos van mal! Pero nunca debemos perder la fe, pues Dios está trabajando en nuestras vidas en medio de toda circunstancia. Recuerda… la próxima vez que tu choza se queme, puede ser simplemente una señal de humo salida de la Gracia de Dios para bendecirte.
Por todas las cosas que nos parecen negativas, debemos de creer que: “En ellas está Dios con una respuesta positiva.”
Por: Autor Desconocido
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“Bendeciré al Señor en todo tiempo;
su alabanza estará de contínuo en mi boca.” Salmo 34:1
C AMINANDO
EN EL HUERTO
"Y oyeron al Señor Dios que se paseaba
en el huerto."
Génesis 3:8
Para
Cecilia no era común dormir hasta tarde,
ni siquiera durante las vacaciones ya
que se había criado en una granja. Pero
muy de vez en cuando, su madre dejaba a
sus hijos dormir hasta tarde. En una de
esas raras ocasiones, a Cecilia la
despertó el agradable olor y el ruido
que hacía su madre al preparar el
delicioso desayuno familiar. el aroma de
la tocineta, llenaba toda la casa, y se
oia el ruido que se hace al cocinar. El
aroma del pan recién horneado también
ayudaba a que los niños despertaran.
Una mañana de verano, la casa estaba en
silencio, los hermanos de Cecilia
estaban durmiendo y de la cocina no
venía ningún ruido ni había ningún olor
que indicara que se estaba preparando el
desayuno. Cecilia vio que la puerta de
atrás estaba abierta, y sin hacer ruido,
salió al jardín, donde estaba su madre
con mucho ánimo, quitando la maleza del
huerto. La escena se desarrollaba ante
sus ojos como si estuviera envuelta en
un mullido manto mientras veía a su
madre caminar por el huerto.
Adán y Eva vivieron en el único huerto
perfecto. Ellos disfrutaban de
condiciones perfectas en la naturaleza.
A diario, caminaban por el huerto y
hablaban con el Señor cara a cara. Adán
y Eva escuchaban el ruido que hacía Dios
al caminar en el huerto cuando se
acercaba a ellos. En su espíritu, la
mamá de Cecilia debe haber conocido la
dulzura de la presencia de Dios al
caminar en su huerto temprano en la
mañana. Antes que las demandas del día
ocuparan sus manos y su mente,
sabiamente ella elegía las horas
tempranas de la mañana para caminar con
Dios en el huerto.
CUANDO SE CONOCE LA VERDAD
El tren comenzó a moverse. Iba lleno de gente de todas las edades, la mayoría obreros y jóvenes universitarios. Cerca de la ventana se sentaba un anciano con su hijo de 30 años, quien iba sobrecogido de gozo, encantado por el paisaje de afuera.
-"Mira, papá, el paisaje de los árboles verdes es hermoso".
La conducta del muchacho hizo que los demás pasajeros se molestaran. Todos comenzaron a murmurar acerca del joven por su extraño comportamiento.
-"Este tipo parece estar loco", un hombre le susurró a su esposa.
De repente comenzó a llover. Las gotas de lluvia caían sobre los pasajeros a través de la ventana abierta donde estaban sentados el anciano con su hijo. El muchacho, lleno de gozo decía: "Mira, papá, cuán hermosa es la lluvia..."
La esposa del hombre se molestó por las gotas de agua que mojaban su vestido nuevo. Ésta le dijo a su esposo: “¿No ves que está lloviendo? Usted, anciano, si su hijo no se siente bien, llévelo pronto a un asilo mental y no moleste a los demás".
El anciano titubeó primero pero, entonces, en tono muy bajo, contestó: -“Regresamos a casa del hospital. Mi hijo fue dado de alta esta mañana. Hace sólo una semana que recobró la vista, pues, nació ciego. La naturaleza es nueva a sus ojos. Por favor, perdonen la inconveniencia.”
Comentario: ¡Cuántas veces pasamos juicio sobre la conducta de otras personas sin conocer la verdad! ¡De cuántas maneras ofendemos por apresurarnos a hablar lo que no es! ¡En cuántas ocasiones llegamos a conclusiones erróneas por dejarnos llevar por las apariencias! La empatía necesaria brilla por su ausencia en muchos corazones. ¡Cuánta injusticia se comete con el prójimo, no sólo en los tribunales, sino en toda la sociedad! “Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. 1Corintios 2:9
Por: Autor Desconocido
UNA BUENA LECCIÓN
Un joven universitario salió a dar un paseo con uno de sus profesores a quien los alumnos consideraban su amigo, por la bondad que le distinguía para con los estudiantes que seguían sus consejos. En el camino vieron un par de zapatos viejos y supusieron que pertenecían a un anciano que trabajaba en el campo del lado y que a esa hora estaba por terminar sus labores diarias.
El alumno dijo al profesor:
-Hagámosle una broma, escondamos los zapatos y ocultémonos detrás de esos arbustos para ver su cara cuando no los encuentre.
-Mi querido amigo -le dijo el profesor-, nunca debemos divertirnos a expensas de los demás. En lugar de eso tú puedes darle una alegría a este hombre. Coloca una moneda en cada zapato y luego nos ocultaremos para ver cómo reacciona cuando las encuentre.
El joven hizo como le sugirió el profesor, y ambos se ocultaron entre los arbustos cercanos. El hombre trabajador, al terminar sus tareas del día, llegó a buscar sus zapatos y su abrigo. Mientras se ponía el abrigo deslizó un pie en el zapato, pero al sentir algo adentro, se agachó para ver qué era y encontró la moneda. Asombrado, se preguntó qué pudo haber pasado. Miró la moneda, le dio vuelta y la volvió a mirar. Luego miró a su alrededor, para todos lados pero no vio a nadie. La guardó en el bolsillo y se puso el otro zapato; su sorpresa fue doble al encontrar la otra moneda. Los sentimientos lo sobrecogieron; cayó de rodillas y levantó la vista al cielo pronunciando un ferviente agradecimiento en voz alta, mencionando a su esposa enferma y a sus hijos que no tenían pan y debido a una mano generosa desconocida podrían comer esa tarde.
El estudiante quedó profundamente afectado y se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Ahora –dijo el profesor-, ¿no estás más complacido que si le hubieras hecho una broma? El joven respondió:
-Usted me ha enseñado una lección que jamás olvidaré. Ahora entiendo algo que antes no entendía: Es mejor dar que recibir.
Tomado de: Historias de aliento para la familia
Autor Desconocido
JESÚS GUARDÓ SILENCIO
Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o fue un sueño. Sólo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...
Me encontré en aquel inmenso salón con una pared llena de tarjeteros, como en las grandes bibliotecas. Al acercarme, me llamó la atención uno título: "Muchachas que me han gustado". Lo abrí y empecé a pasar las fichas.Tuve que detenerme; recordaba el nombre de cada una de ellas: ¡eran de las muchachas que me habían gustado!
Ese inmenso salón, con sus ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, hasta detalles que había olvidado. Un sentimiento de expectación, curiosidad e intriga empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido. Algunos me trajeron alegría y otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que me volví para ver si alguien me observaba.
El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban".
Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", Peleas con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando me reprendían de niño", "Videos que he visto"...
Estaba atónito del volumen de información que había acumulado en esos ficheros. ¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.
Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aún así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba que había perdido.
Cuando llegué al archivo: "Pensamientos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo abrí el cajón unos centímetros.. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese momento" escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más...
Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe ver estas tarjetas jamás. ¡Tengo que destruirlas! En un frenesí arranqué un cajón, tenía que vacíar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola tarjeta del cajón. Me desesperé y traté de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero. Vencido e indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo de mis miserias, empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación: "Personas a las que les he compartido del amor de Jesús". La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un pensamiento cruzaba mi mente: Nadie debe entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.
Mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡Él no!, ¡cualquiera menos Jesús! Impotente, vi cómo Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.
Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza; me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo. Él se acercó, puso sus manos en mis hombros y no dijo una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio. Jesús guardó silencio y lloró conmigo.
Volvió a los archivos y empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. ¡No! le grité corriendo hacia Él.
Lo único que atiné a decir fue sólo ¡no!, ¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por qué estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.
No entiendo cómo lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado.Me miró con ternura a los ojos y me dijo: Consumado es, terminado… yo he cargado con tu vergüenza y tu culpa.
En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto.... Porque todavía faltán más tarjetas por escribir...
Aún no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que sí estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de qué alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas
Autor Desconocido
ADORNO NAVIDEÑO
" Tu nombre, Señor, es eterno; tu
memoria, Señor, por todas las
generaciones."
Salmo 135:13
Se
llevaba a cabo la segunda semana de
diciembre de cada año. Mi madre abría su
armario de cedro y buscaba alegremente
entre sus más preciadas posesiones. Con
cuidado iba sacando una a una las cosas
que tenían mucho significado y valor
para ella. Luces, el preciado árbol de
Navidad, adornos y muchas cosas
brillantes y fragantes que adornaban
esta época del año.
Había algo especial que ponía sobre la
repisa de la chimenea y transformaba
toda la casa. Era un adorno navideño
hecho con un pedazo del tronco de un
árbol y cubierto con hisopo y cerezas
artificiales. En el medio se le colocaba
una vela. Tenía una brillante cinta de
seda roja, adherida con un ganchito, la
cual realzaba su belleza.
Todos los años, cumplíamos con la
tradición familiar de recordar el
significado de cada uno de los elementos
del arreglo navideño. El tronco
significaba la celebración, el
nacimiento de Cristo. El hisopo, una
hierba fragante, antiguamente la usaban
los hebreos para los sacrificios. La
primorosa cinta roja de seda simbolizaba
la sangre de Cristo derramada por
nuestros pecados. Las cerezas
representaban el crecimiento, la
provisión generosa. Y la vela ardía como
un recordatorio de que Cristo es la luz
del mundo.
A veces, en las tradiciones, o en
nuestras celebraciones, o en las cosas
comunes y corrientes de la vida, podemos
encontrar el fundamento de nuestra fe.
En ese caso, este sencillo adorno
navideño con algunas hojas descoloridas,
unas viejas cerezas y una cinta algo
deshilachada nos habla de la eterna
historia del infinito amor de Dios.
"He
aqui os doy nuevas de gran gozo:
Que os
ha nacido hoy, en la ciudad de David,
un
Salvador, que es CRISTO el Señor."
Lucas 2:10-11
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